Crimen en Villajoyosa
Los disparos en la cara del piloto ruso desertor confirman que su muerte fue un encargo
La Guardia Civil localizó el pasado martes en un garaje de Villajoyosa, Alicante, el cadáver de un joven de 33 años con cinco impactos de bala
Eran las cuatro y media de la tarde cuando los vecinos escucharon los gritos de una mujer enloquecida gritando dentro de un garaje de la localidad de Villajoyosa en Alicante. Acababa de encontrar el cadáver de su exnovio, tirado en el suelo, con cinco balazos en el cuerpo distribuidos entre cabeza y pecho. La posición de los de la cara han dado lugar a varias interpretaciones.
La primera que se trata de un trabajo de sicarios, profesional y limpio. La segunda, que querían mandar un mensaje: esto es lo que le pasa a los traidores y a los bocazas. Traidor porque el muerto era que Maxim Kuzmínov, el piloto ruso que desertó en un helicóptero a Ucrania el pasado mes de agosto. Lo hizo a cambio de medio millón de dólares.
Bocazas, porque en septiembre pasado ofreció una rueda de prensa en Kiev. Estuvo flanqueado por dos militares ucranianos uniformados. Fue critico con el gobierno de Vladimir Putin y declaró que no quería contribuir a los crímenes cometidos por las fuerzas rusas en Ucrania. Por eso había desertado.
Pero volviendo al relato, la Guardia Civil llegó al lugar de los hechos solo minutos después. Al registrar el cadáver encontraron la documentación en uno de sus bolsillos. Era de un ciudadano del este, algunas fuentes apuntan a que ucraniano. Sin embargo, la novia cuando pudo declarar aseguró que se trataba de documentación falsa. El muerto era el piloto de helicóptero desertor.
Se le tomaron las huellas y a través de Europol la Benemérita hizo una solicitud urgente de identificación. Las autoridades ucranianas, que le tenían huellado y reseñado, confirmaron a las españolas que se trataba de Maxim Kuzmínov.
Ahora se cree que la exnovia del piloto estaba vigilada y que le pusieron un «rabo» antes de salir de Rusia para visitarlo. En el argot policial se conoce como un seguimiento. Habría sido ella la que les habría ayudado, sin quererlo, a dar con su paradero en una urbanización de la carrer Marinada nº 1.
Aunque el propio piloto sabía que desde Rusia habían encargado su muerte, no detectó la vigilancia. Una vez que los encargados de su crimen le identificaron de forma positiva le tendieron la trampa. Vigilaron horarios y se colaron en el garaje para esperarlo. Le dispararon y según algunas fuentes recogieron los casquillos. Desde inteligencia se cree que incluso le hicieron una foto ya muerto para probar que habían cumplido el encargo.