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Eduardo de RivasCorresponsal en Bruselas

Europa le da la espalda a Sánchez

El presidente del Gobierno contaba con el apoyo comunitario como impulso electoral y ha acabado siendo un lastre para sus intereses

Madrid Actualizada 04:30

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una rueda de prensa en BruselasAFP

Mucho ha cambiado el imaginario que Pedro Sánchez tenía en su cabeza. La idea que tenía allá por los meses de febrero o marzo, cuando todavía negociaba con Europa las prioridades de la presidencia española del Consejo de la Unión Europea, era bien diferente a lo que hoy tiene el presidente del Gobierno ante sus ojos. En seis meses, ha pasado de hacer y deshacer en Moncloa a tener pie y medio fuera.

Sánchez contaba con aprovechar la presidencia rotatoria como trampolín. Con la convocatoria de elecciones generales en diciembre, el candidato socialista podía pasar casi más tiempo en Bruselas que en Moncloa, pero entonces llegaron las autonómicas y municipales. Un revés que Sánchez achacó a una gran movilización del electorado de derechas aunque de puertas para dentro en Ferraz la realidad era bien diferente.

Veinticuatro horas tardó en cambiar toda su estrategia europea de cara a las elecciones. Un día perdido de diciembre pasó, de repente, a convertirse en un 23-J que fastidiaba las vacaciones a la mitad de los españoles y que hizo torcer el morro a más de uno en Europa. Si hay algo que se trata de respetar en Bruselas es la presidencia rotatoria, que, ya que es más simbólica que ejecutiva, merece cosechar su correspondiente protagonismo. Y, con una campaña electoral en ciernes, no iba a ser así.

Sánchez prometió a diestro y siniestro que las elecciones no alterarían el programa, pero en la víspera de asumir la presidencia ya dejó claro a todo el mundo que primero estaba el Sánchez candidato y después el Sánchez presidente, ya fuera de España o de Europa. Sus críticas a PP y Vox desde el estrado europeo no solo sentaron mal dentro de la Comisión sino que, además, por ello se ganó un expediente de la Junta Electoral Central.

No hubo una sola mala palabra en público por parte de Von der Leyen, Charles Michel ni nadie con cargo importante en Bruselas. En Europa, los movimientos se hacen de otra manera. Con sigilo, por detrás y preparando el golpe. Pese a que la presidenta de la Comisión Europea compartiera con Sánchez unas agradables palabras en su visita a Madrid, la intrahistoria era diferente. Había malestar y se lo hicieron saber al entorno de Moncloa, que le recomendó a Sánchez cambiar de estrategia y dejar de lado sus críticas a la oposición durante sus actos en Europa.

Dicho y hecho. Desde entonces, ni una mala palabra sobre PP y Vox más allá de sus mítines socialistas. Pero entonces llegó la semana que Sánchez habría preferido no vivir. El cara a cara con Feijóo le dejó noqueado, perdía punto tras punto en las encuestas y la Junta Electoral echó aún más leña el fuego: expediente al canto por no saber diferenciar sus labores de presidente y de candidato.

Después vino Europa, la Europa a la que él se había amparado para aferrarse otros cuatro años al sillón de Moncloa. La Comisión, a nueve días de votar, reprendió este viernes a España por no cumplir con la ley de información fiscal cuando hace siete meses que tenía que estar implantada. El Gobierno –este o el próximo– tiene ahora 60 días para ponerla en marcha, a la vez que debe regularizar el sector de la construcción. Ahí, el Ejecutivo tampoco está cumpliendo las normas.

A Sánchez ya solo le queda una carta escondida en la manga, aunque difícil será que surta efecto. El lunes se celebra en Bruselas la cumbre UE-CELAC con la que el presidente se llena tanto la boca. Fue idea suya precisamente que se desarrollara en Bélgica y no en Madrid, para que no diera la impresión de que las relaciones de Europa con Hispanoamérica fueran solo cosa española.

Durante la cumbre ejercerá de anfitrión como presidente rotatorio que es, aunque la voz cantante la debe llevar Charles Michel. Quizás a Sánchez se le olvidó este punto cuando le insinuó a Zelenski que su presencia sería conveniente. Así lo declaró el presidente ucraniano en una entrevista por mucho que su gabinete corriera detrás a desmentir lo que había dicho. No se sabe bien si por corregir el error o por salvarle la papeleta a su homólogo español, que olvidó por un momento que quien invita no es él sino el presidente del Consejo Europeo.

El caso es que Sánchez dejará el lunes de lado la campaña electoral –o no– para vivir, por lo que dicen las encuestas, su última cumbre como presidente del Gobierno. Su último momento de protagonismo en Europa, del brazo de Begoña Gómez –también están invitadas las primeras damas–, salvo que enganche un cargo en alguna de las instituciones. Porque de otra cosa no, pero de resistir Sánchez sabe un rato. De ahí su Manual de resistencia.