Marineros del ‘Sánchez Barcaiztegui’ que llegaron sublevados a Málaga

Marineros del ‘Sánchez Barcaiztegui’ que llegaron sublevados a MálagaExtracto de la Revista Jábea, número 21, año 1978

Historia

El 18 de julio en Andalucía: del inmediato triunfo del alzamiento en Sevilla y Cádiz al fracaso en Málaga

Las tropas africanas, inicialmente, deben considerarse claves en Andalucía, como también después las italianas: el alzamiento del 36 triunfó en los lugares donde pudieron llegar

Entendemos por Guerra Civil en Andalucía el proceso histórico, globalmente definido, que de manera desigual tuvo como ámbito la región andaluza, y en su interior una diversidad de mecanismos y fenómenos local, comarcal o provincialmente desarrollados.

La Guerra Civil, ni siquiera en el sur, presenta rasgos definitivamente unitarios y, muy al contrario de lo que generalmente se señala, surgen planteamientos y dudas que habrán de resolverse desde análisis, sin duda problemáticos, para los vencidos y vencedores.

La Guerra Civil en Andalucía fue militarmente una sucesión de acontecimientos menores que finalizó en febrero de 1937 con la caída de Málaga. Efectivamente, no hubo campaña de Andalucía.

En el bando nacional, en consecuencia, la mayor operación militar fue la toma de Málaga y esa fue encomendada, en su mayor parte, a los italianos. En el campo republicano, la capacidad de reacción y organización político-militar fue muy limitada. Todavía queda por aclarar cómo una tropa escasa pudo aniquilar el movimiento obrero en Sevilla o en Córdoba. Desde luego, hay que concluir que, pese a todas las deformaciones nacionalistas sobre la Andalucía de 1936 o la mitificación republicana, esta región no estaba, en julio de 1936, en «una etapa previa» a la revolución. Los trabajadores agrícolas, en muchos casos, desaparecieron y las ciudades resistieron. La desorganización fue terrible. Heroísmo, entrega, lucha existió intensamente, pero la madurez revolucionaria, el proceso histórico en que se inscribe, no existió.

Franco visita la Alcazaba al final de la guerra

Franco visita la Alcazaba al final de la guerra

La sociedad andaluza dominante carecía, en 1936, de dirección orgánica o referente militar. Queipo, a diferencia de Sanjurjo, no gozaba ni de relaciones o representatividad entre los segmentos conservadores –y poco decididos– andaluces. No se puede decir, pues, que el alzamiento le fuese encomendado a él.

La presencia de Queipo en Andalucía es excepcional. Ni forma parte de las reuniones de los generales en abril de 1936, uno de cuyos resultados fue el confinamiento de Varela en Cádiz, ni de la más estructurada organización que encabeza Mola. Tampoco es un general monárquico y aún menos tiene relación con el Ejército de España en África. Quizás lo más aproximado a su desconocido pensamiento fuese una dictadura de tipo republicano con su participación.

El sur pasó de ser objetivo secundario a determinante cuando se constataba que la marcha hacia Madrid en un movimiento rápido y certero no tenía visos de posibilidades reales

La suerte, en su infértil paso por la historia, fue la conversión de Sevilla en una de las zonas claves para la sublevación en la península. Suerte y desgracia. Demasiado poder para él. Cuando quiso emplear las tropas de África para afianzar y extender su dominio en Andalucía occidental, se encontró con Franco.

Uno de los aspectos de la retórica del nacionalismo en Andalucía fue la exaltación del general Queipo de Llano, obra, es cierto, de él mismo.

No existe en su amplísima hagiografía una sola referencia a su capacidad militar, a su visión estratégica. Su «caída» sobre Andalucía es una muestra más del cúmulo de imprevisiones de la junta de generales y de la escasa importancia que siempre se le otorgó a la II División Orgánica.

Las decisiones sobre la región se tomaron en repetidos «viajes». Mola, que quiere controlar el alzamiento desde el primer instante, recibe informes de Galarza o de García Escámez, quien, para evitar complicaciones, recurre a la seguridad del Ejército de Marruecos como clave del éxito en Andalucía.

