La figura de la Carassa está inspirada en los antiguos colgados de las iglesias de Barcelona

La figura de la Carassa está inspirada en los antiguos colgados de las iglesias de BarcelonaWikimedia

Historias de Cataluña

Barcelona colgaba en las iglesias «cabezas de sarracenos»: quisieron convertir la Catedral en un harén

La tradición de las 'carasses' viene del siglo XIII, y se perdió totalmente tras el Concilio Vaticano II

En Barcelona había una tradición que se perdió, en algunos lugares después de la guerra civil y en otros al finalizar el Concilio Vaticano II. Decimos Barcelona porque no conocemos otra población de Cataluña donde se produjera este hecho.

El pueblo, siempre tan inteligente en sus descripciones, llamaba a esta tradición las carasses –«caras», aunque también se las conocía como «colgados»–. Hoy en día la tradición se ha perdido. Pero ¿qué eran estos colgados de las iglesias?

Su origen lo encontramos en el siglo XIII. Fue una reacción popular contra la invasión de los sarracenos. Según se explica, estos quisieron transformar la Catedral de Barcelona en un harén... pero la gran cantidad de puertas les disuadió de esta idea.

Poco después, cuando Barcelona quedó liberada, el pueblo se dedicó a construir colgados y los colocaron en diferentes iglesias de la ciudad. El colgado era la representación de la cara de un sarraceno.

El saqueo de Barcelona

La invasión de los sarracenos sobre Barcelona se produjo el año 985. Dirigido por Almanzor, el ejército sarraceno salió de Córdoba el 5 de mayo del 985. El conde Borrell II con sus tropas fue a buscarlo para impedirles el paso, pero fueron derrotados.

Los soldados sarracenos llegaron a las murallas de Barcelona el 1 de julio de ese año. La lucha duró seis días. Finalmente Barcelona fue conquistada. Cuando Almanzor llegó a la ciudad, ordenó saquearla, incendiarla y destruirla. Sus habitantes fueron muertos o hechos prisioneros.

Tropas de Almanzor representadas en las Cantigas de Santa María.

Tropas de Almanzor representadas en las Cantigas de Santa María.Wikimedia

Entre los prisioneros se debe destacar al vizconde Udalard y al arcediano Arnulfo. Entre los muertos podemos citar al conde Ermengol, al obispo de Barcelona, a Aecio, a Adalbert y quizás al veguer Iris Guillem. Fue mortalmente herido Odón, obispo de Gerona. En total la devastación sarracena supuso tres mil muertos.

La estancia de estos en Barcelona no se conoce del todo bien. Según algunos cronistas estuvieron en la ciudad dos meses y luego fueron hacia el otro lado de la desembocadura del Ebro. Según otros cronistas los sarracenos estuvieron dos años en Barcelona.

Los monasterios de Sant Cugat del Vallès y San Pedro de las Puellas fueron saqueados e incendiados. En Sant Cugat se encontraron nueve monjes muertos. El abad y otros monjes que habían ido a Barcelona para refugiarse murieron durante el saqueo de la ciudad.

Las monjas de San Pedro de las Puellas, menos la abadesa, corrieron la misma suerte. Cuando acabó el enfrentamiento con los sarracenos, el conde Borrell restableció la vida monástica en San Pedro de las Puellas y puso a Adalet, una pariente suya, como abadesa.

El conde Borrell II pidió la ayuda de los monarcas francos, pero estos no hicieron nada. Cuando Hugo Capeto, sucesor de Luis V, le pidió renovar la fidelidad del vasallaje, el conde se la negó. De este modo se consolidó la emancipación de los condados catalanes.

Cronistas del saqueo

Antoni Rovira i Virgili: «Las proporciones del desastre fueron verdaderamente enormes. Con razón puede decirse que la entrada del ejército de Almanzor es el hecho más calamitoso que registra la historia de Barcelona, al menos de mil años acá»

​Ferran Soldevila: «Mientras las dos grandes potencias que habían dominado sucesivamente nuestro país habían visto debilitarse su ímpetu imperialista, Cataluña se había fortalecido. Pequeña como era, ya tenía suficiente consistencia para subsistir independiente entre sarracenos y francos».

​Santiago Sobrequés: «Su negativa tácita [de los reyes francos] no produjo ninguna reacción por parte del rey Hugo. Tampoco produjo otro ataque de los musulmanes. El conde Borrell había, pues, calculado hábilmente, había sabido jugar sus cartas con oportunidad, y la continuación de la paz con el islam, tan necesaria para reponerse de la catástrofe del 985, le permitió consagrar los últimos años de su vida a la reconstrucción del país».

Ahora bien, no fue hasta la reconquista de Jaime I cuando los sarracenos abandonaron, definitivamente, la Corona de Aragón.

Colgados en la Catedral

Volviendo al tema inicial, hubo colgados en la Catedral de Barcelona, en la Iglesia-Basílica de Santa María del Mar y en la Iglesia de San Justo y Pastor.

El origen del colgado de la Catedral de Barcelona se remonta al siglo XIII. Se desconoce si siempre estuvo en el mismo lugar. La verdad es que no se movió de debajo del órgano desde que este fue instalado en el siglo XVI.

Dibujo del colgado de la Catedral de Barcelona, por Francesc Soler

Dibujo del colgado de la Catedral de Barcelona, por Francesc SolerMuseo virtual del órgano

En el 1551, el artesano Nicolás Credensa, recibió una libra y cuatro sueldos por la restauración del colgado. En el año 1892 le restauraron la barba. Se utilizaron tres colas de asno. El precio de estas tres colas fue de 15 pesetas.

En el siglo XX se le restauró la policromía. El coste fue de 75 pesetas. Los días de San Esteban, Santos Inocentes y Fin de Año, el colgado movía los ojos y se quejaba de rabia. Desde el interior del órgano una persona movía las cuerdas para que el colgado abriera los ojos y la boca. No dejaba de ser una marioneta.

Después del Concilio Vaticano II, fue descolgado y actualmente se conserva en el museo de la catedral. En Barcelona, años atrás, se decía «eres más feo que la cabeza de debajo del órgano de la Catedral».

Dulces en Navidad

La tradición popular dice que del colgado que había debajo del órgano de San Justo y Pastor se tiraban dulces durante las fiestas de Navidad. Actualmente se conserva en el museo de esta iglesia.

El colgado de Santa María del Mar tiene su origen en el año 1514, cuando el organero Martiriam Prats «construyó unos órganos, trabajó la madera y escultura el colgado». En el 1591 una bomba cayó sobre Santa María del Mar y quedó medio destruido el órgano.

En el momento de reconstruirse se volvió a colocar el colgado. Este desapareció como consecuencia del incendio que destruyó por completo Santa María del Mar durante la guerra civil.

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