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Imágenes de los Juzgados de Instrucción ubicados en la Plaza de Castilla de Madrid

Imágenes de los Juzgados de Instrucción ubicados en la Plaza de Castilla de MadridRicardo Rubio / Europa Press

Los MASC, el nuevo sistema de solución de controversias, obligarán a conciliar antes de demandar en el juzgado

A partir de abril, antes de meterse en un pleito, la Justicia exigirá a las partes la demostración fehaciente de que han tratado de entenderse «por las buenas»

El sistema judicial está exhausto. Hacienda funciona como un tiro y la Justicia como una lanza prehistórica. Los expedientes judiciales acumulan polvo en los juzgados, un atasco siempre a punto de colapsar. Los querellantes saben que tendrán que medir su paciencia con el inquiocupa o el carterista en meses o años. ¿O no?

Este próximo abril, la Justicia española inicia una nueva etapa de la mano de los Medios Adecuados de Solución de Controversias (MASC). Suena a hospital de campaña y nadie sabe si va a descongestionar los juzgados o añadirá la enésima ventanilla burocrática con un cartel que diga: «¿Vino usted ayer?».

A fin de cuentas, MASC significa que, desde ahora, antes de meterse en un pleito, la Justicia exigirá a las partes la demostración fehaciente de que han tratado de entenderse «por las buenas». Esta previsión de la ley orgánica aprobada el año pasado exige que, a partir del 3 de abril, los asuntos civiles, mercantiles y transfronterizos pasen por un trámite previo de encuentro amistoso. Sin él, las partes no podrán ir a juicio. De eso se trata, de intentar evitarlo. Claro que, si no se ponen de acuerdo, a todo el proceso se habrá añadido un trámite más.

El nuevo sistema, no obstante, no afectará a los conflictos competencia de los Juzgados de Violencia sobre la mujer, medidas de apoyo para personas con discapacidad y a los casos de menores en situación de sustracción internacional.

El primer efecto de la reforma es que los ciudadanos van a tener que aprender que, antes de denunciar, hay que intentar la conciliación, un proceso sin juez, controlado por expertos en Derecho colaborativo, al más puro estilo de las series de televisión americanas. Su éxito no dependerá tanto de los formalismos como de la destreza del nuevo tipo de artesano jurídico.

Se echará en falta una regulación precisa y homogénea de cómo se llega a un acuerdo, pues todo apunta a la proliferación de una especie de «chiringuitos de mediación». Puede que los MASC descongestionen los juzgados, pero también puede que las salas de espera previas se atesten de ciudadanos aún más frustrados que ahora con los retrasos a la hora de ser atendidos en Urgencias.

La cultura de la negociación en España siempre ha brillado por su ausencia. Unos lo verán como una rotonda, otros como una utopía decepcionante que habrá que sortear antes de interponer la deseada demanda.

El litigante de a pie, españolito medio, va a notar la inevitable asimetría, pues el que tiene más medios económicos, véase grandes empresas, suele apostar por la sofisticación de la defensa privada y la alianza con los ejércitos de asesores, que ese españolito de a pie no puede permitirse. ¿Qué ocurrirá cuando la tutela judicial efectiva del individuo con menos alfiles protegiendo su parte del tablero se vea abocado a negociar sujeto a la bondad de las partes?

Además, la figura del abogado, engranaje clave del proceso judicial, no tendrá claro su papel en el marco de las negociaciones previas. Serán los asesores, mediadores y árbitros los que lleven las riendas, mientras que el típico defensor vivirá a la espera de un «calienta, que sales». No pocos abogados y ciudadanos preferirían interponer directamente demanda y conseguir un proceso con mayor seguridad sin dilaciones. Solo la etapa de ensayo y error que se avecina dirá si los MASC suman o restan.

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