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08 de septiembre de 2024

Centro de menores no acompañadas en Arrecife

Centro de menores no acompañadas en ArrecifeIranzu García

El Debate, testigo directo

La vida en los centros de inmigrantes desde dentro

El Debate conoce de primera mano cómo es el día a día en los centros de Lanzarote

Lanzarote cuenta con un buen número de centros de acogida de inmigrantes distribuidos por toda la isla aunque, a veces, localizarlos no es tarea sencilla. Buena parte de ellos se concentran en una misma hilera de casas en Arrecife. Ahí hay cuatro centros contiguos, uno detrás de otro.

Se trata de Timanfaya, Arrecife, César Manrique y un cuarto centro exclusivo para la acogida de niñas menores no acompañadas. Este centro está gestionado por la Fundación CEPAS, aunque tan solo lleva un mes abierto y su capacidad máxima es para 20 chicas aunque, de momento, no se encuentra la completo de su capacidad.

La estética no es la más atractiva, pero cumple con la función del centro como un hogar para estas menores no acompañadas. Y, es que, esta casa ha tenido diferentes usos en los últimos años y se ha ido reacondicionando poco a poco, dependiendo de su función. En un principio se habilitó como centro para personas con drogodependencia, después pasó a ser un lugar para gente sin hogar y, ahora acoge a estas adolescentes inmigrantes.

Desde el centro lamentan que la infraestructura no sea la más bonita, aunque cuentan con una persona de mantenimiento que trata de tener las instalaciones lo mejor posible.

Tareas del hogar, formación y actividades

Las chicas pasan el día dentro del centro como ocurre en cualquier hogar. Ellas se encargan de ordenar su habitación o hacer la cama, aunque no participan en otras labores como hacer la comida. Para eso tienen a una cocinera que se encarga de preparar el desayuno, la comida y la cena. Una de las chicas cuenta en la puerta de la calle del centro, cuando no le escucha la responsable, que la comida «no es muy buena» y que no tienen «los ingredientes suficientes» para que sea mejor. «No me compran ropa», asegura la misma joven.

La mayor parte de adolescentes que viven en este centro proceden de Marruecos y tienen entre 16 y 17 años e incluso hay una mamá con su bebé. Pero, todas ellas forman parte de la rutina del centro. Aunque no se les puede obligar a participar en los talleres o actividades pensados para ellas, normalmente suelen acudir.

Por las mañanas es cuando en una pequeña habitación austera a modo de aula, con una mesa, varias sillas, una pizarra y una estantería se imparten talleres o clases de español para que puedan integrarse mejor. Ya por la tarde realizan más actividades y los fines de semana también programan excursiones para que conocer la isla y el entorno.

Sin ir al instituto

Lo que verdaderamente llama la atención es que estas adolescentes no están escolarizadas. No van al colegio ni al instituto. Y, es que, al tener 16 años o más la ley no obliga a recibir formación en centros educativos. Por eso, deciden no ir y se quedan en el centro donde las trabajadoras les imparten cursos de español y talleres para que puedan tener salidas profesionales cuando alcancen la mayoría de edad.

Además, ayuda que algunos de los trabajadores hablan árabe lo que facilita la comunicación con las menores.

Una de ellas cuenta que no tiene padres y esto le empujó hace menos de un año a dejar a sus hermanos en Marruecos para poder venir a España. Ahora asegura que su vida en el centro es «muy buena» y que «está contenta y agradecida». Aunque otra se queja y asegura que no le gusta estar en el centro, cuenta que «la comida no es buena».

Eso sí, el verdadero drama llega cuando cumplen 18 años y, en ese momento, tienen que regularizar su situación y salir de estos centros.

Centro de Acogida Temporal Montaña Mina

Centro de Acogida Temporal Montaña MinaIGV

La vida en Montaña Mina

Unos kilómetros más arriba se encuentra otro centro, en este caso no es de menores, sino que sirve para acoger de forma temporal hasta a personas mayores de edad que llegan a Lanzarote. Montaña Mina pasa a ser su hogar temporal hasta que les reubican en otros sitios o les mandan a la península. Este centro está gestionado por Accem y cuenta con una capacidad máxima para 320 personas: «Estamos preparados para una situación de emergencia, llevamos desde el año 2021 y en otras ocasiones hemos salido del paso», asegura el responsable de Accem, Paco Navarro.
Se divide a mujeres, hombres y unidades familiares. Los hombres suelen estar periodos cortos de tiempo entre 24 y 48 horas, mientras que las mujeres hacen estancias más largas de hasta un mes. Aunque, en este caso las nacionalidades son más diversas hay desde gente de Marruecos, hasta Senegal.
Los hombres suelen pernoctar en unas carpas instaladas en el exterior hasta que se les traslada a otros centros o a la península. Mientras que en el caso de las mujeres y los niños, habitan en los cinco apartamentos localizados en la parte izquierda del lugar.
Las instalaciones eran una antigua granja que ahora está reacondicionada. Por eso, la parte de los apartamentos es solo a pie de calle, con una estética no muy agradable, parecida a la de una nave campestre, con cinco puertas verdes, una de cada apartamento y ventanas al exterior. Navarro considera que «hay necesidad de mejora en cuanto a infraestructuras, aunque cuentan con los recursos necesarios para atender a las personas».
Las carpas exteriores están instaladas para poder acoger a los inmigrantes si se producen grandes llegadas. De momento, llevan unas semanas sin llegar embarcaciones y el uso de esas carpas es como comedor para las mujeres que viven ahí. Así han instalado una hilera de mesas y bancos plegables para dar el servicio de comidas que lleva un catering hasta el centro.
El equipo de 50 personas atiende a nivel psicológico, de acompañamiento y formación para que puedan llegar a conseguir un trabajo e integrarse en la sociedad. Un espacio de estas instalaciones está destinado para impartir talleres y clases de español a las mujeres que se quedan estancias más largas. También hay un espacio destinado a atender las necesidades de los niños que viven ahí con sus madres. Ahí los carteles son en francés, la lengua común en la que les es más fácil comunicarse.
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