Comunidad Valenciana Puig, en tierra de nadie con el Tajo-Segura: contra Sánchez y Page y sin alianza con Murcia y Andalucía
El presidente de la Generalitat Valenciana se encuentra en una tesitura difícil de solventar, ya que Moncloa desconfía de él y rechaza un frente común con López Miras y Juanma Moreno
«Está solo en esto». Así se expresan fuentes de la Generalitat Valenciana cuando este periódico les pregunta sobre la postura adoptada por su presidente, Ximo Puig, en relación al trasvase Tajo-Segura.
Son las mismas fuentes las que reconocen que la posición del socialista es «arriesgada», a la par que aseguran que esta hay que «respetarla» porque lo habrá «valorado suficientemente». No sobra razón en esa afirmación, ya que la gestión de la infraestructura hídrica le está costando a Puig «más de un disgusto», sobre todo en lo concierne a sus homólogos en otras comunidades y en el propio seno del Partido Socialista.
Analizar la evolución de Puig respecto al trasvase es adentrarse en un sinfín de vaivenes, de posturas encontradas y ver de frente a un presidente regional que no deja de ser un oxímoron, una contradicción en sus propios términos.
En un principio calló ante la tijera hídrica de Sánchez. La calle clamaba y los regantes protestaban, pero el socialista estaba más preocupado de no seguir enfadando a un Pedro Sánchez con quien ya había quebrado su relación a cuenta de la reforma fiscal y la bajada de impuestos.
«Pecamos de no haber tenido perfil propio y todavía hoy lo seguimos pagando», lamentan en la Generalitat. La actitud de ‘sí pero no’ de Puig dio paso abruptamente a una confrontación directa y sin tapujos con Moncloa. Casi fue de un día para otro. Reacción tan contundente como sorpresiva.
«Huida hacia adelante»
Cruzar ese Rubicón tuvo para Puig una consecuencia interna nada desdeñable: Sánchez le puso, definitivamente, la cruz. Su díscola política impositiva le hizo ponerse en el disparadero político del presidente del Gobierno y su «huida hacia adelante» con el trasvase Tajo-Segura fue la puntilla.
En paralelo, el tema no mejoró en lo referente a Castilla-La Mancha. Tanto Puig como Emiliano García-Page se encuentran inmersos en una guerra «que no tiene vuelta atrás» por el agua. Los dos mandatarios se juegan en unas semana sus respectivas reelecciones al frente de sus administraciones regionales. Y para ello, ambos saben que el trasvase es un tema capital para lograr ese objetivo, uno en un sentido y el otro en el contrario.
Por tanto, en lo correspondiente al Partido Socialista, pocos o ninguno son los réditos que Ximo Puig está consiguiendo más allá de dinamitar su relación con su «íntimo» García-Page y terminar de «destrozar» las migajas que le quedaban con Sánchez.
Respecto a sus alianzas en el centro-derecha no le pinta mejor. Eso sí, no será porque el PP no se lo ha puesto fácil, pero ni por esas. El primero que le propuso establecer y seguir una estrategia común sobre cómo actuar respecto al trasvase fue Carlos Mazón. Es cierto que su principal rival en la lucha por la presidencia de la Generalitat, pero en ese momento ejercía como presidente de la Diputación de Alicante, una de las tres provincias afectadas por el recorte sanchista.
La respuesta de Puig fue un «no» rotundo. Las encuestas le obligan a distanciarse de Sánchez, pero el célebre «no es no» es inamovible. De hecho, el presidente valenciano ha despreciado constantemente cualquier tipo de apoyo acerca del Tajo-Segura que proviniera del PP. Cero.
Mientras el propio Mazón marcaba una hoja de ruta conjunta con el presidente de la Región de Murcia, Fernando López Miras, Puig estaba a otras cosas. Jamás tuvo, al menos hasta el momento, un segundo para reunirse con su colega murciano ante un asunto de tal gravedad.
Ahora bien, el socialista no escatima a la hora de nombrar a la comarca de la Vega Beja, la más perjudicada por la decisión de Sánchez y Ribera. En cambio, ni asistió a la manifestación que los agricultores convocaron en Madrid alegando un viaje internacional ni ha sido capaz de hacer un plan rector interregional en beneficio de los campesinos.
Junto a Alicante y Murcia, la tercera provincia afectada por el desmantelamiento del trasvase Tajo-Segura es Almería. En este caso, tampoco Puig ha querido construir puentes de colaboración entre administraciones. «Igual no conviene para el partido muchas fotos con Juanma», declaran fuentes del Gobierno autonómico con vistas a los intereses electorales del PSPV-PSOE el próximo 28 de mayo.
Al igual que con Murcia y la Diputación de Alicante, el presidente de la Comunidad Valenciana sigue empeñado en seguir el camino por su cuenta y vuelve a rehusar un importante apoyo institucional.
Mazón, López Miras y Moreno han sido sacados de la ecuación política de Puig y de su tripartito de izquierdas. Pero eso no quiere decir nada. Entre ellos la comunicación es fluida y van de la mano para salvaguardar la ‘huerta de Europa’ y al Levante nacional. Por contra, el valenciano no sabe dónde se encuentra. En estos instantes, ni está con Sánchez ni está con las provincias afectadas. «Es una situación compleja, pero es la que se ha adoptado y hay seguir con ella», declaran fuentes autonómicas.
A nivel nacional, Puig tan solo ha conseguido labrarse la desconfianza del presidente del Gobierno. En términos orgánicos, el pan como unas tortas. El recelo del líder, de la Ejecutiva es evidente, su amistad con Page ha saltado por los aires y la hasta hace poco gran relación con su amigo y colega ya es historia.
En esta línea, en lo institucional Puig está solo. Se ha querido quedar solo. Así lo ha escogido el mismo. No ha sabido calibrar que todo lo tocante al trasvase Tajo-Segura es transversal y no entiende de ideología.
Pero ha preferido anteponer las encuestas, esas que le sitúan a poco más de cincuenta días de abandonar la presidencia de la Comunidad Valenciana. El 28 de mayo Puig puede encontrarse de nuevo solo. En tal caso, lo estará porque las derrotas, a diferencia de las victorias, no tienen padres y son huérfanas.
En cuanto al agua, el socialista no tiene quien le acompañe, pero es única y exclusivamente porque así lo ha elegido él. El sectarismo ha vencido al interés general. Ni siquiera ha prevalecido el puño y la rosa, sino tan solo su propia supervivencia política.