Carteles electorales en Tarragona, esta semana.EFE

Elecciones en Cataluña

Punto y final a una campaña rara en Cataluña, que acaba sin garantías de formar gobierno

El cara a cara de Illa y Puigdemont marcará la jornada electoral este domingo

Ayer por la noche, los focos se apagaron. Se desmontaron los atriles, se guardaron los carteles y se cargaron las furgonetas de vuelta a las respectivas sedes de los partidos. De nuevo, el silencio, tal vez roto solamente por un trabajador de la limpieza recogiendo flyers arrugados con la cara de este o aquel candidato, en las plazas y auditorios que acogieron los últimos mítines.

Terminó la campaña electoral para escoger al Parlamento de la XIV legislatura, y se abre un periodo de reflexión para los 5,7 millones de catalanes que están llamados este domingo a las urnas. Un periodo, también, de incertidumbre, a la espera de conocer los resultados de unos comicios que, a 24 horas de celebrarse, se adivinan como un pulso entre Salvador Illa y Carles Puigdemont.

El candidato socialista partía como favorito, y las encuestas han acompañado esta percepción en todo momento, variando –eso sí– su distancia con el segundo partido en discordia, Junts. Esta distancia es clave, ya que, aunque Illa se ha querido vender en todo momento como un presidente en potencia, hablando en términos grandilocuentes de una «tercera transformación de Cataluña» para superar una «década perdida», lo cierto es que su investidura no está ni mucho menos garantizada.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el candidato del PSC, Salvador Illa, ayer en Barcelona.EFE

El complicado panorama de pactos que dibujan las mismas encuestas que le dan vencedor hace que Illa vaya a necesitar pactar con unos u otros para alcanzar el Palau de la Generalitat. A lo largo de la campaña, ha aventurado varias opciones, como un pacto con Junts –del que luego se desdijo– o un «tripartito de izquierdas» con ERC y los Comunes.

¿Gobierno independentista?

No obstante, también podría ser –y así lo recogen algunas encuestas, como la que realizó Target Point para El Debate– que la aritmética diese la mayoría a una entente entre los partidos independentistas. Si la suma de Junts, ERC y la CUP –esta última por acción u omisión– permitiese la viabilidad de un gobierno liderado por Puigdemont, podrían darle la vuelta a la tortilla, aunque Illa quedase en primer puesto.

Máxime si, como aventuran algunos comentaristas, el difícil equilibrio de fuerzas en Madrid –con un Pedro Sánchez dependientes de los votos de Junts– puede hacer que los socialistas prefieran otorgar el gobierno autonómico a los de Puigdemont que dejar caer al Ejecutivo nacional.

Otras opciones de pactos también estarían sobre la mesa, aunque lo cierto es que durante la campaña no se ha sacado demasiado en claro sobre qué partido está dispuesto a pactar con quién. Los vetos, los cordones sanitarios y, en general, las palabras gruesas han sido otro de los protagonistas de estas dos semanas de mítines y declaraciones. Queda en el aire, incluso, como una posibilidad real, la opción de una repetición electoral en octubre.

La inmigración ilegal marcó el tono

Otro de los grandes temas que ha marcado el tono de la campaña ha sido el debate en torno a la inmigración ilegal y la inseguridad ciudadana, especialmente durante la última semana, en la que se vivió una suerte de cara a cara entre Vox y PP por abanderar la cuestión. El miércoles, el presidente popular, Alberto Núñez Feijóo, entró al trapo y pronunció en Cornellá uno de los discursos más duros y tajantes que se le recuerdan contra la inmigración ilegal.

Su homólogo en Vox, Santiago Abascal, tildaba al día siguiente el discurso el PP de «estafa» y de oportunista. El candidato del partido verde, Ignacio Garriga, ha mantenido durante toda la campaña un discurso duro contra la inmigración ilegal, denunciando que «separatistas y socialistas les regalan ayudas sociales mientras se las niegan a muchas familias catalanas», como dijo en Mataró.

El choque entre PP y Vox quedó escenificado en la plaza Artós de Barcelona: feudo habitual de Vox –allí cerraron campaña este viernes, de hecho–, pero que esta semana acogía un mítin del PP con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Ambos partidos pugnan –tanto en la calle como en las encuestas– por liderar la oposición constitucionalista, un bloque del que un manifiesto publicado al arrancar la campaña y firmado por figuras del mundo cultural y político excluía al PSC de Salvador Illa.

Santiago Abascal, líder de Vox, con Ignacio Garriga, candidato el 12-M, en Barcelona.EFE

En el otro lado del espectro político, la cuestión de la inmigración también ha tenido protagonismo durante la campaña. Por un lado, porque tanto Junts como ERC piden en sus programas electorales que Cataluña asuma todas las competencias en materia de inmigración. Por el otro, por la previsible irrupción en el Parlament de Aliança Catalana, un partido insólito que combina la mano dura con la inmigración ilegal con el nacionalismo secesionista, y que ha motivado que varios Junts, ERC, PSC, Comuns Sumar y la CUP firmen un pacto «antifascista» para vetarlo, junto con Vox.

El Hard Rock divide a la izquierda

El día antes de que empezase la campaña electoral, saltaba a los medios de comunicación un documento que constataba que el Ejecutivo liderado por Pere Aragonès había renovado el compromiso con el Hard Rock antes de firmar el acuerdo de Presupuestos con el PSC. Dos semanas después, este proyecto de macrocasino que está previsto construir junto a Port Aventura ha dividido a los partidos de izquierda.

El rechazo a este y a otros dos grandes proyectos urbanísticos –la ampliación del aeropuerto de El Prat o la autovía B-40– cobran importancia al pensar en los posibles pactos postelectorales. Tanto Comuns Sumar como la CUP han manifestado repetidamente su oposición a los tres, y han asegurado que será un tema clave a la hora de aceptar posibles alianzas de gobierno o investidura.