Queipo, mientras tanto, siempre por su cuenta, se autoproponía para Valladolid. Su descenso a Andalucía le acercó a la realidad. No era un general querido por los conjurados. Él se dispuso a demostrar lo contrario.

El grupo de generales nunca le dejó solo. Primero fue la oficialidad de Sevilla. El comandante Cuesta, más que su ayudante, fue su sombra. En la fase conspirativa fue rechazado por Patxot o Campins y el general Varela confió moderadamente en él, por orden de Mola. Lo que sí supo ampliar fueron sus competencias públicas, gobernando, legislando y hasta montando un eficaz servicio de propaganda que duró hasta que quiso Franco.

La reiteración de los historiadores como Martínez Bande o R. Salas sobre Queipo como detentador de un «mando único y fuerte» es pura fantasía si estamos de acuerdo en que «la campaña de Andalucía» duró hasta principios del 37.

La mayor operación militar fue la toma de Málaga y esa fue encomendada, en su mayor parte, a los italianos.

El Ejército del Sur y de Marruecos quedó, desde el 24 de julio, al mando del general Franco, la dedicación de este al ejército expedicionario dejó a Queipo «tácitamente» al frente de la guerra en Andalucía y provincia de Badajoz. El 26 de agosto recibió el nombramiento oficial al frente del Ejército del Sur en el que mantuvo, nominalmente, cierta influencia hasta la toma de Málaga en febrero en 1937, que supone su exaltación y desaparición.

En el plano operativo su papel fue, si cabe, más limitado. El 28 de julio, cuando se reúnen para determinar objetivos Franco, Queipo y Orgaz, el general Varela es nombrado jefe de la Columna de Operaciones destinada a ocupar Córdoba y, luego, de todas las fuerzas que «un poco independientemente» unas de otras operaban en el sur.

Hasta que Varela no deja, a final de septiembre, Andalucía no mandará Queipo las Columnas de Operaciones.En el alzamiento sevillano tuvo junto a él al comandante Castejón, un hombre de Yagüe y, por extensión, de Franco.

Después, en las relevantes fases de la expansión del ejército nacional, su papel fue muy reducido: la caída de Antequera (enlace y ruptura del aislamiento de Granada), la toma de Ronda, septiembre del 36 (con la posesión de la mitad sur del valle del Guadalquivir) son ejecutadas a las órdenes del general Varela. Las operaciones sobre Málaga se las distribuye con Franco y luego con los italianos.

En situaciones favorables para continuar y asestar golpes definitivos al enemigo, Queipo de Llano es retenido en diversas ocasiones: en agosto de 1936, en Antequera sobre Málaga; en octubre de 1936, cuando se traslada a Espejo y dispone de un nutrido número de soldados, y en febrero de 1937, tras la toma de Málaga y pretende seguir hacia Almería. Sus charlas son reducidas: primero se limita a una sola, después, el 30 de marzo de 1938, cuando se transforma la Junta Técnica de Estado en Gobierno, Queipo cesa en sus emisiones. La precaria situación del general fue también motivada por Serrano Súñer.

Él manifestó, reclamado por la historia, siempre lo contrario. En carta al general Faldella «puntualizando errores sobre el alzamiento», se proclama hasta iniciador del movimiento por convencer a Mola. Su actuación en Andalucía es descrita con grandiosidad y orgullo.

La sublevacion en el sur

El sur pasó de ser objetivo secundario a determinante cuando se constataba que la marcha hacia Madrid en un movimiento rápido y certero no tenía visos de posibilidades reales. Ciertamente, Mola había decidido el transporte de dos columnas de la Legión que habrían de desembarcar en Algeciras y Málaga. No fue así exactamente, pero las tropas africanas, inicialmente, deben considerarse claves en Andalucía, después las italianas. Es más, el alzamiento triunfó en los lugares donde pudieron llegar (Sevilla, Cádiz), fracasó donde su concurso se vio truncado (Málaga).

