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Pedro Sánchez, durante un pleno en el CongresoEFE

Una sorpresa y un escenario

Resulta indispensable que la alternativa del centro derecha se rehaga, se refunde, se regenere y cambie de actitud, alejándose de la comodidad

Una vez más, no es la primera pero lamentablemente tampoco será la última, lo que denomino un proceso, un «frente popular» o pueden utilizar otro término similar si este no les gusta, vuelve a sorprender.

En esta ocasión, el motivo de la sorpresa ha sido su resultado electoral, obtenido en las últimas elecciones generales del pasado 23 de julio, pero en el pasado, ayer, fue el papel protagonista de ETA o la modificación del Código Penal a favor de quienes habían dado un golde de mano, o la invasión del proceso en el Tribunal Constitucional.

La razón de fondo por la que ha sorprendido es que se sigue sin comprender la naturaleza, y en consecuencia la fuerza de la asociación del socialismo, el comunismo español y el conjunto del nacionalismo, la suma que estructura este frente.

No es el sanchismo, es un proceso más complejo. Su fuerza radica en que no tiene límites. Está formado por partidos unidos por vasos comunicantes permanentes, tienen objetivo y proyecto común, es retorcido por naturaleza. Es el resultado de una metamorfosis de la izquierda española, producida por la aceptación de un mal llamado «proceso de paz», en la que ETA deja de ser un adversario, un enemigo para ellos, y se transforma en el principal de sus aliados.

No es el sanchismo, es un proceso más complejo. Su fuerza radica en que no tiene límites

La ruptura, la venganza, la vendetta en la izquierda española puede sobre la verdad, de la misma manera que en la derecha social, económica y política, la comodidad prevalece sobre la verdad.

La gravedad de esta nueva sorpresa es que, en este escenario, el «frente popular» se ha revalidado y se ha legitimado en términos democráticos a través de las urnas. Están crecidos, van a seguir avanzando y por ello, hay que prepararse para una segunda parte del «proceso» que nos ha gobernado, especialmente los 11 millones de españoles que han votado por una alternativa, así como las opciones políticas que no apoyan este frente y las instituciones que todavía resisten este perverso proceso de carácter totalitario.

El horizonte, la agenda inmediata, está marcado. En primer lugar, en los próximos días, el acuerdo PSOE y ETA en el Gobierno de Navarra. Posteriormente, la investidura de Sánchez, que de un modo u otro, apoyarán Junts y Puigdemont, la celebración de unas elecciones vascas anticipadas y alejadas de la fecha de las elecciones europeas de junio del 2024, y un plan y una agenda de aproximación de las comunidades vasca y navarra. Y por último, a lo largo de este tiempo, se producirá la determinación y la explicitación de una estrategia que nos lleva a la autodeterminación del País VascoNavarra y Cataluña por aproximaciones sucesivas, como el siguiente hito del movimiento nacionalista.

A continuación me detengo brevemente en un elemento decisivo. El mal llamado «proceso de paz» ha otorgado poder a Zapatero, a Sánchez, a ERC, y solo falta el poder de ETA en el País Vasco, porque es su protagonista esencial.

El «frente popular» tiene como objetivo esencial el poder, es lo único que le limita. Las últimas elecciones municipales y generales han reforzado a ETA en el proyecto de ruptura con el PNV siguiendo la lógica del proceso, estimulado por una incomparecencia cultural de esta última opción. Nos hemos olvidado siempre que la naturaleza de ETA es la destrucción de un orden social basado en fundamentos cristianos, y por supuesto de España, por un implacable desorden social. Que Puigdemont sea la clave del gobierno de España constituye el mejor ejemplo y significado del desorden.

El «frente popular» se ha legitimado en términos democráticos a través de las urnas. Hay que prepararse para una segunda parte del «proceso» que nos ha gobernado

En términos de poder, falta el botín del proceso para ETA en el País Vasco, eso sí, con la ayuda indispensable, que la tiene, de PSOE y de Sumar.

Este es el escenario sobre el que hay que trabajar, que sin duda, es crítico. Constituye un salto en el vacío y en la destrucción, pero es el que tenemos, y no hay ningún otro. Lo demás es un ejercicio de, como dirán los anglosajones, «wishful thinking», esto es, el deseo reemplazando la realidad, un imposible, incapaz de aceptar la verdad de lo que tenemos delante de nosotros.

En este escenario, resulta indispensable que la alternativa del centro derecha se rehaga, se refunde, se regenere y cambie de actitud, alejándose de la comodidad. No se puede ganar al frente descrito sin una dirección, sin un proyecto, sin una estrategia. Hablo en singular, no en plural. No se puede ganar a un frente tan retorcido y poderoso a nivel nacional compitiendo entre sí. No se puede ganar al frente sin un programa, un proyecto, en singular.

La estrategia de que unos fuesen al centro izquierda, que no hablasen de la ingeniería social que nos gobierna, y que los otros extremasen su identidad, de modo y manera que la aritmética electoral reemplazase su falta de unidad, ha fracasado. No suma, y todo lo que no suma, resta. Porque la debilidad de un programa y una dirección común acrecienta la movilización de los integrantes del «frente popular», porque han pensado y piensan que así pueden ganar.

La forma y manera en la que se rehaga, se refunde y se reestructure este espacio político, no nos corresponde a quienes estamos fuera de la política, pero sí debemos exigírselo ante la situación extrema y crítica, a la que nos lleva la reválida del proceso, la segunda parte del frente popular.

Si prevaleciese la estrategia de mantener la competición, esperando ver cómo la crisis destruye al otro, todos estaremos condenados al fracaso. Debe por ello producirse un cambio profundo de actitud en el seno de estos partidos. Si no se produjese en uno de ellos, el que sea, se autodestruirá. Si no se produce en los dos, los demás, la mayoría, estaremos condenados al fracaso.

Hay una primera oportunidad en el País Vasco en los próximos meses para demostrar este cambio de actitud. ETA probablemente va a ganar las elecciones, y el objeto social, la función social de los partidos que nos representan debería ser enunciar que estamos dispuestos para evitarlo. Esta función social, –evitar que gane ETA–, debe ser las siglas de todos los que defendemos España, mucho más que las siglas separadas de todas y cada una de las opciones que se presentan.

La debilidad de un programa y una dirección común acrecienta la movilización de los integrantes del «frente popular»

Unos no pueden seguir alejados del debate de las ideas, del debate de carácter antropológico, del debate sobre la ingeniería social, transitando en ese terreno hacia la nada, y otros no pueden encerrarse, enclaustrarse, despreciados por el mundo, con una coraza defensiva. Tienen que ser capaces de dedicar tiempo a la alternativa, y lo pueden hacer, porque cogobiernan a nivel autonómico y municipal en muchas partes de España, y uno de ellos, el Partido Popular, tiene mayoría absoluta en el Senado.

Su presencia no es testimonial en España, y tienen como gran objetivo defender la independencia del Poder Judicial, la Monarquía y apoyarse en la nación española para hacer frente a la autodeterminación. No habrá alternativa al Frente sin otro proceso, otro proyecto que tenga una cierta dimensión cultural.

La complejidad de nuestra sociedad se acrecienta, hay por lo menos varias derechas diferenciadas, pero tienen que dedicar tiempo a formular una única propuesta, un único programa, un único proyecto, aunque hubiese varias siglas.