Josep Irla

Josep Irla

Josep Irla: El presidente olvidado de la Generalidad de Cataluña

Aunque nombres como Macià, Companys, Tarradellas y Pujol resuenan en la historia de Cataluña, Josep Irla el tercer presidente de la Generalidad ha quedado relegado al olvido

Josep Irla Bosch, nacido en Sant Feliu de Guíxols el 24 de octubre de 1874, fue un destacado político catalán que, a pesar de su importancia en la historia de Cataluña, ha sido en gran medida olvidado. Irla fue un hombre autodidacta, masón y federalista, que dedicó su vida a la política y a la defensa de las escuelas laicas. Aunque empezó trabajando en la taberna familiar y posteriormente fundó una empresa de fabricación de tapones de corcho, su verdadero legado reside en su labor política.

En 1906, Irla fue elegido concejal de Sant Feliu de Guíxols y, tras varios cambios en el ayuntamiento, se convirtió en alcalde. Durante su mandato, fue también diputado provincial en la Diputación de Gerona y participó en la consolidación de la Mancomunidad de Cataluña, colaborando estrechamente con los presidentes Enric Prat de la Riba y Josep Puig i Cadafalch. Su carrera política se vio interrumpida por la dictadura de Primo de Rivera, pero retomó su labor tras la proclamación de la Segunda República en 1931.

Bajo el gobierno de Francesc Macià, Irla fue nombrado comisario delegado del gobierno de la Generalidad en Gerona, impulsando la enseñanza, la cultura y el uso del catalán. En 1932, se unió a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y fue elegido diputado al Parlamento de Cataluña, donde jugó un papel clave en la redacción del Estatuto de Núria y en la gestión de la asistencia social.

A pesar de sufrir de asma crónica, Irla continuó ocupando diversos cargos en el gobierno catalán, destacándose en su labor como director general de Industria y de Asistencia Social, donde trabajó en la protección de los más vulnerables. En 1938, en los últimos meses de la Guerra Civil, asumió la presidencia del Parlamento de Cataluña, y poco después, tras la ejecución de Lluís Companys en 1940, se convirtió en el presidente de la Generalidad en el exilio.

Desde su exilio en Ceret, y más tarde en Cogolin, Irla continuó con sus actividades industriales para sobrevivir junto a su familia. En 1954, «viejo, enfermo y pobre», como él mismo se describió, nombró a Josep Tarradellas como su sucesor, dejando un legado que sería fundamental para la continuidad de la Generalidad en el exilio.

A pesar de nunca haber pisado el Palacio de la Generalidad, Irla desempeñó un papel crucial en mantener viva la institución durante los años de la dictadura franquista. Falleció el 19 de septiembre de 1958 en Sant Rafeu, en la Provenza. Sus restos fueron trasladados a Cataluña en 1981 y enterrados en su ciudad natal, Sant Feliu de Guíxols.

En 1997, se creó la Fundación Josep Irla para la investigación histórica y la difusión de su pensamiento político, con el objetivo de recuperar y preservar la memoria de un presidente que, aunque olvidado por muchos, dejó una huella imborrable en la historia de Cataluña.

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