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Alberto Núñez Feijóo y Alfonso Rueda

Alberto Núñez Feijóo y Alfonso RuedaEFE

Vuelta a empezar

Galicia abre un nuevo ciclo electoral envenenado para Sánchez y vital para Feijóo

En el primer semestre de 2024 habrá elecciones gallegas, vascas y europeas. Puede que en el segundo también catalanas. Y todas con proyección nacional. Uno de los dos saldrá muy tocado

Galicia abrirá el próximo 18 de febrero un nuevo ciclo electoral en España, recién terminado el anterior. Uno con tres elecciones en el primer semestre de 2024, gallegas, vascas y europeas, y la posibilidad de las cuartas en la segunda mitad del año en Cataluña.

Los tres comicios tendrán una marcada proyección nacional, puesto que servirán para calibrar los efectos de la amnistía y el resto de los pactos de Pedro Sánchez con los independentistas. Aunque cada uno con su propia singularidad.

Las gallegas, territorio de Feijóo

En las elecciones gallegas es Alberto Núñez Feijóo quien más se juega y quien más tiene que perder. En las elecciones vascas la presión será para Sánchez, no tanto por el resultado del PSE como por sus pactos postelectorales, que decidirán el color de Ajuria Enea. Y las elecciones europeas serán lo más parecido a una reválida de las generales del pasado julio, 11 meses después.

Sánchez ha nacionalizado Telefónica y Feijóo nacionalizará las elecciones gallegas; la tierra que le dio cuatro mayorías absolutas y la legitimidad para ser designado presidente del PP por aclamación en abril de 2022. El líder de los populares quiere que Galicia propine al presidente del Gobierno la primera derrota de la legislatura. Además, en la tierra de su socia, Yolanda Díaz.

Feijóo incluso contará con caravana propia durante la campaña, al margen de la del candidato, Alfonso Rueda. Repetirá así la estrategia que desplegó en las elecciones andaluzas de junio de 2022, cuando Juanma Moreno obtuvo mayoría absoluta casi contra todo pronóstico.

Es mucho lo que se juega el PP en Galicia, feudo inexpugnable de los populares desde que en 2009 los gallegos enterraran el bipartito del PSdeG y el BNG, después de solo una legislatura. El hecho de que Rueda haya elegido la fecha más temprana de cuantas barajó evidencia que los populares no han querido dar más tiempo a la izquierda para reorganizarse, tras la ruptura entre Sumar y Podemos.

Ello aboca a la izquierda a concurrir a las elecciones fragmentado en cuatro candidaturas –al menos–, lo que rebaja mucho sus opciones, que ya de partida no eran muchas: las encuestas dan a Rueda mayoría absoluta, aunque no sea por un gran margen.

El candidato del PSdeG, José Ramón Gómez Besteiro, se congratuló ayer de que el presidente gallego hubiese convocado tan pronto. «Galicia tiene 59 días para despedirse de este triste Gobierno», afirmó. Pero la realidad es que los socialistas cayeron a la tercera fuerza política en las anteriores elecciones, empujados por el BNG, y no parece que esta vez vayan a recuperar las elecciones gallegas.

Sánchez y la encrucijada vasca

El efecto colateral que ha producido la convocatoria del 18 de febrero en Galicia es que, por primera vez desde 2005, las elecciones gallegas y vascas no coincidirán. El lendakari, Íñigo Urkullu, fue claro este jueves: «No somos Galicia», aseguró. Al PNV le interesa estirar un poco más la legislatura y dar más tiempo a que cuaje la candidatura de Imanol Pradales.

Las elecciones en el País Vasco serán capitales para Sánchez, por la batalla encarnizada que librarán el PNV y Bildu, dos de sus socios, a los que va a seguir necesitando después de los comicios. Ya le advirtió Urkullu que en esta legislatura iba a necesitar «todos los votos todo el tiempo».

En campaña es de prever que ambos partidos tiren del ronzal a Sánchez –el PNV hacia la derecha y Bildu hacia la izquierda– para apuntarse más concesiones. Además, para bien o para mal todo apunta a que el PSE tendrá la llave del Gobierno vasco. El escenario más sencillo de gestionar para los socialistas, y también el que arrojan las encuestas, es que el PNV gane y el PSE reedite su coalición con él, de manera que en Madrid también todo siga igual.

Pero, si gana Bildu, Sánchez se verá entre la espada y la pared, presionado por sus socios de izquierdas para formar un tripartito con Bildu y la marca vasca de Sumar, cualquiera que sea ésta. El propio Sánchez ha sentado el precedente en Pamplona, al entregar al partido de Arnaldo Otegi el ayuntamiento de la capital navarra. En una reciente conversación informal con los periodistas, el presidente señaló que los socialistas tienen una «relación estratégica» con el PNV, de presente y de futuro.

Las europeas, la auténtica reválida

La tercera meta volante serán las elecciones europeas del 9 de junio, las primeras de ámbito nacional desde las pasadas elecciones generales. Éstas sí supondrán un auténtico cara a cara entre Sánchez y Feijóo, aunque con candidatos interpuestos. Y la primera reválida del renovado Gobierno de coalición, cuando lleve poco más de seis meses de vida.

En las últimas, las de junio de 2019, la candidatura encabezada por el socialista Josep Borrell sacó a la de la popular Dolors Montserrat más de 2,8 millones de votos, cuando Ciudadanos hablaba casi de tú a tú al PP. Esta vez, los populares confían en reeditar la victoria del pasado 23 de julio, tratándose además de unas elecciones a circunscripción única. Una derrota del PP dejaría el liderazgo de Feijóo en una situación muy comprometida, puesto que supondría dilapidar en menos de un año la victoria del pasado 23 de julio. Que, aunque insuficiente, victoria fue.

Por si todo ello fuera poco, a la agenda electoral de 2024 podría acabar sumándose Cataluña, la variable más determinante de esta primera parte de la legislatura. Y un factor de desestabilización para Sánchez de primera magnitud, en vista de la competición a codazos en la que ya están inmersos ERC y Junts. Y eso sin convocatoria electoral.

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