La secretaria general de ERC, Marta RoviraEuropa Press

Política

ERC ignora las presiones de Junts mientras Puigdemont desespera por no caer en la irrelevancia

El expresidente se resiste a dar un último golpe de efecto y pospone la decisión de volver para ser detenido

En ERC ya no tienen miedo a Carles Puigdemont. Esa es, al menos, la sensación que proyectan los republicanos, fortalecidos por el retorno a España de su secretaria general a finales de la semana pasada, la prófuga Marta Rovira, después de pasar seis años en Suiza.

En ERC ya no tienen miedo a Carles Puigdemont y reconocen, tanto en público como en privado, que su plan pasa por apoyar una investidura del socialista Salvador Illa. Todos sus esfuerzos se centran ahora en intentar conseguir el mayor trozo posible del pastel en este pacto: esta semana, Rovira pedía una reunión directamente con Pedro Sánchez y amenazaba al PSC con levantarse de la mesa de negociación si no se había alcanzado un preacuerdo que poder presentar a las bases a finales del mes de julio.

Este lunes, la también presidenta en funciones de ERC ofreció al PSC una muestra de buena voluntad: defendió ante unos 350 militantes de Barcelona el preacuerdo para que la formación entre a formar parte del gobierno municipal del socialista Jaume Collboni. Esto tiene importancia porque la votación que debía aprobar este movimiento político tendría que haberse celebrado hace unas semanas, pero se pospuso cuando la dirección barcelonesa de ERC le vio las orejas al lobo.

Hoy la idea de pactar con el PSC ha ido calando entre la militancia republicana, algo a lo que contribuyen las encuestas que vaticinan un batacazo electoral aún mayor en caso de repetición electoral. En su primer discurso a la militancia tras su regreso, Rovira insistía en que el concierto económico que espera obtener del gobierno de Sánchez a cambio de la investidura de Illa es un paso necesario para un nuevo referéndum.

Puigdemont, descolocado

Esta huida hacia adelante de los republicanos preocupa mucho entre las filas de Junts, que sienten cómo el momentum político se les escapa de las manos y se ven abocados a la irrelevancia en la nueva legislatura. Esta sensación resulta especialmente patente en el caso del líder de facto de la formación, el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont.

Desde que perdió las elecciones autonómicas, Puigdemont se ha dedicado a presionar a ERC para que apoyen su proyecto: un frente independentista que o bien le haga presidente de la Generalitat o bien –si el PSC no se abstiene– lleve a una repetición electoral que espera capitalizar con su retorno a Cataluña.

No obstante, todos sus planes se han ido frustrando. Esperaba que la aprobación de la ley de la amnistía le permitiese regresar a España sin miedo a ser detenido, pero la decisión del Supremo de no amnistiar el delito de malversación hace que se mantenga la orden de detención. También esperaba escenificar un retorno del «exilio» junto a los fugados de ERC, pero el fallo técnico que ha permitido el archivo del caso Tsunami ha permitido que Rovira se le adelante y capitalice entre el independentismo la épica del retorno.

Puigdemont, en una rueda de prensaJunts

Ahora, Puigdemont espera desde Waterloo mientras trata de intensificar –sin éxito– la presión sobre ERC. De nuevo, fracaso tras fracaso: la manifestación «unitaria» del independentismo convocada por la ANC el sábado en Barcelona pinchó, con apenas 1.500 manifestantes y sin la presencia de los republicanos. El presidente de esta entidad, Lluís Llach, se desgañita lanzando consignas puigdemontistas a ERC, advirtiéndoles que pactar con Illa es un «suicidio», pero sus gritos caen en oídos sordos.

El 27 de julio

El retorno de Rovira y la velocidad a la que avanza el acuerdo con los socialistas también truncó, como adelantó El Debate, su plan para presentarse a una investidura de última hora, pasados dos meses desde la entrada en vigor de la ley de amnistía. La intención de Rovira de cerrar el asunto a finales de julio deja a Puigdemont con una única oportunidad: cruzar la frontera sin amnistía y exponerse a una detención para aumentar al máximo la presión sobre la lealtad independentista de ERC.

De todas maneras, no se espera que este retorno se produzca en los próximos días, al menos hasta el 27 de julio, fecha en la que Junts ha convocado un mitin en el sur de Francia para, como dijo el secretario general de la formación en un mensaje interno, «dar apoyo al presidente de cara a su próximo retorno».

El partido fletará autobuses desde toda Cataluña, como ya hicieron durante la campaña, para movilizar a sus militantes, en una fecha en la que se celebra también el cuarto aniversario de Junts. La fiesta se celebrará en una semana clave, en la que termina el plazo impuesto por los republicanos y en la que todo puede precipitarse. Faltará ver si, para entonces, el órdago de Puigdemont aún asusta a los republicanos o si ya está todo el pescado vendido.