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El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, en una imagen de archivo

El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, en una imagen de archivoEFE / Ismael Herrero

El silencio de Page deja un PSOE sin crítica interna y da vía libre a Sánchez para pactar sin cortapisas

El nuevo mapa autonómico surgido del 28-M había situado al presidente castellano-manchego como el único barón socialista crítico con las alianzas del líder del Ejecutivo, pero su perfil bajo facilita que pueda remendar un nuevo Gobierno Frankenstein sin ruido de fondo

¿Hay un PSOE que no sea «el de Pedro Sánchez»? La respuesta a esta pregunta cada vez se inclina más por el 'no'. Dado que hay voces críticas dentro del socialismo histórico con algunas de las medidas adoptadas por la actual Ejecutiva del partido, muchas de ellas de antiguos primeros espadas como Felipe González o Alfonso Guerra, existe la creencia de que actualmente existe una corriente interna moderada, con la que la derecha podría alcanzar pactos de Estado en base al interés común de los españoles.

La realidad es que de entre los cargos socialistas con poder que venían poniendo en cuestión los apaños de su partido con partidos independentistas catalanes y vascos solo queda uno después de las elecciones municipales y autonómicas del pasado 28 de mayo. Dentro de esta terna, los más destacados eran el expresidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, el todavía presidente de Aragón, Javier Lambán, que ya tiene un pie fuera de la Xunta, y el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page.

Éste último es el único que va a quedar de los tres en los próximos años tras la configuración del nuevo mapa de poder autonómico surgido del 28-M, pero parece que le ha comido la lengua el gato. Si antaño se pronunciaba con vehemencia respecto a los entendimientos de su secretario general con partidos como ERC, Junts o Bildu para poder remendar un nuevo Gobierno Frankenstein que le permita seguir cuatro años más en el Palacio de la Moncloa, ahora su respuesta es el silencio.

«No tengo información ninguna, de manera que no lo voy a valorar hasta que no sepa exactamente, si quieren informarme de algo», respondía este jueves en Asturias cuando los periodistas le preguntaron por los posibles pactos de su partido con el expresidente catalán prófugo de la Justicia Carles Puigdemont. «Cuando conozca datos ciertos podría dar una opinión personal, pero mientras tanto no lo sé, porque serán todo especulaciones», añadía el líder castellano-manchego, uno de los pocos socialistas que se ha mantenido en su puesto tras el batacazo sufrido en las urnas en buena parte de la piel de toro.

Rechaza la gran coalición

Page podría, por tanto, presentarse ante la sociedad española como esa voz moderada y centrista del PSOE que podría encabezar un nuevo rumbo del partido cuando Sánchez deje de ostentar el poder de la Secretaría General. Sin embargo, el barón regional está adoptando de este modo un perfil bajo y se limita a seguir la consigna del partido que descarta de plano una posible gran coalición entre la primera y segunda fuerza surgidas de las urnas tras las elecciones generales del pasado 23 de julio: el PSOE y el Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo.

Cuando se le preguntó por su postura ante un eventual apoyo de «un puñado» de diputados electos críticos con Sánchez para facilitar una investidura de Feijóo en lugar de hacerlo con una de Sánchez en la que los partidos independentistas le apoyasen a cambio de cesiones aun por determinar –una propuesta que, medio de verdad, medio en broma, lanzó esta semana el portavoz parlamentario de Vox, Iván Espinosa de los Monteros– Page lo descartaba de plano.

«Soy partidario de que haya el mayor grado posible de acuerdos entre los grandes partidos en las cuestiones de Estado, pero eso no significa formar un gobierno conjunto ni grandes coaliciones, ni creo que sea eso lo que esté votando la ciudadanía española», señalaba, antes de expresar su «pereza» por tener que responder a la propuesta de los de Santiago Abascal, a quienes acusaba de no tener muy claro «en qué consiste la democracia», toda vez que hablaban de «transfuguismos» y «tamayazos», en referencia a esa abstención del socialista Eduardo Tamayo que facilitó el gobierno de Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid en 2003.

Page augura que cuando se consume la investidura entre su partido y las formaciones separatistas –si finalmente así se produce– él tendrá «posiciones propias y una opinión propia», pero por ahora solo se escucha su silencio mientras suenan tambores de amnistía y referéndums de autodeterminación en Cataluña y el País Vasco.

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