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La presidenta del Congreso de los Diputados, Francina ArmengolPaula Andrade

El perfil

El método Armengol: pingas, sanchismo y familia

Ha dado pruebas de que las niñas abusadas le importan lo mismo que a mí la huelga de tractoristas en Arkansas

Francina Armengol Socias (Inca, 1971) es la hija del boticario Armengol. Una mujer como ella, de profundas raíces familiares, sabe que la caridad bien entendida empieza por una misma. En política, no ha hecho otra cosa durante los últimos años que militar activamente en el ejército sanchista para conseguir recompensas. El 17 de agosto recogió los frutos: fue nombrada tercera autoridad del Estado, gracias al pago solícito del chantaje impuesto por los separatistas catalanes que le dieron su preciado voto al Líder Supremo a cambio de imponer un circo de pinganillos, traductores y sobreactuaciones en la institución que preside, que hasta ahora era la sede de la soberanía nacional y hoy nadie sabe qué es. Una Torre de Babel cooficializada para unos adolescentes tardíos jugando con los walkie-talkies.

Su vocación de barrer para dentro, como los antiguos carboneros, pero sin mancharse las manos, no ha evitado tiznar el rastro dejado por su más allegado concupiscente, que factura cuatro millones como consecuencia del ascenso político de la mallorquina. Gracias a El Debate ya sabemos que, nada más ser nombrada presidenta balear, con el apoyo de los soberanistas de Mès y Podemos, autorizó sospechosamente la construcción de un hotel de lujo en el norte de Mallorca. Dos circunstancias apestan en el procedimiento de esta progresista tan familiar: el proyecto llevaba casi dos décadas bloqueado por tratarse de suelo protegido, y su pareja, Joan Nadal, estaba vinculado al entramado societario del proyecto.

Francina es tan sensible a los negocios familiares como al «problema catalán». Así, textualmente, lo exigió Carles Puigdemont para posibilitar que la fracasada expresidenta balear fuera premiada tras su desastrosa gestión autonómica, con la Presidencia de las Cortes españolas. Ser «fiable», dicho por el forajido de la justicia española, es la mejor acreditación para gobernar un barco pirata, mas no para encabezar el poder legislativo de un Estado de Derecho. Pero de este corte es la tropa de mercenarios que ha reclutado Sánchez, al que esperamos ver pronto en la Gran Vía cantando la Jota de los ratas: Yo soy el rata primero… (y los coristas) Y yo el segundo. Y yo el tercero….

Farmacéutica de profesión, lleva casi toda su vida abrevando en el presupuesto público. Primero como concejal en su Ayuntamiento natal de Inca, después como diputada regional, para más tarde ser consejera del Consell Insular de Mallorca, antes de convertirse en la primera mujer presidenta en esa Comunidad, en 2015, cargo que revalidó en 2019. Sin embargo, en los primeros comicios quedó por detrás del PP, pero configuró un tripartito con separatistas (un mini Frankenstein de la Tramontana), inaugurando lo que su admirado Pedro Sánchez ha consagrado como marca de la casa socialista.

Devota entusiasta de los indultos, la eliminación de la sedición y la rebaja de la malversación para «bajar el suflé catalán», Armengol acostumbra a hablar del «Estado español» para evitar pronunciar la palabra España. Esta nacionalista camuflada de socialista ha liderado una polémica gestión autonómica, marcada por las cesiones en lengua, educación y vivienda a sus socios separatistas. Abrió la puerta a la «inmersión» eliminando el carácter vehicular del castellano en las aulas. Para ello, entregó la dirección lingüística a los sectores más radicales de Mès, primos hermanos de Esquerra.

Baleares, en manos de Francina, ha sido un laboratorio de pruebas de la traición del socialismo actual a los principios de igualdad. La balear forma parte del equipo de hooligans de Sánchez –con Chivite, Illa y Ximo Puig–, que defiende los privilegios de unos españoles sobre otros. Su gran legado ha sido legislar para que los médicos baleares tuvieran que acreditar, por encima de sus conocimientos científicos o praxis clínica, la titulación en catalán, circunstancia que derivó en un peligroso déficit de médicos en las islas, fundamentalmente de oncólogos. Hasta los enfermos de cáncer salieron a la calle para protestar porque el constante cambio de facultativos rompía el necesario clima de confianza en el tratamiento de esta patología. Afortunadamente, el cambio de Gobierno el 23 de julio ha permitido que la actual presidenta balear, la popular Marga Prohens, haya derogado tal dislate.

Dejó Baleares como campeona europea en caída del PIB, pero Francina estaba muy ocupada en menesteres más divertidos que perder el tiempo abordando los estragos económicos de su Comunidad. Se vio cuando, mientras encerraba a sus conciudadanos durante los picos de la covid, fue pillada junto a los amigotes de copas y farra. Su reacción fue purgar al policía municipal de Palma que lo denunció. Jamás se le ha oído una palabra contra la nefanda ley del solo sí es sí y la rebaja de penas a los violadores. Todo lo contrario, si hemos de regirnos por su propio comportamiento como responsable balear, protagonizó una bochornosa pasividad ante los abusos a niñas tuteladas por su Gobierno. La feminista Armengol torpedeó cualquier investigación.

Ha dado pruebas de que las niñas abusadas le importan lo mismo que a mí la huelga de tractoristas en Arkansas, como así los derechos de los extremeños, los baleares o los canarios, por ejemplo, frente al supremacismo pancatalanista; pero que nadie le dé lecciones de valores familiares y de pleitesía indecente ante el jefe que la quita y que la pone. Ahí siempre gana el método Armengol.