La división regional: Andalucía occidental en poder de los sublevados, Andalucía oriental, frenado el movimiento y en proceso revolucionario muy intenso, no se debe tanto al mapa del latifundio andaluz, sino a cuestiones básicamente militares.

En la distribución de fuerzas tras el 18 de julio es significativa la diferencia. La Andalucía «nacional», Sevilla: Regimiento de Infantería n. º 6, Regimiento de Caballería n. º 7, Regimiento de Artillería Ligera n. º 3, Batallón de Zapadores, Grupo de Sanidad e Intendencia. Granada: Regimiento de Infantería n. º 5, Regimiento de Artillería Ligera n. º 4. Cádiz: Regimiento de Infantería N. º 33, Regimiento de Artillería de Costa n. º 1, Regimiento de Infantería n. º 7. Córdoba: Regimiento de Artillería Pesada n. º 1. Huelva: Una Compañía del Regimiento de Infantería. Jerez y Écija: Recría y Doma.

La Andalucía «republicana», Málaga: Regimiento de Infantería n. º 8. Almería: Batallón de Ametralladoras n. º 2. Úbeda: Recría y Doma. Ronda, Úbeda, Jaén: Cajas de Reclutas. Debe unirse la Guardia Civil y las fuerzas de asalto o carabineros, estas últimas disminuidas por su lealtad al Gobierno, que supuso su aniquilamiento o disolución.

En las ciudades se sigue el mecanismo según las «leyes»: la lectura del bando de guerra como sinónimo de legalidad. En dichas ciudades, la fortaleza de los gobernadores civiles es dudosa. La República no está firmemente representada. Desde el día 19 de julio, la Quinta Bandera de la Legión en Sevilla, la llegada de los tabores de Regulares a Cádiz y Algeciras y el traslado del Ejército de África va ampliando las zonas de dominio nacional.

Los nacionales actúan con la adecuada organización y ajustándose a estrictos conceptos tácticos; los republicanos luchan más por intuición que por disciplina. La realidad es que uno de los beligerantes era un ejército con mando y disciplina; el otro, un conjunto de combatientes, que con su fuerza ideológica trataba de suplir elementales nociones de táctica militar.

Las fuerzas militares

La proyección del Ejército de África sobre la II División Orgánica y de aquí a España exige una explicación básica sobre la dinámica militar que permitió conectar el protectorado con la región andaluza, la importancia de la Marina o la Aviación en la ruptura del bloqueo.

Todos estos elementos obligan a una reflexión que sitúa el primer mes de guerra en el norte de África y Andalucía como un centro definitivo en la orientación política del alzamiento. La explicación primera del poder de Franco. Teniendo en cuenta la irrelevante participación de las llamadas «tramas civiles», es obligado determinar el papel de las diferentes armas en el origen y desarrollo de la guerra.

La Armada no tuvo representación orgánica en el alzamiento militar. La hegemonía militar de tierra del Ejército de Tierra estaba escasamente dispuesta a considerar otra estrategia que no fuese el rápido desplazamiento hacia Madrid de las divisiones más próximas.

Ya durante la I Guerra Mundial se habían producido cambios relevantes en la dirección del conflicto mundial, en la Marina o Aviación que el Ejército español debería haber apreciado. Dice muy poco de la capacidad táctica de los sublevados confiar al patriotismo o la concepción de España el futuro de la Armada. La grandeza militar que se le atribuye a Franco por el transporte marítimo o aéreo de tropas africanas a España fue, pues, resultado de la necesidad y la improvisación que una mínima organización de la República habría impedido. Los mandos, los oficiales de la Armada, no fueron ni informados.

La contrarrevolución entre la Marina, por la naturaleza misma del medio, fue un extraordinario movimiento. La flota la mandaron los cabos. El problema fue la incapacidad para dirigir instrumentos de guerra, cuya dificultad era muy superior a los de tierra. El Gobierno republicano tuvo, aquí sí, una notable fuerza que no pudo utilizar.

