El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con Ximo Puig y Sandra Gómez en un acto del PSOE en ValenciaEFE

Elecciones 28M  El PSOE, sin apenas opciones de gobernar Valencia, una capital que se le resiste 32 años

Casi todas las encuestas apuntan a la mayoría absoluta del centro-derecha con los socialistas terceros, por lo que no llegarían a la alcaldía ni aunque sumara la izquierda

El Partido Socialista tiene un problema en la ciudad de Valencia. El conjunto de las encuestas deja prácticamente sin opciones a la candidata local, Sandra Gómez, de que pueda ser la próxima alcaldesa de la capital levantina durante los próximos cuatro años.

Todos los estudios coinciden en indicar un contexto de igualdad en el que el Partido Popular sería ampliamente la lista más votada el próximo 28 de mayo con María José Catalá al frente.

Con una destacada triunfadora dentro del bloque de centro-derecha, la clave estaría en saber qué partido de la izquierda quedaría en segunda posición. En caso de poder reeditar el binomio Compromís y PSPV-PSOE, la medalla de plata sería clave para ostentar el bastón de mando en la legislatura 2023-2027.

Sin embargo, no parece que la opinión pública tenga previsto aupar a Gómez a la alcaldía. Tan solo el Infobarómetro, dependiente del propio Ayuntamiento, sitúa a los socialistas en segunda posición, por lo que darían el sorpasso a Compromís, que actualmente ostenta el poder.

El resto de sondeos indican que el PSOE se quedaría de nuevo en tercera posición, repitiendo lo que ya hizo en los comicios de 2015 y 2019. De ser así, Gómez no habría sabido rentabilizar el deterioro político de un Joan Ribó cuya popularidad entre los vecinos no es la mejor que un candidato desearía a dos meses de que juzguen su gestión.

Cambio a mitad de mandato

Por tanto, más allá de que el PP retorne a la alcaldía de Valencia a partir de junio, aún ganando la izquierda los socialistas tendrían francamente difícil recuperar la ciudad.

Y para un partido con la historia del PSOE, estar 32 años (que serían 36 al final de la legislatura) sin conquistar la tercera capital de España es una losa muy pesada, más aún cuando a finales de año Pedro Sánchez se juega su futuro político en las elecciones generales.

Conscientes de la gravedad de ese contexto -al que habría que sumarle el previsible fracaso en Madrid-, no es descartable según fuentes cercanas al PSPV-PSOE que si la izquierda puede mantenerse al frente del Consistorio, Gómez ponga unas condiciones más agresivas.

En este caso, el planteamiento de la candidata socialista estaría encaminado a un pacto de legislatura entre ellos y Compromís con cambio de alcalde a mitad de mandato. Así, Ribó sería el primer edil de junio de 2023 al mismo mes de 2025, mientras que Gómez sería alcaldesa desde esa fecha hasta las elecciones de 2027. Naturalmente, si el centro-derecha no sumase, que es lo que las encuestas prevén.

Sin embargo, ese premio de consolación no le terminaría valiendo a Pedro Sánchez. De cara a las elecciones generales de diciembre, ser terceros en Valencia troncharía una hoja de ruta que no muchos meses atrás se preveía disputada pero también con un triunfo factible. Hoy día la realidad es muy distinta.

En el peor de los escenarios, el de no poder ni siquiera ostentar dos años la alcaldía por el pacto en el centro-derecha, tanto en el socialismo valenciano como en la misma sede de Ferraz correría un fantasma que a sus dirigentes les pondría los pelos de punta ante el temor de que se repita algo similar a la etapa de Rita Barberá, que acumulaba mayorías absolutas por doquier.

Y es que desde 1991 el protagonismo del PSPV-PSOE en la capital levantina sigue siendo poco menos que «discreto». Sirva como ejemplo que el grado de conocimiento de Ribó o de Catalá es superior al que goza Sandra Gómez a pesar de ser la ‘número dos’ del Ejecutivo municipal.

Con la llegada de la democracia, el socialismo se instaló en Valencia. En las primeras elecciones locales -3 de abril de 1979-, Fernando Martínez Castellano se convirtió en el primer alcalde de la ciudad en esta nueva etapa. Eso sí, su paso fue efímero.

Defensor del marxismo en el PSOE y contrario a la integración del PSPV en este (que terminó por producirse en 1978), fue obligado a dejar su cargo a los pocos meses de haberlo asumido por sospechas de malversación de fondos. Posteriormente, el Tribunal Constitucional le dio la razón, pero rechazó retornar al puesto.

El alcalde de Valencia, Joan Ribó, y la vicealcaldesa, Sandra Gómez, en la constitución del Ayuntamiento en 2019Jorge Gil / Europa Press

A Martínez Castellano le sustituyó en 1979 Ricardo Pérez Casado, que fue alcalde hasta 1988. De nuevo, otra dimisión afectó a un regidor socialista. La razón fue la fuertes discrepancias que mantenía con el aparato de su formación en lo que a política municipal se refiere.

Le sucedió Clementina Ródenas, que se encargó de culminar la legislatura hasta 1991. En las elecciones locales de ese año, consiguió ser la lista más votada. No obstante, la alcaldía se la arrebató un pacto entre el Partido Popular y Unión Valenciana. Rita Barberá es la nueva cara visible de Valencia.

Desde ese momento hasta 2015 la gestión de Barberá se convierte en un referente a nivel nacional, poniendo a la capital regional como una de las ciudades más prósperas y atractivas. La popularidad de Rita no tiene precedentes pero tampoco límites. Es como una estrella del pop e hizo célebres arengas como «que bote Rita» después de cada disparo de mascletà en Fallas. Era la ‘alcaldesa de España’.

Esa etapa se le hace eterna al PSPV-PSOE, también con desesperación en los líderes del partido en Madrid, que ven cómo se les atraganta candidato tras candidato, sucumbiendo a la voracidad electoral de Barberá.

En su último mandato (2011-2015) los casos de corrupción del PP a nivel nacional, regional e incluso municipal se acumulan y la propia Rita sale salpicada. Esto provoca un desplome en intención de voto que se materializa en las urnas.

Sin embargo, aunque antes y durante la campaña los socialistas vieron una ventana de oportunidad en estos episodios, no consiguieron capitalizar el descontento con el PP, algo que sí logró una joven Compromís con Joan Ribó como candidato.

Por aritmética, el PSPV-PSOE tuvo que pactar con los nacionalistas. Llegaron al poder, sí, pero de forma limitada y siempre a la sombra del alcalde. Esto se repitió en 2015, donde renovaron la coalición.

Ahora el escenario es bien distinto. Si María José Catalá recupera el bastón de mando para su partido, no es descartable una profunda renovación de los cargos del Partido Socialista en la ciudad.

El primero que lo promovería sería Pedro Sánchez, que se la juega a pocos meses vista. Al igual que Roma no paga traidores, Sánchez no mantiene perdedores.