Puigdemont, en la reunión con su parlamentarios en Perpiñán.

Puigdemont, en la reunión con su parlamentarios en Perpiñán.Europa Press

El laberinto catalán

Puigdemont se retracta y no volverá a España si no tiene garantizada la presidencia de la Generalitat

Aunque vive a un paseo de la frontera, el líder de Junts no se plantea cruzarla si Sánchez y el PSC no le garantizan la investidura

Hay una gran inquietud en el cuartel general de Junts, en el sur de Francia. Con el paso de los días, el entorno de Carles Puigdemont constata que la sensación general tras las elecciones del domingo es que el independentismo ha sido derrotado.

Además, en Junts creen que la crisis abierta en ERC con la dimisión real de algunos líderes, como Aragonés y Rovira, y táctica de otros, como Junqueras, les puede acabar interpelando también a ellos. Nadie en público se atreve a cuestionar a Puigdemont, pero no pocos son los que recuerdan off the record que el prófugo eurodiputado ha sido derrotado en las urnas por tercera vez consecutiva.

La exigencia de Puigdemont de ser investido, alegando que Sánchez en Madrid y Collboni en Barcelona fueron gobernantes habiendo perdido las elecciones, deja de lado un punto clave. Este no es otro de que ni Feijóo ni Trías tuvieron que abstenerse para que Sánchez o Collboni fueran presidente del gobierno y alcalde, respectivamente.

La estrategia de Illa

Salvador Illa tiene difícil la presidencia, pero no imposible. Los socialistas están preocupados ante la deriva imprevista que puede tomar la crisis de ERC, pero confían en que Junqueras, que ha afirmado que la repetición electoral no está en sus planes, les facilite el acceso a la presidencia.

Salvador Illa, durante la campaña.

Salvador Illa, durante la campaña.Europa Press

Además, los socialistas creen que la amnistía, aún no aprobada y que puede quedar paralizada en Bruselas por largo tiempo, es un elemento de presión fundamental para mantener a Junts dentro del redil de la «mayoría Frankenstein» en el Congreso de los Diputados. En Ferraz creen que hasta que la amnistía no esté en vigor de forma absoluta y con el visto bueno de Europa Junts no dará ningún paso en falso, por mucho que gesticule.

En este estado de cosas, en Junts están replanteándose la promesa de que Puigdemont acudiría en persona a la sesión de investidura, fuera cual fuera el resultado electoral. La primera de las oportunidades para elegir presidente está prevista alrededor de San Juan, fecha emblemática en Cataluña, pero son muchos los asesores de Puigdemont que le aconsejan que no cruce la frontera si no es teniendo garantizada la elección como presidente.

Malestar con Sánchez

En Junts hay un profundo malestar con la retórica usada por Moncloa y Ferraz desde el domingo pasado. Los independentistas siempre han dicho que los acuerdos que han llevado a los indultos, la reforma del Código Penal y la amnistía no son un perdón, sino un acto de justicia, una rectificación de un estado opresor... y ahora asisten a la escenificación de Sánchez, que se presenta a sí mismo como el que ha conseguido meter en el redil a los díscolos independentistas.

Puigdemont no se plantea, ni por asomo, ser detenido, tener que desplazarse a Madrid para declarar en el Tribunal Supremo y que -posiblemente- le sea retirado el pasaporte si a cambio no tiene en el bolsillo la presidencia de la Generalitat. En Junts saben que el Sánchez con el que tratan ahora no es el Sánchez débil de hace un año, cuando no tenía más opción que ceder en todo para seguir al frente del gobierno.

Hoy Sánchez está en el Gobierno, y no hay mayoría alternativa para apearle del poder. Es más, Junts necesita que el socialista siga en el gobierno hasta que la amnistía haya superado todos los obstáculos, y no se fían de él.

Puigdemont en su diseño de escenarios previo a las elecciones jamás previó que el Parlament no tuviera mayoría independentista, dado que siempre, excepto en 1980, se había dado esa tesitura. Ahora se plantea que una presidencia sin mayoría parlamentaria para poder aprobar un referéndum o declararse a favor de la autodeterminación puede ser una jaula de oro, y volver a España para participar en una investidura en la que acabe aplaudiendo la elección de Illa le conllevaría la detención, y le robaría un protagonismo que él cree que merece como acto de restitución.

En definitiva, Puigdemont vive hoy a un paseo de la frontera, está hoy más cerca de España, pero no se plantea cruzar el Pirineo si Sánchez no le garantiza la abstención de los diputados de PSC para que él sea investido presidente.

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