El dominio del Estrecho tuvo inicialmente gran importancia por aislar al bando nacional. Los republicanos con el dominio del Estrecho se aseguraban la asfixia del núcleo central del levantamiento, el control de las comunicaciones marítimas del Mediterráneo, y una zona potencial para ejercer la guerra al tráfico nacional en el Atlántico. Este período comprende desde el 22-23 de julio hasta la caída de Málaga.

En el sur, los nacionales controlaron las costas de las provincias de Cádiz y Huelva y las del protectorado de África. En Tánger, la República había iniciado la reorganización de sus mandos. Las protestas de Franco al Comité Internacional obligaron a abandonar a este. La escuadra se dirigió a Málaga, que pasaría a ser la base de operaciones avanzadas durante el período de ejercicio del bloqueo del Estrecho que se ejerció sin interrupción por la escuadra republicana hasta el 29 de septiembre, en que aparecieron los cruceros nacionales.

El número de unidades fue cambiante en Málaga, el grueso lo constituyó el acorazado Jaime I y los cruceros Miguel de Cervantes y Libertad, además de ocho destructores y seis submarinos y buques auxiliares y pesqueros.

La República pretendió un bloqueo abierto de las costas en poder de los nacionales, aunque, en ocasiones, la proximidad de submarinos en puertos africanos proporcionase un bloqueo cerrado a dichos puertos. Los destructores se mantuvieron cruzando las aguas del Estrecho. Estratégicamente, se prestó más atención a la costa africana que a la península. En el mes de agosto, se amplía la misión a un bloqueo a las costas en poder de los rebeldes y se da carácter oficial al bloqueo, promulgándose mediante decreto.

. El 18 de julio de 1936 se inician dos guerras: una, encabezada por Mola, previsible, pero sin una visión definida a largo plazo, otra con Franco desde África.

En el bloqueo del Estrecho, único realizado por la escuadra republicana, de acuerdo con los expertos militares, se debe destacar que fue realizado como una acción de fuerza, su objetivo principal era impedir el paso de tropas nacionales desde África. Fue tácticamente establecido en forma correcta, porque los puertos enemigos de la zona bloqueada quedaron cerrados al tráfico. No fue eficaz, ni su establecimiento estratégico adecuado, a partir del momento que los nacionales consiguen comunicar las regiones gallegas y andaluzas.

Al no estar bloqueados los puertos de Galicia, existía una vía de entrada a la zona bloqueada, ello anulaba su eficacia desaparecida, tras la conquista de Badajoz. Fue un bloqueo abierto, basado en el ejercicio del dominio del mar, que la superioridad de unidades navales, o inexistencia de los enemigos, proporcionaban. No fue considerada, en ningún momento, la cobertura aérea de la zona de mar dominada. La pérdida del dominio del mar, que se ejercía en aguas del Estrecho, es el epílogo de una sucesión de errores estratégicos, explicable, en parte, por la carencia de mandos. Durante el corto tiempo que ejercitó el dominio del mar, la escuadra republicana, le prestó poca atención a eliminar el tráfico marítimo enemigo, sin éxito en su intento, porque su preocupación estaba centrada a las expediciones militares.

Durante el resto de la guerra no inquietó en ningún momento este tráfico. Durante el bloqueo, no se efectuaron operaciones de minado. Sí se utilizó el sistema de embotellamiento de la entrada de puertos, mediante el hundimiento de mercantes cargados de cemento o carbón. Roto el bloqueo y dominadas las aguas del Estrecho por los dos cruceros nacionalistas, no se intentó recuperar aquel dominio, pese a que la superioridad naval era manifiesta.

La aviación militar en 1936 disponía de escasos y deficientes aviones. Para que el arma obtuviese aviones nuevos fue imprescindible la ayuda extranjera en material y técnicos. La dinámica de la política internacional inclinó la balanza de parte de los alemanes e italianos. La Aviación, al igual que la Marina, cayó en una proporción mayoritaria en poder de la República. Sin embargo, los nacionales controlaron la totalidad de aeropuertos de Marruecos, el de Tablada (Sevilla) y Armilla (Granada).

