Lluís Companys en Sabadell, en 1937.Wikimedia

Historia de Cataluña

La razón real por la que fusilaron a Lluís Companys, el político mediocre convertido en «mártir» separatista

El verdadero motivo por el que condenaron a Companys no fue por su cargo, sino por lo que hizo mientras lo ocupaba

Este martes se cumplen 84 años del fusilamiento de Lluís Companys en el castillo de Montjuic, el 15 de octubre de 1940. Gracias al preacuerdo entre PSC y ERC para hacer presidente de la Generalitat a Salvador Illa, el Estado anulará las sentencias y las resoluciones judiciales contra Companys, tanto las de la Guerra Civil como las de la dictadura.

Así, el Gobierno reconoce que la condena fue injusta porque se tomó la decisión de fusilarlo por haber sido abogado de los sindicatos únicos y de la CNT, por haber organizado la Unión de Rabassaires, por haber fundado ERC, por haber proclamado la República el 14 de abril de 1931 y por ser presidente de la Generalitat.

El tema de Companys lo llevan los de ERC en su ADN y lo sacan a pasear siempre que pueden. Lo de ahora no es nuevo: en 2018 el gobierno de Pedro Sánchez, dentro de la llamada memoria democrática, proclamó su reconocimiento y la restitución de la dignidad de Companys como presidente de la Generalitat, y rechazó y condenó el consejo de guerra que lo sentenció a muerte.

En 2022, al entrar en vigor la ley, quedó anulada la condena a muerte de Companys. Ahora el Gobierno de Sánchez restituye su figura al asegurar que fue represaliado y condenado por ser el máximo representante de la Generalitat de Cataluña y por su militancia e ideología. El problema es que —aunque en ERC estén muy contentos y al PSOE le importe muy poco— todo lo anterior es una falacia.

Quién fue Lluís Companys

Para abordar la cuestión, nos hemos de hacer dos preguntas: ¿fusilaron a Lluís Companys por ser presidente de la Generalitat? Si no, ¿por qué fue juzgado, sentenciado y fusilado? Lo que sí es cierto es que fue abogado sindicalista y que fue uno de los fundadores de Unió de Rabassaires.

En 1925, Companys fue al despacho de Francisco Cambó. Parece ser que estaba cansado y fatigado, tenía miedo de volver a la cárcel. También se sentía engañado de la gente que le rodeaba y quería apartarse de todo aquello. Le pidió que le consiguiera un trabajo en Buenos Aires: se quería marchar a Argentina y dejarlo todo atrás. Ahí quería empezar de nuevo. No pudo ser, y la política le sacó el cansancio.

Francisco Cambó, retratado por Ramon Casas.Wikimedia

Companys no fue un santo. Muchos lo consideran un mártir y creen que dio la vida por Cataluña. Lo cierto es que Companys fue un ser mediocre que vio en la política una oportunidad para ganar dinero. En una época en la cual la mayoría de los políticos rozaban la mediocridad, salvo honrosas excepciones, Companys no desentonó.

También ha pasado a la historia como el gran estandarte del independentismo catalán y el salvador de unos ideales patrióticos. La verdad es que se aprovechó de la realidad catalana del momento. Su ideología era simple y jacobina. Sentía indiferencia e incluso antipatía por el catalanismo y el independentismo.

Era amigo de los anarquistas y se le podía considerar más españolista que catalanista. A finales de los años veinte del siglo XX, su pensamiento evolucionó hacia el independentismo extremo. Sus cambios ideológicos le permitieron adaptarse a las circunstancias de una época cambiante políticamente hablando.

Tampoco fue un revolucionario: era miembro de una familia burguesa, se adaptó y, al hacerse amigo de los anarquistas, los defendió en la multitud de juicios que se realizaron como consecuencia del pistolerismo que sacudió Barcelona durante esos años. Es posible que llegara a sentirse catalanista los últimos años de su vida, antes no. Y lo cierto es que defendió a los anarquistas más por dinero que por amistad.

El golpe de estado de 1934

Lo curioso es que no se habla del tema clave de toda la historia vinculada con Companys: el golpe de estado que dio el 6 de octubre de 1934. Como escribió Francisco Cambó:

«Él y los que le aconsejaban esta actitud creían beatamente que todo pasaría como el 14 de abril del año 1931, y se quedaron sorprendidos y desorientados al ver que toda la fuerza pública, salvo los mossos de escuadra y guardias de asalto, se ponían en contra de la Generalidad iniciando la lucha armada para la que la Generalidad no tenía la menor preparación en aquellos momentos en la que solo la cobardía de los hombres de la Generalidad evitó una hecatombe».

Fue juzgado y, en vez de fusilarlo, se le condenó a pena de cárcel. Las elecciones de febrero de 1936 lo sacaron de ella. De no haber ganado el Frente Popular en 1936, de no haber sido liberado, de no haber recuperado la presidencia de la Generalidad, de no haber estallado la guerra civil, hoy en día nadie hablaría de Lluís Companys, por su incompetencia y mediocridad.

Cuando el 19 de julio de 1936 estalló la guerra civil y fracasó en Cataluña, Companys permitió que fusilaran a los militares que «dieron el golpe de Estado». Sin mover un solo dedo se fusiló a Francisco Lacasa, Vicente Vázquez, Antonio Rebolledo, Pedro Ponce de León, Claudio Durango, Enrique Rodríguez, Enrique Quintana, Luis Navarro, Antonio Moreda, José Hurtado, José Montagud, José Montesinos, Diego Serras, Pedro Mercader, José Culubí, Ildefonso Hernández, Ramón Mola Vidal, Nicolás Callada, Juan Laguna, José María Valenzuela, Alberto González, Guillermo Cabestany, Alejo Sanz, Luis Botella.

Todos estos, el 19 de julio de 1936. El 12 de agosto de 1936, en el castillo de Montjuic, permitió que se fusilara a los generales Manuel Goded y Álvaro Fernández Burriel. Volvamos a Cambó. En sus memorias escribe: «El fusilamiento fue un inmenso error de Franco. ¿Injusto? Él, el 6 de octubre de 1934 había cometido igual delito que los militares… y fue indultado. En 1936 él hizo fusilar a todos los militares sublevados». Y esa es la clave.

Lluís Companys, realizando un mensaje por radio, en 1936Wikimedia

Cambó lo deja muy claro. Companys fue juzgado, procesado y fusilado por sus actos como presidente de la Generalidad, no por serlo. Dicho de otra manera, no se acordó que los militares, en su momento, decidieron no fusilarlo y condenarlo a pena de cárcel. Dos años después se olvidó de todo aquello y no movió un dedo para tratarlos igual que ellos habían hecho con él. Su actitud era imperdonable y, por eso, lo juzgaron.

En aquella segunda ocasión no tuvieron ningún tipo de contemplación y lo condenaron a la pena máxima. De no haber actuado como lo hizo en 1936, Companys hubiera muerto en el exilio. Podemos hacernos una pregunta que se responde sola. ¿Por qué no se persiguió al lehendakari José Antonio Aguirre? Este murió en París, en 1960, exiliado. La respuesta es fácil. No actuó como Companys. Ahora bien, de cara a su reconocimiento para las generaciones futuras, que hoy no hablarían de él, lo mejor que le pudo pasar es que lo fusilaran aquella madrugada del 15 de octubre de 1940.