La nueva cúpula de Junts posa sin Puigdemont en la clausura del congresoEuropa Press

Análisis

Junts cierra su congreso sin garantizar el voto a los presupuestos y resignado a mantener diálogo con Sánchez

Los de Puigdemont clausuran un fin de semana de equilibrios entre la política catalana y la española

Pedro Sánchez anunció en una rueda de prensa en Nueva York, el pasado 25 de septiembre, que sobre los presupuestos «tendremos que esperar a los congresos de los socios parlamentarios». Pues bien, ayer se clausuró el de Junts, primero de los dos cónclaves a los que Sánchez se refirió desde Naciones Unidas. El próximo es el de ERC, para el cual Sánchez aún deberá esperar hasta el 30 de noviembre.

Si bien el congreso de Junts podría verse desde la Moncloa como un obstáculo menos, por el aval de la ponencia estratégica a mantener el diálogo con «el Estado», Sánchez no puede aspirar a empezar a tramitar las cuentas el 1 de diciembre, dado que el complicado sistema asambleario por el que se gobierna su otro socio independentista catalán le permitiría empezar el trámite parlamentario, en el mejor de los casos, pocos días antes de Navidad.

Los otros socios del PSOE no se han querido perder la clausura del congreso de una de las patas más díscolas del Frankenstein y hasta Calella, a 50 kilómetros al norte de Barcelona, se han trasladado este fin de semana Andoni Ortuzar y Joseba Eguibar (PNV), Jon Iñarruti (Bildu) y Rubén Cela (BNG).

Contradicciones ideológicas

Sánchez para aprobar las cuentas públicas tendrá que esperar a algo más que a celebración de este congreso y el de ERC. La ponencia ideológica de Junts, con guiños a la convergencia clásica —«preferimos jóvenes que alquilen a okupas» dijo el secretario general Jordi Turull en la clausura—, llevarán a una fuerte contradicción entre las posiciones de Junts y las Podemos, cuyos cuatro votos son tan imprescindibles como los siete de Puigdemont.

Los otros socios parlamentarios de Sánchez, muchos de los cuales estaban hoy en Calella para analizar in situ la situación, pueden dejar de lado sus contradicciones ideológicas y aceptar los postulados de Junts porque todos tiene algo que perder si no lo hacen: el PNV, el poder en el País Vasco; Bildu, que se frene su anhelada liberación de presos; Sumar, su presencia en el gobierno de España… pero Podemos no tiene nada que perder.

Intervención telemática de Carles Puigdemont en el congreso de JuntsEuropa Press

Es más, en la actual situación de franca descomposición de Sumar, un adelanto electoral les podría llegar a favorecer y, por lo tanto, no tienen razón alguna para realizar concesiones a Junts, a la que el mismísimo Gabriel Rufián viene refiriéndose últimamente como «la derecha junto a VOX y PP».

Las encuestas sitúan a Podemos en Cataluña por delante de los Comunes, los socios catalanes de Sumar, que más allá del capítulo Errejón viven en Cataluña su particular crisis con la huida a Italia de Ada Colau y el anuncio de Jéssica Albiach, su líder en el Parlament, de renunciar al liderazgo de la formación.

Un acto de equilibrio

El congreso de Junts ha sido un acto de equilibrio: en Cataluña, oposición frontal a Salvador Illa, pero en España, línea abierta con Sánchez hasta lograr la aplicación de la amnistía integralmente. En Junts creen que ese momento llegará de la mano del Tribunal Constitucional en un plazo máximo de un año.

Si su teoría se convierte en realidad, tras el regreso de Puigdemont en Junts se sentirán liberados y podrán lanzarse a la yugular de Sánchez como están intentando hacer con Illa. Su objetivo es convertirse en la fuerza hegemónica del independentismo y dejar la confrontación con ERC, a la que en el congreso del partido neocovergente se ha tratado con condescendencia, vista su crisis interna precongresual con cuatro listas compitiendo en una lucha fratricida y sin cuartel.

Puigdemont afronta su segunda etapa al frente de Junts con un apoyo del 90,18 %. Ha sorprendido que solo haya participado en la votación el 43 % de la militancia.

El partido de Jordi Pujol, de Artur Mas, de Puigdemont y de Quim Torra, ha gobernado Cataluña 36 de los 44 años de los que lleva vigentes la autonomía. Han ostentado la alcaldía de la ciudad de Barcelona, la presidencia de la Diputación de Barcelona y han sido decisivos para investir o mantener en el poder a cuatro presidentes del gobierno de España, pero hoy, si no fuera por los caprichos de la aritmética parlamentaria que dieron un papel decisivo a sus siete escaños en el congreso, Junts sería considerado un partido sumido en una profunda crisis.

Una a la que se le suma la contradicción de tener que negociar concesiones para la Generalitat de Cataluña que, a diferencia de lo que le ocurre al PNV en el País Vasco, no serán aplicadas por ellos, sino que beneficiarán al socialista Salvador Illa, al que consideran «el presidente más españolista de la historia de la Generalitat de Cataluña».

El congreso de Junts ha dejado algunas ideas inquietantes e inconcretas como «la solución catalana al reto demográfico» y otras sorprendentes, como el anuncio de que aspiran a representar «las clases medias empobrecidas», dado que eso lleva implícito, sin duda sin ser conscientes de ello, un reconocimiento de que su gobernanza ha tenido como consecuencia el empobrecimiento de los catalanes. Puigdemont ha tenido un momento de lucidez al reconocer en su intervención de clausura que «el independentismo está más dividido que nunca».

También como guiño al pasado convergente o como muestra de lo que desean volver a ser, al congreso han asistido Antoni Cañete, presidente de una de las dos patronales catalanas y Benet Maimi, una de las manos derechas de Sánchez Llibre, en representación de la otra.