Así, el puente aéreo Tetuán-Andalucía pudo iniciarse de inmediato, aterrizando en Jerez de la Frontera o Sevilla. A la espera de la llegada de aviones italianos y alemanes, el día 20 de julio, Franco consigue hacer pasar tres trimotores Focker.

Trasladaban desde Tetuán a Sevilla un total de sesenta legionarios (veinte cada uno), después un Dornier, tres viejos Breguet, un Junker alemán y un Douglas de las Líneas Postales Españolas. Según los testimonios, pudieron pasar entre cien y doscientos cada día durante las primeras jornadas.

La ayuda solicitada a Alemania e Italia comienza a llegar el mismo día 29 de julio. En dos días tiene Franco treinta Junkers 52 alemanes de transporte en Tetuán, nueve Savoia 81, doce trimotores de transporte y otros veinticuatro más. Todos vienen recién pintados para ocultar su origen.

En el mes de julio había conseguido pasar únicamente unos dos mil hombres, cifra que va a multiplicarse notablemente, pero no solo por el aire, esos hombres necesitan pesado material de guerra. Franco, apremiado por la situación de Andalucía, mira de nuevo al mar,

¿Por qué con tanta seguridad? La respuesta está en que cuenta con aviación propia y ajena: dos hidros de la base de Ceuta, dos patrullas Breguet de tres aviones cada una, dos Newport, tres trimotores Focker, tres trimotores Savoia. Todos ellos con unos planes precisos de intervención. El resto del material permaneció todo el tiempo en el aeródromo de Tetuán, cargado y en alerta: tres trimotores Savoia y tres Breguet. Radica, aquí, la explicación del triunfo de Franco: el Paso del Estrecho a comienzos de agosto. La disponibilidad y buen uso de la aviación se materializó en la expulsión del Estrecho de submarinos y demás unidades republicanas, en mantener bloqueadas a las unidades de la escuadra republicana de Tánger y no dejar pasar a la escuadra republicana de Málaga desde la altura de Estepona y proteger, a toda costa, el paso del convoy. Por otra parte, dispuso de la colaboración de las autoridades de Gibraltar, que impidieron la entrada de barcos republicanos en el Peñón.

Como en otros países europeos, las tropas coloniales se habían convertido en elementos de choque de primera magnitud. En España, la decadencia del Ejército español, del Ejército peninsular, se veía desequilibrada por el permanente aumento de poder de las fuerzas y los militares africanistas.

Durante la República se había mantenido parecida o similar estructura en la organización y formación de las fuerzas extranjeras al servicio del Estado español. Desde luego, las tropas legionarias, la legión extranjera y los moros constituían el único cuerpo de ejército completo, bien estructurado en mandos, tropas, organización, armamentos. Desde 1936 y en el tiempo que duró la Guerra Civil, se formaron un total de 18 banderas, unos 14 000 hombres, cuya actividad militar iba a resultar decisiva para el triunfo de las fuerzas nacionales y para el poder en el interior de las mismas del general Franco.

Por su parte, los Regulares eran igualmente tropas mercenarias, indígenas, marroquíes. Las Fuerzas Regulares Indígenas estuvieron organizadas en cinco grupos de tabores al frente de quienes estaban los comandantes Castejón, Tella, Asensio, Barrón y Delgado y todos al mando del teniente coronel Yagüe y fueron una de las fuerzas más eficaces, esto sí, además de por su significación, por el pánico que creaban en la población española.

La capacidad operativa del Ejército de África sitúa el conflicto en una dimensión objetiva y poco analizada. El 18 de julio de 1936 se inician dos guerras: una, encabezada por Mola, previsible, pero sin una visión definida a largo plazo, otra con Franco desde África. El desarrollo de los acontecimientos y la organización que de estos hará el general Franco van a confluir en la existencia de una guerra larga.

