Fundado en 1910

tal y como lleva revelando El Debate desde hace dos años, Sánchez pasó de recibir clandestinamente en España al líder del Frente Polisario, Brahim Gali, a cederle a Rabat la posición española en el Sáhara, con una rendición plasmada en una carta cuyo original nunca ha enseñado La Moncloa y difundió Marruecos antes.

Entre medias de ese volantazo, que Sánchez dio sin despachar formalmente con el Rey y sin el apoyo del Congreso, hubo un episodio que puede explicarlo todo: el móvil de Sánchez fue espiado, y Europa señaló a los servicios de inteligencia de Rabat. Nadie lo ha desmentido.

Lo cierto es que Sánchez, desde entonces, ha cedido sistemáticamente en todo y no ha logrado nada: las fronteras comerciales y los visados con Ceuta y Melilla siguen paralizados; la inmigración irregular alcanza cifras históricas; el narcotráfico ha subido y Mohamed VI ha incrementado sus discursos anexionistas sobre Ceuta y Melilla. E incluso ha desplegado unas maniobras militares intimidatorias en las aguas más cercanas a Canarias.