Varios participantes en la Diada de 2023, antes de la manifestación convocada por la ACN en BarcelonaEuropa Press

Política

El independentismo llega a la Diada descabezado, con Junts anulado y ERC desangrándose por su guerra interna

El previsible fracaso de la concentración independentista en Barcelona acompaña una situación crítica en los partidos separatistas

Desde el «¡presidente, ponga las urnas!» de Carme Forcadell en 2014, el 11 de septiembre lleva una década siendo el momento en que el separatismo catalán realizaba su gran manifestación anual de fuerza. Diez años después, no obstante, el independentismo llega a la Diada en sus horas más bajas: sin un liderazgo claro, con sus principales actores políticos enzarzados en bregas internas y con un presidente «españolista» en la Generalitat.

Fruto de ello, las previsiones de asistencia para la manifestación de este año son malas. Tan malas, de hecho, que las entidades organizadoras –Asamblea Nacional Catalana (ANC), Ómnium Cultural y demás– han decidido dividirla en cinco mini-manifestaciones que se celebrarán simultáneamente en Barcelona, Gerona, Tarragona, Lérida y Tortosa, con tal de evitar el fracaso de una cita única deslucida.

Durante estos días, Lluís Llach –presidente de una ANC cada día más indistinguible de una mera correa de transmisión del entorno de Carles Puigdemont– se ha desgañitado pidiendo a los independentistas que no se queden en casa. «Ahora lo que tenemos que repetir es que o te levantas o nos entierran de uno en uno», aseguraba a El Mundo, en una entrevista en la que, con todo, reconocía que Cataluña ya no está «en una situación revolucionaria».

A pesar de los esfuerzos del cantautor, las horas previas a la cita no parecen haber inflamado a las huestes independentistas, sino que han servido –más bien– para evidenciar la crisis profunda que atraviesan los dos grandes partidos secesionistas de Cataluña, Junts y ERC, relegados a un segundo plano después de que el PSC de Salvador Illa lograse in extremis el gobierno de la Generalitat.

ERC se desangra

La situación en Esquerra es la de un juego de tronos que hace tiempo que trascendió la esfera privada del partido. A pesar de los llamamientos de uno y otro bando por lavar los trapos sucios en casa, la guerra interna entre los partidarios de Marta Rovira y los de Oriol Junqueras se libra a la vista de todos, en las redes sociales y los titulares de los medios de comunicación.

La secretaria general de ERC, Marta Rovira, y el presidente de ERC, Oriol JunquerasEuropa Press

Aunque hay cuatro candidaturas en liza, las de Rovira y Junqueras, otrora aliados y compañeros, son las dos posibilidades con más opciones de triunfar en el congreso nacional que ERC tiene programado para el próximo 30 de noviembre. Se enfrentan un Junqueras que cree que tiene el derecho a una nueva oportunidad tras haberse «sacrificado» en la cárcel y una Rovira que –desgastada por las negociaciones de investidura con el PSC– pretende dar un paso atrás y «renovar el liderazgo» de ERC.

Sin embargo, lejos de ser una contraposición de ideas y de modelo de partido, la pugna por el poder entre ambos sectores se ha convertido en un espectáculo de filtraciones rencorosas y ataques personales. El último episodio, apenas horas antes de la Diada, ha sido la publicación de unas capturas de pantalla de un chat interno de ERC de enero de 2024 en las que Rovira pedía sacar provecho del episodio de los carteles contra los hermanos Maragall.

Se trata del último capítulo en el serial de la estructura B de ERC, un equipo paralelo al oficial que actuaba de forma secreta y encubierta y se dedicaba a realizar campañas de guerra sucia, bien contra oponentes políticos o bien contra miembros de su propio partido. Este martes, el exdirector de Comunicación de ERC Tolo Moya, aseguraba haber sido el «cabeza de turco» en el caso de los carteles, y amagaba con acudir «pronto» a los tribunales para defenderse.

Moya, despedido recientemente por el partido de su cargo como asesor de la Diputación de Barcelona, aseguraba en una entrevista en Catalunya Ràdio que no confía en la investigación interna llevada a cabo por el partido sobre esta cuestión. Junto al intercambio de reproches entre los entornos de Junqueras y Rovira, es más leña al fuego de una hoguera que amenaza con consumir al partido entero.

Junts, anulados

Por su parte, Junts tampoco vive sus momentos más destacados. Sin estar exento de peleas internas –estos días se conocía un intercambio de críticas entre los entornos de Puigdemont y Artur Mas–, su problema está más bien en la cúpula: el «partido de Puigdemont», como lo han descrito varios de sus dirigentes, tiene a su líder en el extranjero y con las manos atadas, y no hay nadie en el partido con entidad suficiente como para ser su relevo.

Junts celebrará en Calella los próximos 25, 26 y 27 de octubre un congreso nacional en el que buscan definir el futuro de su partido, y varios dirigentes de la formación post convergente han adelantado ya su intención de que Puigdemont asuma la presidencia de la formación, sustituyendo a Laura Borràs.

El expresidente de la Generalitat y líder moral de Junts, Carles PuigdemontEuropa Press

Ello supondría que el expresidente de la Generalitat rompiese otra de sus promesas, ya que durante la precampaña electoral aseguró que se retiraría de la política institucional si no ganaba las elecciones. Sin una alternativa a la vista, desde Junts confían en seguirse fiando al simbolismo del prófugo «presidente en el exilio» para encarar su nueva etapa como líderes de la oposición a Illa.

Esto, no obstante, tiene varios problemas. Entre ellos, que el futuro judicial para el expresidente no está tan claro: este mismo martes, el juez Pablo Llarena volvió a rechazar la amnistía para la malversación de Puigdemont, tal y como pedía la Fiscalía para el expresidente y para los ex consejeros Antoni Comin y Lluís Puig.

Así, sin la posibilidad de que Puigdemont vuelva a España tras su performance de agosto, Junts tendría que funcionar con un líder a distancia y sin la capacidad de intervenir en el Parlament, fiando la portavocía y protagonismo en la cámara a Albert Batet.