El Debate, testigo directo
La vida en los centros de inmigrantes desde dentro
El Debate conoce de primera mano cómo es el día a día en los centros de Lanzarote
Lanzarote cuenta con un buen número de centros de acogida de inmigrantes distribuidos por toda la isla aunque, a veces, localizarlos no es tarea sencilla. Buena parte de ellos se concentran en una misma hilera de casas en Arrecife. Ahí hay cuatro centros contiguos, uno detrás de otro.
Se trata de Timanfaya, Arrecife, César Manrique y un cuarto centro exclusivo para la acogida de niñas menores no acompañadas. Este centro está gestionado por la Fundación CEPAS, aunque tan solo lleva un mes abierto y su capacidad máxima es para 20 chicas aunque, de momento, no se encuentra la completo de su capacidad.
La estética no es la más atractiva, pero cumple con la función del centro como un hogar para estas menores no acompañadas. Y, es que, esta casa ha tenido diferentes usos en los últimos años y se ha ido reacondicionando poco a poco, dependiendo de su función. En un principio se habilitó como centro para personas con drogodependencia, después pasó a ser un lugar para gente sin hogar y, ahora acoge a estas adolescentes inmigrantes.
Desde el centro lamentan que la infraestructura no sea la más bonita, aunque cuentan con una persona de mantenimiento que trata de tener las instalaciones lo mejor posible.
Tareas del hogar, formación y actividades
Las chicas pasan el día dentro del centro como ocurre en cualquier hogar. Ellas se encargan de ordenar su habitación o hacer la cama, aunque no participan en otras labores como hacer la comida. Para eso tienen a una cocinera que se encarga de preparar el desayuno, la comida y la cena. Una de las chicas cuenta en la puerta de la calle del centro, cuando no le escucha la responsable, que la comida «no es muy buena» y que no tienen «los ingredientes suficientes» para que sea mejor. «No me compran ropa», asegura la misma joven.
La mayor parte de adolescentes que viven en este centro proceden de Marruecos y tienen entre 16 y 17 años e incluso hay una mamá con su bebé. Pero, todas ellas forman parte de la rutina del centro. Aunque no se les puede obligar a participar en los talleres o actividades pensados para ellas, normalmente suelen acudir.
Por las mañanas es cuando en una pequeña habitación austera a modo de aula, con una mesa, varias sillas, una pizarra y una estantería se imparten talleres o clases de español para que puedan integrarse mejor. Ya por la tarde realizan más actividades y los fines de semana también programan excursiones para que conocer la isla y el entorno.
Sin ir al instituto
Lo que verdaderamente llama la atención es que estas adolescentes no están escolarizadas. No van al colegio ni al instituto. Y, es que, al tener 16 años o más la ley no obliga a recibir formación en centros educativos. Por eso, deciden no ir y se quedan en el centro donde las trabajadoras les imparten cursos de español y talleres para que puedan tener salidas profesionales cuando alcancen la mayoría de edad.
Además, ayuda que algunos de los trabajadores hablan árabe lo que facilita la comunicación con las menores.
Una de ellas cuenta que no tiene padres y esto le empujó hace menos de un año a dejar a sus hermanos en Marruecos para poder venir a España. Ahora asegura que su vida en el centro es «muy buena» y que «está contenta y agradecida». Aunque otra se queja y asegura que no le gusta estar en el centro, cuenta que «la comida no es buena».
Eso sí, el verdadero drama llega cuando cumplen 18 años y, en ese momento, tienen que regularizar su situación y salir de estos centros.