La evolución militar de la República

El hecho es que las capitales de Andalucía occidental y amplias zonas a su alrededor quedan en poder de los nacionales: Sevilla, Córdoba, Huelva, Cádiz. En la parte oriental de Andalucía, salvo Granada, fracasa el alzamiento: Málaga, Jaén, Almería. La República cuenta con el campo andaluz, con el mítico campesinado revolucionario.

Consumada la caída de Málaga, controlado el Estrecho y conectadas las principales ciudades andaluzas para Franco, el sur de España retorna al carácter de frente secundario

Militarmente, el primer objetivo es comunicar las zonas de dominio y estructurar la vida política en función del estado de guerra que se vive.

La tendencia historiográfica a considerar la posición de los rebeldes nacionalistas inestable o gravemente amenazada me parece poco ajustada a la realidad. Controlan Sevilla, sede de la II División con disponibilidades militares y de armamento, el aeródromo de Tablada y una inicial táctica de defensa y de expansión. Dominan Cádiz y su costa, enclaves naturales para conectar el norte de África, el protectorado, que también controlan.

En este primer análisis del posible éxito o fracaso militar solo faltó Málaga. Hacia tal objetivo orientaron parte de sus fuerzas. Al tomar Málaga en febrero de 1937 debe darse por finalizada «La Campaña de Andalucía» y a la espera de la evolución militar en España, la victoria nacionalista en Andalucía.

Debo reconocer que ni encuentro justificación documental ni orientaciones tácticas en el campo republicano acerca del cúmulo de errores acontecidas en el sur.

El abandono del bloqueo del Estrecho –por otra parte, escasamente operativo desde el mismo 18 de julio–, las explicaciones del general Asensio de otorgar prioridad estratégica a la toma de Granada permitiendo la llegada de las tropas africanas a Sevilla, Jerez o Cádiz, las actividades, en similar dirección, de la «Columna Miaja», sobre Córdoba para impedir el paso hacia Madrid por Despeñaperros..., no puede ser solo fruto de errores de prioridades tácticas seriamente razonadas.

Por encima de todo, el gran drama para la Andalucía republicana es el desorden interno, los poderes superpuestos y contradictorios, la ingenuidad política antesala de la contrarrevolución. El fracaso de la aviación, de la Armada, del Ejército y de las Fuerzas del Orden que permanecen con la República no tiene una sola causa, pero sí algunas evidentes y necesariamente incomprensibles.

Los nacionalistas, contando con las tropas africanas y la colaboración de la aviación, enlazan en agosto Córdoba con Sevilla y, sobre todo, con la caída de Antequera cubren la importantísima conexión Sevilla-Córdoba-Granada.

En septiembre, Ronda abre el camino a los refuerzos que desde Cádiz y su costa llegan a Sevilla.

Tras operaciones en Córdoba y Granada, en enero de 1937 se decide ofrecer a las tropas italianas una operación fácil: Málaga, la victoria más simbólica sobre la República española.

Consumada la caída de Málaga, controlado el Estrecho y conectadas las principales ciudades andaluzas para Franco, el sur de España retorna al carácter de frente secundario. En la República, el impacto político provocado por la pérdida del enclave malagueño es importantísimo. El desastre militar tuvo, entre otros, efectos favorables para la organización militar acelerando el encuadramiento en brigadas mixtas, territorialmente en sectores (Córdoba, Jaén-Granada, Guadix-Almería) y operativamente en divisiones. A finales de 1937 se crea el Ejército Popular de Andalucía.

El ejército franquista, salvo la derrota de Pozoblanco, parece diseñar una estrategia de abandono del sur.

Las acciones, durante 1938-1939, son, por parte de la República, limitadas y desorganizadas. Los proyectos de Rojo y Miaja para enlazar Andalucía a un proyecto global que repercutiría en toda España, no podía a la altura de 1939, tener posibilidad alguna.

  • Antonio Nadal es Catedrático de Hª Contemporánea(Ret.) de la Universidad de Málaga. Autor del Libro: «Considerando. Abandono y Deshonor en la Perdida de Málaga. 1937»
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