Oriol Junqueras, durante una rueda de prensa en la sede de ERCEuropa Press

Política

La revelación de una estructura paralela dedicada a la guerra sucia lleva a ERC al límite del colapso

Las amenazas de Tolo Moya de revelar con nombres y apellidos el funcionamiento de la trama acercan a la formación al precipicio

En Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) parece que nadie escuchó la profecía de Oriol Junqueras: «Los trapos sucios se lavan en casa», advertía el expresidente republicano hace apenas dos semanas. Junqueras lanzaba al aire su consejo al hilo de un manifiesto lleno de críticas veladas a su gestión, que pedía la renovación de liderazgos o y que hizo evidente de puertas afuera el juego de tronos desatado internamente.

Junqueras, recordemos, dimitió de su cargo tras la debacle del 12 de mayo, pero quiere recuperar el puesto en el congreso que el partido –previendo una repetición electoral– ha convocado para el 30 de noviembre. Se enfrenta a la actual cúpula de la formación, encabezada por Marta Rovira: la secretaria general ya ha advertido que dejará la primera línea, y su sector se afana por armar a tiempo una candidatura alternativa a Junqueras para noviembre.

Esta pugna interna por el liderazgo, precipitada por los desastrosos resultados electorales, ha tenido que convivir en las últimas semanas con la necesidad de dar una imagen de partido sólido y sin fisuras hacia el PSC y Junts. Los republicanos andan negociando a dos bandas la investidura, aunque la brecha abierta entre los altos cargos y la militancia cada vez es más grande.

Un cúmulo de tensiones, al que se añade la cuestión aún no resuelta de la entrada en el gobierno de Barcelona, que se ha agravado si cabe esta semana, con la revelación el lunes de que los polémicos carteles que aparecieron durante la precampaña de las elecciones municipales de 2023 se originaron dentro del propio partido.

«Vergüenza y horror»

Los pósters atacaban al entonces candidato de ERC en la capital catalana, Ernest Maragall, y su hermano, el expresidente de la Generalitat Pasqual Maragall, con el lema «Fuera el Alzheimer de Barcelona». «Siento vergüenza y horror por pertenecer, de alguna forma, a un trozo de sociedad capaz de llevar a cabo actuaciones indecentes como los que hemos tenido que recibir y combatir», apuntaba este martes Ernest Maragall en una publicación de X.

A medida que pasaban las horas, se ha ido descubriendo que los carteles no fueron una cosa puntual, sino que forman parte de toda una estructura paralela, llamada «estructura B», dedicada a la guerra sucia contra rivales políticos, tanto dentro como fuera del partido. Esta estructura, según se ha revelado, facturaría sus servicios a Relevance, una empresa vinculada a ERC.

El excandidato republicano a la alcaldía de Barcelona, además, señalaba al «entonces director de comunicación» de los republicanos, Tolo Moya, como responsable «orgánico» de los carteles. A esto ha respondido el propio Moya en tono de amenaza: en un comunicado enviado a Rac1 ha confirmado la existencia del grupo B y ha amagado con revelarlo todo.

«Estoy muy tranquilo, quiero que se haga una investigación, en este caso expondré las pruebas que demuestran quién es el ideólogo de este grupo, de cómo funcionaba, y de hasta dónde llegaba el conocimiento de todo eso», destacaba Moya.

En el punto de mira

Por el momento, los altos cargos de ERC puestos en el punto de mira por las sucesivas revelaciones incluyen al propio Moya; a Marc Colomer, vicesecretario de comunicación, y a Sergi Sabrià, actual viceconseller de Estrategia y Comunicación en funciones. La portavoz del gobierno catalán, Patrícia Plaja, quiso ponerse de perfil y en rueda de prensa arrojó balones fuera: «El Govern no tiene nada que ver con este tema».

En cualquier caso, a la espera de ver en qué se concreta la investigación prometida desde ERC, los trapos sucios que Junqueras pedía que se lavaran a cubierto amenazan con volverse más públicos si cabe. De hecho, la cuestión de cuánto sabía Junqueras –entonces aún presidente del partido– pone al republicano en una situación muy complicada. Él ha asegurado que no sabía nada, lo cual arrojaría dudas sobre el control que tenía sobre lo que ocurría internamente en su propia formación.