Sam Lee, photographed in Wick woods, Hackney; Sept 2019

Sam Lee, photographed in Wick woods, Hackney; Sept 2019Dominick Tyler

Entrevista

Sam Lee, el peregrino enamorado que le canta al musgo y al ruiseñor: «No puedes proteger lo que no amas»

El cantautor británico trae a Barcelona este domingo su particular apuesta por el folk más telúrico: «El viejo mundo está muy presente»

«Tu parla está preñada de una temprana aflicción / y, sin embargo, singularmente sublime. / Un lenguaje, una liturgia, viva, peroasaturnina / pues tu rareza determina la mía». El británico Sam Lee le canta al ruiseñor con la ternura de un enamorado y la urgencia de quien sabe que no hay tiempo que perder. Este domingo, el cantautor defenderá su propuesta de folk telúrico en Barcelona, en un único concierto en el CaixaForum, y el martes lo hará en Madrid.

«Tocaremos sobre todo canciones de [mi último álbum] songdreaming, pero también música antigua: canciones sobre la naturaleza», avanza Lee en conversación con El Debate. La relación de Lee con el medio natural es muy particular: peregrino infatigable, ha compuesto su particular repertorio recorriendo Inglaterra a pie, coleccionando antiguas tonadas transmitidas oralmente y reimaginándolas para componer su particular carta de amor a la tierra, al legado y al mundo invisible que persiste.

–En songdreaming ha reescrito varias canciones folk de la tradición anglosajona, transformándolas. ¿Cómo ha sido su proceso?

–Hay varias respuestas, pero la más corta es que realmente no lo sé. Es un poco como cocinar cuando no tienes ni idea de qué hay en la nevera. A menudo empiezo con una canción antigua, y veo qué resonancias tiene: tal vez una palabra, o un movimiento de la melodía que refleja algo que estoy sintiendo. Trato de encontrar qué vale la pena mantener y qué no, y a veces es una reescritura completa.

–Tolkien pensaba que Inglaterra no tenía una mitología propia, y por eso se lanzó a crear la suya propia, pero usted se dedica precisamente a capturar ese pasado cuasi mítico de la isla.

–Lo que Tolkien hizo es increíble, su creación de un sentido mítico, sobrenatural… pero creo que lo que me atrae a la tradición es lo que he visto en las viejas composiciones, y en mis viajes para coleccionarlas, tratando de hablar con aquellos que aún las recuerdan. Veo un legado transmitido de persona a persona por cientos de años, son un vínculo directo a un tiempo de antaño…

Es como cuando vas a casa de alguien y ves un mueble centenario, y puedes sentir que ha pasado de vida en vida. La diferencia es que en un mueble la memoria se guarda en los cajones, inalterable, mientras que las canciones cambian con el tiempo, y viven dentro de las personas. Creo que hay algo muy profundo en eso. E intento revivir el sentido de conexión, creo que el viejo mundo está muy presente a nuestro alrededor: no como una fantasía o algo de otro tiempo, sino algo a lo que estamos conectados.

–Muchas de sus composiciones giran en torno al amor por la naturaleza, ¿cómo es cantar sobre ello a un público cada vez más urbano, a una sociedad cada vez más alejada de lo natural?

–La sociedad va recordando, olvidando… Pasa de forma distinta en partes distintas del mundo, pero yo en cierto sentido soy muy afortunado, porque tengo una visión multifacética. Veo muchas comunidades que están trabajando para combatir el declive ecológico y la crisis climática, trabajando para restaurar los ecosistemas y cambiar el modo en que vivimos por uno más orgánico. En España y Portugal hay ejemplos maravillosos: yo he pasado algún tiempo en Asturias y he visto familias que viven intentando traer de vuelta la naturaleza. Veo lo positivo, pero también veo cómo en España tratan a los agricultores, a la gente que vive de la tierra… Cada país tiene sus problemas.

–Canta canciones muy locales, enraizadas en el paisaje de Inglaterra, pero toca para un público global, ¿cómo es la recepción fuera de su tierra?

–Bueno, ese es el tema del arte. Yo puedo escribir refiriéndome a un paraje natural muy local, o muy particular, y un oyente extranjero puede no tener ni idea de cómo es, pero espero poder transmitir un cierto sentido de la relación. Y así él pueda compararlo con su propia memoria acerca de un lugar de belleza. Yo solo puedo referirme a mis propias experiencias, pero trato de hacerlas accesibles, porque estoy apasionado con la idea del contexto global. Es todo un planeta.

–Además de cantarle, ha escrito un libro sobre el ruiseñor, The Nightingale, ¿por qué? ¿Qué captura su amor por este pájaro?

–De nuevo, la respuesta sería muy amplia. Los ruiseñores son muy raros, tienen esa sensación de algo especial. Son pequeños, redondos, no muy interesantes de mirar… pero cuando abren la boca, tienen esa canción increíble, como de otro mundo. Tienen muchos atributos que les hacen parecer más inteligentes que otros pájaros, están llenos de emoción y expresividad. También me gusta cómo viven: se esconden, habitan en páramos en Escocia, en los márgenes… Me recuerda al modo en que viven los artistas, en los márgenes de la sociedad, en los lugares que otros no ven habitables.

–Llevan varios años organizando Singing with Nightingales, veladas nocturnas junto al fuego donde tocan música a dúo con el canto del ruiseñor. ¿Este año repetirán la experiencia?

–Sí, absolutamente. Se ha convertido en algo muy grande: 5.000 personas vienen cada primavera, en Inglaterra. Ahora me gustaría traerlo a España: he mirado algún lugar en Ibiza, pero invito a que todo el que sepa de una buena localización donde canten los ruiseñores me lo diga.

–En Spotify, su canción más escuchada es la que compuso para la banda sonora de Rey Arturo. La leyenda de Excalibur, de Guy Ritchie. ¿Se siente representado por ella como carta de presentación?

–Estoy muy orgulloso de esa canción, The Devil & The Huntsman, aunque no representa mi expresión. Con ella tengo una relación diferente a otros temas míos, pero es mi canción que ha llegado más lejos y no quiero renegar de ella.

–En sus canciones se trasluce la melancolía por un mundo natural que se pierde pero ¿también algo de esperanza?

–Soy un firme creyente en que no puedes proteger lo que no amas y no puedes amar lo que no conoces. Ese es el camino: traer a la gente a una relación emocional, traer conciencia y apertura a cosas que tal vez no se celebran lo suficiente. A menudo a la naturaleza no se le da un sentido de valor o de importancia, e intento traer a la gente de nuevo a este espacio.

–¿Un último mensaje para los oyentes españoles?

–Una pregunta: ¿dónde en tu vida has visto un gran declive en la naturaleza? Y ¿cómo puedes trabajar para proteger aquello que fue, aquellos lugares maravillosos que tienes más cerca de casa? Quiero invitarles a que honren esa relación.

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