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Traslado a disposición judicial el detenido por el crimen de Chiloeches

Sucesos

El triple asesino de Chiloeches planificó dos delitos que no cometió la noche de la masacre

El Debate accede al relato de los hechos que acontecieron en la noche del domingo 12 al lunes 13 de abril en Chiloeches, Guadalajara

Fernando tenía sed de sangre. Quería dinero y estaba dispuesto a hacer lo que fuese necesario. Quienes le conocen le describen como un pitbull dispuesto a lanzarse al cuello de sus víctimas sin pensarlo dos veces. La noche del triple crimen de Chiloeches llegó a proponer a su amigo David dos delitos que no llegaron a cometer. El primero fue tan solo una idea: robar una escalera, apoyarla contra el balcón o ventana de una casa, colarse en el interior y sacarle el pin de la tarjeta al morador a navajazos.

Fue una ilusión. Una idea (no es delito) que no llevaron a cabo porque probablemente no encontraron escalera que robar. Eso sin contar la cantidad de agujeros que tenía el planteamiento. El segundo delito que planificaron no lo cometió Fernando por falta de una víctima propiciatoria. Esperar en el entorno de un cajero automático para abordar al primer cliente que pasase y atracarle. Se entiende que apuñalarle para que confesara el pin de la tarjeta.

Este plan sí lo intentaron. Se escondieron cerca de un cajero de La Caixa en la calle Mayor de Chiloeches y esperaron a que una presa cayera en sus redes. Aguantaron unos diez o quince minutos, sin éxito. Esa noche la muerte rondó el pueblo de Chiloeches, pero la fortuna evitó el crimen.

El ansia asesina de Fernando no menguó. Le pidió a su amigo David que le llevara hasta la urbanización de chalets de Medina Zahara, que está a quince minutos en coche. Se trasladaron en el vehículo de la madre de David, un Peugeot 207 de color negro. Al complejo se accede a través de una garita de seguridad. Ellos no vivían allí, así que no les iban a dejar pasar.

Sin embargo, Fernando tenía un plan. Pidió a su amigo que le dejase cerca de la garita de seguridad junto a un agujero que sabía que tenía la valla perimetral. Antes de bajarse del vehículo, según las primeras versiones, Fernando anunció a David su intención de asaltar el chalet de la novia de su primo Cristian. No iba a tener remilgos en usar la violencia si era necesario. Fernado lo verbalizó esa noche, aunque en realidad la idea que le rondaba la cabeza desde que supo que había dinero en el domicilio ya la había comentado en varias ocasiones.

Además le dio varias instrucciones antes de separarse. Le dijo: «En cuanto te llame vienes a recogerme a este mismo punto. Si me sucede algo hablas con Windy (novia de Fernando) y la llevas en el coche donde ella te diga».

Fernado accedió al chalet solo, con al menos un arma blanca. Se cree que entró por la puerta de atrás, la de la cocina que siempre quedaba abierta. Yeray, hijo de la familia, escuchó a alguien acceder al domicilio. Asustado, pensó rápido y logró bloquear la puerta de su cuarto para que no entrase. Como su habitación estaba a ras de suelo huyó saliendo por la ventana.

Aterrorizado, gritó para avisar a sus padres y a su hermana. No sirvió de mucho. Fernando confesó que mató a los tres: Ángel de 52 años, Elvira de 53, y su hija Laura de 22. El padre luchó con él. Lo demuestran los cortes defensivos que tiene en los brazos, por eso es el que presenta más puñaladas y heridas. A simple vista los primeros en llegar comentaron que había sido una escabechina.

La madre también presenta lesiones defensivas, pero menores. A Fernando, presuntamente, le costó menos acabar con su vida. La que no se defendió fue Laura. El miedo la debió paralizar y perdió la vida sin resistencia. Fernando, después de la orgía de sangre y sudor, aprovechó para abrir cajones y registrar la casa. Se llevó dinero, relojes y algunas joyas en una maleta que robó de la propia casa.

Antes de salir de la vivienda, trató de provocar un incendio para borrar cualquier indicio que le pudiera señalar. Le salió mal, los bomberos lo apagaron enseguida sin que llegase a quemar los cuerpos de las víctimas. Corrió campo a través. El asesino explicó a la Guardia Civil que fue corriendo por el campo, y que con la maleza se lastimó las manos y se las lleno de cortes. Negó que fuese con el cuchillo.

En una de las piernas tenía una herida muy profunda y aparatosa. Los investigadores creyeron que se la hizo durante la pelea, pero él lo negó. Explicó que se había caído en la oscuridad y se había clavado la raíz de un árbol. Mandó entonces instrucciones a David para que fuese a buscar a su novia a casa de su madre. Windy no cogía sus llamadas. Eran las 2.15 de la madrugada.

David, Windy y la madre se montaron en el coche y regresaron al agujero de la valla de la urbanización para recoger a Fernando, pero por mucho que le esperaron no llegó, y por mucho que le llamaron no contestó. Se fueron en cuanto vieron que se montaba lio y que llegaban coches de la policía. David decidió entonces devolverlas a su casa y largarse.

El asesino confeso iba empapado en sangre. Llegó a casa de su madre a pie. Ellas ya habían regresado. Los guardias sospechan que su progenitora tuvo entonces la certeza interior de que su hijo era un asesino, y no avisó a la Guardia Civil. No la detuvieron porque el encubrimiento entre familiares es impune. Les quedó la duda de si lo supo antes del crimen.

Mientras en la urbanización Medina Zahara, Yeray, el hijo que había huido por la ventana, había llamado al 112 al ver llamas en el chalet de sus padres. Desconocía lo que había pasado en su interior. No sospechaba que le acababan de dejar solo en esta vida. Fueron los bomberos los que descubrieron poco después que la furia asesina de Fernando le habían convertido en huérfano y que ni siquiera iba a tener el hombro de su hermana para llorar la pérdida.