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Pedro Sánchez en un momento de su intervención este miércoles en Estrasburgo

Pedro Sánchez en un momento de su intervención este miércoles en EstrasburgoEFE

Rendición de cuentas

Sánchez convierte su comparecencia en el Parlamento de Estrasburgo en un ataque a PP y Vox

El presidente español empezó conciliador y acabó con ataques a EPP, ECR e ID que dividieron la Eurocámara

La comparecencia de este miércoles en la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo pasará a la historia por ser la primera vez en la que un presidente de un Estado miembro, y a la vez rotatorio del Consejo de la UE, defiende una ley de amnistía apoyado por los mismos que se benefician de ella mientras la Comisión analiza con lupa las posibles violaciones al Estado de derecho.

El debate para rendir cuentas venía viciado desde el primer momento. Pedro Sánchez hizo acto de presencia en contadas ocasiones en Bruselas durante los últimos seis meses y sus declaraciones se recuerdan con cuenta gotas.

El peso principal de la presidencia ha recaído en los ministros del Gobierno, en especial desde que se conocieron las negociaciones entre el PSOE y Junts para formar gobierno. A Sánchez se le tenía ganas, como dice la expresión, y eso se ha podido notar este miércoles en Estrasburgo.

Si bien en un primer momento pareció que la sesión transcurriría en clave europea, pronto se vio que no sería así. Sánchez no tardó en atacar a la derecha y a la ultraderecha señalándolas como «el peligro real para la democracia en Europa» y no sacó el tema de la amnistía hasta que sus adversarios la usaron contra él.

«El 23-J los españoles tuvieron que elegir entre la ultraderecha, y sus políticas neoliberales, y una coalición de fuerzas progresistas que apostaban por la justicia social, por el respeto, por sociedades abiertas que promueven políticas justas como el feminismo», explicó intentando llevar el debate a su terreno.

La relación entre pasado-franquismo y presente-progreso fue una carta que jugó en más de una ocasión. Mencionó a su padre y su abuelo para mostrar su lado más europeísta. «Como consecuencia de la dictadura franquista y la autarquía, mi abuelo y mi padre emigraron a Europa. Aquellos migrantes tuvieron que lidiar con prejuicios y rechazos, se encontraron con sociedades abiertas y tolerantes. Fue aquí, en centro Europa, donde descubrieron que el empleo era algo más que subsistir y una manera digna de vivir, fue aquí donde descubrieron la sanidad pública y las pensiones», relató.

Los primeros murmullos en la sala los arrancó al hacer hincapié sobre el conflicto entre Israel y Hamás, una postura que choca dialécticamente con el extremo cuidado que había mostrado el Consejo Europeo en su última reunión y que pone entre la espada y la pared al conjunto de la diplomacia europea.

En su turno de palabra, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, pasó sin pena ni gloria. Su discurso fue eminentemente técnico y le sirvió más de defensa de su mandato que de análisis de la presidencia de Pedro Sánchez. Era lo esperado. En cuanto terminó Weber su discurso -compañero de EPP-, se levantó y se marchó del hemiciclo.

Un Sánchez protegido por sus socios

Fueron los participantes de los bloques socialista, de izquierdas y verdes los que realmente dispararon contra los que se oponen a una ley de amnistía que se encuentra bajo luz y taquígrafos por la Comisión. Sánchez entró y salió rodeado de su séquito y muchos de los ponentes sirvieron como escuderos.

PP, Vox y Ciudadanos lo intentaron, pero sus discursos no fueron tan incisivos como en el anterior debate del pasado noviembre. Pareció que habían perdido fuelle, como si semanas de ataques hubieran pasado factura. Manfred Weber se mostró hasta manso si se le compara con ciertas declaraciones en las últimas semanas. «Sobre Europa podemos tener diferentes contenidos, pero en este proyecto siempre estuvimos unidos. Europa tenía dos piernas, socialdemócratas y democratacristianos», lanzó con la idea de atraer de nuevo a los socialistas a un camino tiempo ya olvidado.

El eurodiputado de Vox, Jorge Buxadé, mantuvo el desafío al igual que Dolors Montserrat del PP, quien pronunció un discurso muy parecido al anterior apelando al sentido común de Europa.

Renew (liberales) de nuevo aparecieron divididos y si bien los eurodiputados de Ciudadanos Adrián Vázquez y Jordi Cañas fueron directos como acostumbran, compañeros de grupo como Izaskun Bilbao del PNV o el portavoz Stéphane Séjourné debilitaron el discurso.

Pedro Sánchez, en cambio, en ningún momento flaqueó, más bien todo lo contrario. En los momentos difíciles es un político que se crece para desgracia de sus adversarios aunque arrase con todo. En la réplica final apenas respondió a las preguntas o a los temas tratados y fue directo a la yugular de sus dos principales adversarios: Vox y PP.

A los primeros los comparó de manera indirecta con el nazismo al relacionarlos con el franquismo, una manipulación evidente cuyo fin era sonrojar a Weber -de origen alemán- y utilizar el argumento reductio ad Hitlerum para intentar desviar el foco de atención.

En declaraciones a El Debate, el eurodiputado del Partido Popular Antonio López-Istúriz, se mostró asombrado de la conducta del presidente Pedro Sánchez: «en mis 20 años como europarlamentario jamás había visto unas conclusiones semejantes», explicó, «ha traído la suciedad y las malas formas al Parlamento Europeo provocando constantemente a las bancadas de la oposición».

Por otro lado, poco a poco, con cada una de sus palabras, aumentaba más y más el murmullo general. La bancada de ECR, EPP e ID acabaron abucheando a Pedro Sánchez a grito de «Go home!» (vete a casa) mientras que el resto del hemiciclo aplaudió lo más fuerte que pudo para ahogar los gritos del resto.

Puigdemont, uno de los protagonistas de la jornada, se mostró sumiso, casi minúsculo. Tuvo que hablar español, algo que señaló como una ofensa por no poder comunicarse en su «lengua materna». Sánchez acaparó todos los focos y demostró de nuevo que es un rival duro de abatir al que apenas le hace mella los argumentos jurídicos y constitucionales. Sus armas son todo lo contrario: lanza ataques personales y argumentos sentimentales.

La Comisión sigue encima

Lo ocurrido este miércoles no debe desviar la atención de los últimos pasos dados por parte de la Comisión Europea. La carta de Reynders ha provocado una cascada de reacciones que, antes o después, tendrán sus consecuencias.

El Gobierno ha negado por activa y por pasiva que la UE esté preocupada por la ley de amnistía y la erosión del Estado de derecho. El ministro Félix Bolaños aseguró en rueda de prensa en el Consejo Europeo que había «cero preocupación» por lo que estaba ocurriendo en España tras reunirse con el comisario de Justicia Didier Reynders. Estas declaraciones del español fueron negadas sin miramientos el día siguiente por el propio comisario.

Esta semana Bruselas ha confirmado que se ha enviado un cuestionario con 16 preguntas sobre la ley de amnistía. Mientras, el Gobierno y sus socios mantienen que la ley se atiene a derecho y es «completamente respetuosa con la Constitución».

El debate de este miércoles es un síntoma más del gran malestar ocasionado por los movimientos de los socialistas. Unas acciones que levantan cada vez más ampollas dado el uso partidista de las instituciones y por forzar la adhesión de los socios de grupo que tendrán muy difícil en un futuro mantener la coherencia en cuanto a la defensa del Estado de derecho en otros países se refiere.

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