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Yolanda Díaz e Irene Montero

Yolanda Díaz e Irene MonteroEl Debate

El perfil

Irene, la mujer del emérito que detesta a Yolanda

A la exministra de Igualdad le persigue el engendro de la ley del 'solo sí es sí', la chapuza jurídica más grave de nuestra democracia

Irene María Montero Gil aún es joven: 37 añitos cumplidos el 13 de febrero. No obstante, no tiene edad para jugar en un parque de bolas. Sin embargo, su excompañera y ahora feroz enemiga Mónica García le ha recordado, a ella y al padre de sus tres hijos, Pablo Iglesias, que la política española no es un parque de recreo infantil y que dejen de dar lecciones a los de Sumar. Mónica y Yolanda Díaz encabezan una ofensiva contra los de Galapagar; y estos contra ellas. Guerra abierta a la izquierda del PSOE, barrenando los pilares de la democracia y erosionando las bazas electorales de Pedro Sánchez, el responsable de que todos ellos estén en nuestras vidas. Cuerpo a cuerpo entre la vicepresidenta segunda e Irene. Ambas se odian. En el último libro de Iglesias, Enemigos Íntimos, Pablo sostiene que Yolanda tiene una «inquina visceral» hacia su pareja. Definitivamente recíproca. Tanto que Montero ha marginado a Díaz para una futura candidatura única a la izquierda de Ferraz. Poco menos que la manda al PSOE para que Pedro la acoja en su seno después de haberla utilizado como marca blanca.

Mientras tanto, Pablo lo ha vuelto a hacer. De nuevo ha puesto en marcha su incansable dedo de macho-alfa para nombrar prematuramente a su pareja como candidata a las generales. Así da un golpe en el tablero y deja fuera de juego a los de Sumar, que echan las muelas con encuestas en caída libre. Irene, la hija de Clemente, mozo de mudanzas, y Adoración, maestra de escuela, sigue siendo la delegada del emérito de Podemos en la política española. Mientras él hace negocios en los medios y en la hostelería madrileña, la exministra ejerce de brazo ejecutor del dueño de Garibaldi, usando su condición de europarlamentaria para tener presencia pública y ejercer de lideresa de una formación que ya solo cuenta con cuatro diputados en la carrera de San Jerónimo y con una secretaria general, Ione Belarra, dispuesta a ejercer de guiñol de los Iglesias.

Pablo lo ha vuelto a hacer. De nuevo ha puesto en marcha su incansable dedo de macho-alfa

Irene perdió el Ministerio de Igualdad en el Gobierno que se conformó después de los comicios de 2023 y, desde entonces, le persigue el engendro de la ley del 'solo sí es sí', la chapuza jurídica más grave de nuestra democracia. Jamás ha pedido perdón a las víctimas de los 1.233 depredadores sexuales que han reducido sus penas gracias su oprobiosa gestión. Es hoy el día en el que sigue culpando a los jueces de ser responsables de la gravísima impunidad de tantos violadores. Ya tiene a decenas de víctimas denunciando al Estado que ella representa por negligencia culposa. También le persiguen judicialmente las modelos cuya imagen usó sin permiso para vendernos moralina sobre los cuerpos imperfectos. Su huella es indeleble.

A la eurodiputada feminista le persiguen todo tipo de sospechas sobre un comportamiento muy poco igualitario, como el de convertir a una asesora en niñera de sus pequeños, o lo que es lo mismo, a una trabajadora en recadera para todo tipo de asuntos domésticos. La vida de la madrileña Irene María no cambió cuando se licenció en Psicología por la Autónoma, ni cuando la contrataron de cajera en el Saturn. La existencia de Montero dio un giro copernicano la noche que conoció a Pablo Iglesias, cuando fue invitada al plató de la tele que le financiaron los ayatolás, como representante de una organización antidesahucios. Los dos comunistas, los dos ahítos de dogmas, ella soltera y él novio de Tania Sánchez. A finales de 2015, un año después de que Podemos obtuviera cinco escaños en las europeas, iniciaron una relación que tuvo su propia imagen icónica: Tania fue mandada al gallinero del hemiciclo mientras la nueva elegida, que ya dirigía el gabinete del secretario general, ocupó un lugar cada vez más cercano al líder, llegando a sustituir en 2017 a Errejón, el portavoz parlamentario enfrentado con la flamante pareja.

La existencia de Montero dio un giro copernicano la noche que conoció a Pablo Iglesias, cuando fue invitada al plató de la tele que le financiaron los ayatolás

Un beso con su jefe en un bar cercano al Círculo de Bellas Artes de Madrid descubrió el pastel: la activista que dicta quién está o no dentro del paraíso feminista caía en los brazos de aquel que iba a decidir sobre su fulgurante ascenso político. Feminismo en estado puro. La vía marital por la que pasó a ser el número dos de Podemos se convirtió en una demoledora refutación de su ideología. Pero todavía sucedería otro sonado episodio: en mayo de 2017, ella embarazadísima y su pareja camino de asaltar los cielos, abandonaron Vallecas, donde dijeron que residía la prueba de pureza del progresismo, para comprar, con una hipoteca concedida por un banco independentista, una mansión en Galapagar. La excusa fue proteger a sus hijos —los mellizos prematuros Leo y Manuel y a la última niña, Aitana— del acoso político y mediático, el mismo que ellos habían practicado y defendido como jarabe democrático cuando las víctimas eran rivales de la derecha.

Irene manejó 573 millones de presupuestos en Igualdad y una corte de asesoras que nos costaron 427.579 euros. Su única receta fue poner bajo sospecha a todo el género masculino como maltratadores en potencia —o violadores—, sin aportar una sola idea para aminorar las intragables cifras de maltrato en España. Su gestión fue un absoluto fracaso salvo para sus amigos publicitarios, a los que llenó los bolsillos de dinero público para perpetrar propagandas mediáticas, desde donde ha insultado a comunicadores o usado delictivamente imágenes de ciudadanos anónimos sin autorización.

Su única receta fue poner bajo sospecha a todo el género masculino como maltratadores en potencia

Pero mientras tanto, la vida sigue plácidamente en Galapagar: los niños Iglesias-Montero crecen según el método Baby Led Weaning; la madre ingresa 9.975,42 euros mensuales como eurodiputada, superando los 8.995,42 que ganó su compañero cuando ocupó el mismo escaño; Pablo sigue destilando odio desde un podcast, viendo series y encizañando la escena política y mediática con tiempo para pedir pasta para ampliar su negocio tabernario; y ambos se aplican en cavar una tumba para Yolanda, a la que culpan de ser cómplice del «señor de la guerra» Sánchez. En definitiva, Irene vive consagrada a la conocida sentencia de Evita, otra gran política consorte: «Todos, o casi todos, tenemos en la vida un día maravilloso. Para mí, fue el día en que mi vida coincidió con la vida de Perón». Cambien Perón por Turrión —¡Turrión, Turrión, qué grande sos!— con el que sigue jugando en el parque de bolas que es, para nuestra desgracia, la política española. Esa política que un día no tan lejano gestionaron adultos.

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