El turismo es una fuente importante de ingresos para Barcelona, pero mientras los visitantes disfrutan de sus atractivos y generan ingresos para la ciudad, los vecinos buscan sobrevivir a las aglomeraciones, el ruido constante y al hecho de que la vivienda es cada vez más cara, porque los propietarios prefieren subir los precios y alquilar a turistas que a habitantes locales.
Según un sondeo municipal, el turismo masivo es la principal causa de preocupación entre los 1,6 millones de habitantes. De hecho, la masificación turística ha afectado a costumbres locales. Como en los alrededores de la Sagrada Familia, donde negocios tradicionales fueron sustituidos por tiendas de souvenirs y restaurantes.
Según datos oficiales, el turismo representa un 13,5% del Producto Interno Bruto de la ciudad, pero las autoridades locales y los expertos sostienen que el turismo debe ser abordado más allá de su papel en la economía.
La falta de respuestas de las autoridades ha hecho cada vez más frecuentes las protestas contra la masificación. Protestas en las que se vivieron momentos tensos, como las imágenes que se hicieron virales de varios manifestantes apuntando con pistolas de agua hacia unos atónitos turistas.
Hechos como estos generaron cierta alarma ante la posibilidad de que se desatase un brote de turismofobia. Pero para los vecinos ahí no está el problema, sino que va mas allá de esas polémicas imágenes.