Yarivith González, en el laboratorio

Yarivith González, en el laboratorioFundación Princesa de Girona

Entrevista

Yarivith González, Premio Princesa de Girona: «España y Latinoamérica podemos hacer muchas cosas positivas juntos»

La científica y ganadora del Premio Princesa de Girona Internacional 2024 visita Barcelona y llama a recuperar el «pensamiento crítico y profundo»

La joven científica venezolana Yarivith González (Barquisimeto, 1988) ganó este año el Premio Princesa de Girona Internacional 2024. El jurado la eligió por «su destacada labor en la investigación química, incluyendo el reciclaje de metales en baterías de iones de litio, por su trabajo en promover la educación ambiental y por llevar la ciencia a los colegios en América Latina».

Autora de una patente y de varias publicaciones en revistas de alto impacto internacional, González ha visitado Barcelona este lunes, donde ha atendido a El Debate para hablar sobre las relaciones entre España y Hispanoamérica, la importancia de bajar las teorías a la práctica o la influencia de su familia.

–¿Qué supuso para ud. recibir el Premio Princesa de Girona?

–Al recibir la llamada, mi cabeza explotó. Cambió mi vida definitivamente, porque estaba atravesando un momento de transición profesional y para mí supuso decir: «Esta es la vía, lo estoy haciendo bien». Cuando me llamaron no me lo podía creer, y –si te soy honesta– ahora tampoco, porque hay muchos investigadores que están haciendo cosas inimaginables, apostando por la carrera espacial, viendo si podemos llegar a Marte... pero muchos me dicen que lo que yo hago también es muy importante. Y el premio reafirmó mi pensamiento de que todos podemos aportar, y que todo lo que hacemos tiene un sentido práctico, de transferencia, de por qué y para qué.

Yarivith González, en el laboratorio.

Yarivith González, en el laboratorio.Fundación Princesa de Girona

–El premio viene apadrinado por la Princesa Leonor, ¿qué perspectiva tienen uds. de su rol desde fuera?

–Para nosotros es muy relevante que desde España se coopere y visualice todo el talento que viene de Latinoamérica. Tenemos muchas cosas en común y creo que el premio es una ventana para seguir promocionando las cosas positivas que podemos hacer entre ambos, ¿Qué tenemos nosotros allá que podamos aplicar acá? O viceversa, en materia de ciencia o en materia de todo. Es una manera de llamar a la cooperación, al trabajo mancomunado entre Europa y Latinoamérica. Y sobre la Princesa Leonor, que una figura tan importante a nivel mundial reconozca todo lo que estamos haciendo es una motivación, sobre todo para la generación joven.

–Habla del trabajo en común entre España y Hispanoamérica, pero estos días estamos viviendo un conflicto diplomático con México precisamente por divergencias sobre este vínculo. ¿Cuál es su opinión?

–Creo que hemos evolucionado, ¿no? En lugar de perder el tiempo en pensamientos que no corresponden, hay tantas cosas tan importantes que pensar... ¡Hay lugares en los que no tenemos agua potable! No sé, son temas exageradamente sensibles y que no me corresponden en este caso, pero pienso que hay cosas más importantes que pensar. Y creo que el pensamiento crítico hay que rescatarlo, de ambas partes, en el mundo. El pensamiento crítico y profundo de verdad.

–Volviendo a lo que hablábamos, su investigación incluye un punto de aplicación práctica a corto plazo que tal vez ir a Marte no tiene...

–Creo que va por ahí. Mi trabajo empieza haciendo una reflexión sobre la problemática que tenemos con el plástico, que es un producto sumamente contaminante si no se gestiona adecuadamente. Está probado y comprobado que hay islas de plástico que afectan negativamente a los ecosistemas. Yo me hice esta misma reflexión sobre las baterías de nuestros celulares o de los coches eléctricos: ¿qué va a pasar con este residuo?

De ahí mi trabajo con el Grupo de Metalurgia Extractiva en la Universidad Nacional de San Luis, en Argentina, acompañada de mis dos directores, Lucía Barbosa y Jorge González. Yo me incorporé al equipo con una visión ambientalista: no solo se trataba de desarrollar la tecnología a nivel teórico, sino también la práctica y la transferencia tecnológica.

–Ud. marchó de Argentina a Suecia, ¿en qué punto de su investigación se encuentra ahora?

–Estoy en la escritura final de mi tesis, para la defensa. En Suecia estoy vinculada a un grupo de I+D que trabaja a escala industrial, para llevar esto a nivel macro. Pero esto no me desvincula del trabajo que he venido haciendo en Argentina, porque son las mismas bases.

–En el tema energético entra también la geopolítica, las tensiones con los países productores de otros recursos, como el petróleo. ¿Ud. entra ahí o se queda en el desarrollo de la tecnología?

–Soy ambientalista de convicción, y soy amante de la tecnología que sea amigable con el ambiente, porque realmente esta es una sola casa y todos tenemos que contribuir. Esa es mi realidad. No censuro ningún tipo de tecnología, porque al final de cuentas la humanidad necesita desarrollarse, pero sí deberíamos pensar una tecnología que sea realmente amigable con el ambiente. Muchas veces puede ser más económica o ser más costosa, pero ahí es donde está el punto crítico de la vinculación del saber científico, empresarial, gubernamental y del Estado.

Si estos cuatro actores se vinculan, la sociedad sale beneficiada. Y es muy difícil, pero no imposible, hay chance para hacerlo. Sobre el impulso del auto eléctrico, por ejemplo, se puede masificar a largo plazo, pero pensando siempre en las cadenas circulares de producción: la cadena lineal ya ha quedado realmente obsoleta. Hay que pensar en qué va a pensar al final, y ahí estoy yo: la recicladora.

–Habla a menudo del impacto de sus familiares en su trayectoria profesional, a pesar de que ninguno de ellos haya sido investigador como ud.

–No han sido científicos de escuela, pero han sido científicos de la vida. Yo pienso que todos somos un científico: siempre andamos en ensayo y error, todo el tiempo. Lo digo de forma poética, pero el hecho de ver a mi padre haciendo cosas con sus propias manos, reparando motores de camiones gigantes sin tener herramientas superdotadas, o ver cómo mi abuela hacía su trabajo en el Liceo y hacía el esfuerzo para estudiar a pesar de tener una edad ya avanzada… O mi madre, o mis tíos. Eso me llevó a decir «Yo necesito hacer algo que pueda impactar». Creo que ese aprender haciendo lo aprendí de mi familia.

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