Entrevista al fundador de la asociación Payasospital, Sergio Claramunt Sergio Claramunt: «Con nuestras actuaciones queremos devolverle la condición de niños a los chicos ingresados»
El Debate entrevista al fundador de la asociación Payasospital, Sergio Claramunt, que se encarga de realizar actuaciones de humor y risas a niños que están ingresados en hospitales públicos de la Comunidad Valenciana.
La frase popular asegura que no hay nada más bonito que la sonrisa de un niño. De cumplir el sentido de esta máxima se encarga Payasospital, una asociación que realiza actuaciones con estos cómicos personajes a los niños que están ingresados en hospitales públicos de la Comunidad Valenciana.
Con más de veinte años haciendo más llevadera la hospitalización de los chicos y a sus familiares, el director artístico y fundador de la iniciativa, Sergio Claramunt, atiende a El Debate.
–La asociación Payasospital se fundó hace veintiséis años. ¿Cómo valora todo ese tiempo ayudando a tanta gente?
–De forma muy positiva, ya que los resultados están ahí. Hemos visitado a un montón de niños y niñas ingresados y a sus familiares. Nuestro público objetivo son los menores, pero también sus familias porque muchas veces están más angustiados que los propios menores. En muchas ocasiones los menores aguantan más el peso psicológico de lo que es estar ingresado con una enfermedad más o menos grave.
También valoramos la alianza que hemos tejido todos estos años y la estrecha colaboración desde el minuto uno con los equipos sanitarios, que nos dan información de cada uno de los casos para que podamos adaptar nuestras actuaciones. Sin ellos nuestro programa no tendría sentido.
–Ustedes afirman que uno de sus objetivos es «desdramatizar el entorno médico» con risa, humor y fantasía. ¿Cómo de difícil es conseguirlo en el contexto del que hablamos?
–Lo que nosotros hacemos es apasionante porque se piensa que cuando se pasa por un momento de hospitalización la vida se para y todo se interrumpe. En cambio, contribuimos a la misión del hospital, que es cuidar a los pacientes, en este caso pediátricos. Lo hacemos en la parte psicológica y emocional porque todas las emociones hay que visibilizarlas porque nos ayudan a atravesar los diferentes procesos. No solo la risa es el objetivo primordial. Hay ocasiones en que puede ser contraproducente, por ejemplo si el niño está recién operado. Somos catalizadores del momento, hacemos una escucha sensible y activa. Posibilitamos que el chico exprese su rabia, su estrés…
Recursos para no ser invasivos
–¿Cómo lo consiguen?
–Siempre pedimos permiso y con nosotros puede sentirse tal como es y se siente en ese momento: a veces le gusta que nos tropecemos, que nos hagamos daño, que nos choquemos resbalemos, que seamos torpes… Todo para que vean el dolor a través de nuestras interpretaciones. Eso es catártico para el niño y sus familiares.
–Entonces, ¿su visitas no tienen un guion cerrado?
–No. Tiene que estar muy abierto a lo que el chico dice, expresa o creemos que necesita. Por eso es muy importante la colaboración con el equipo sanitario para que digan si lleva mucho tiempo ingresado, le acaban de comunicar la noticia de una enfermedad crónica o un cáncer o está nervioso porque le van a operar.
–Ustedes también hablan de que el chico acepte su hospitalización. Cuando ve que no está con sus amigos, que no va al colegio y contextos similares, ¿se han encontrado con situaciones en que lo han rechazado?
–Se trata de hacerle recuperar su condición de niño. Todo el mundo entra en la habitación y se centra en la enfermedad, en lo que no va. Nosotros nos centramos en la parte sana, en la humana, la viva. A veces está cansado de que vayan a visitarle como enfermo, mientras que nosotros lo hacemos como niño y es la parte que queremos fomentar para que acepte que, pese a estar hospitalizado, puede seguir siendo un niño: riendo, jugando, soñando… Aunque esté enfermo tiene que seguir siendo un niño y a su entorno también se le recuerda.
Si al niño no le apetece, no entramos. Si quiere que nos vayamos, nos vamos. Si les asustamos nos alejamos, no le miramos directamente a los ojos, sacamos alguna marioneta que asome por la puerta o nos escondemos música. Tenemos recursos artísticos para no ser invasivos.
«Los payasos de la asociación tenemos formación continua y nos preparamos para situaciones de dolor, sufrimiento y muerte»
–Durante los años de pandemia se redujeron drásticamente las visitas a los hospitales. Imagino que tuvieron que ser unos momentos especialmente duros…
–Utilizamos nuestra creatividad y los medios disponibles en ese momento y transformamos nuestras visitas primero en unos vídeos que colgábamos en nuestro canal de YouTube y que estaban dirigidos a diferentes franjas de edad. Y más tarde pasamos a las videollamadas, que fueron la salvación de nuestro programa. Gracias a la relación con el personal sanitario de los hospitales donde trabajamos pudimos contactar con los familiares de los chavales y dos payasos cada uno desde sus casas hacíamos una actuación individualizada. Fue un gran trabajo que dio un resultado altamente positivo. De hecho, un día a la semana hacemos videollamadas a los niños que no hemos podido visitar personalmente.
–¿Cómo se desarrollan sus actuaciones?
–Son dos payasos que por medio de diferentes recursos, ya sean magia, mimo, marioneta o música, improvisamos teatralmente según la patología de cada niño. Pedimos permiso y desde que nos dicen que sí empezamos a proponer actuaciones. Podemos utilizar elementos de la habitación, los padres también pueden intervenir y otras es el niño, si está participativo, quien propone.
–En este contexto, ¿qué pautas deontológicas siguen?
–Contratamos payasos profesionales a los que formamos para que adapten sus recursos artísticos al medio hospitalario. Al mismo tiempo, les damos una formación médica y psicológica para que conozcan las patologías más frecuentes en la infancia y sus tratamientos. Detrás de la nariz hay una persona y por eso los preparamos para que se puedan enfrentar a situaciones de dolor, sufrimiento y muerte, que desgraciadamente también suceden. Cada mes nos reunimos todos los payasos de la asociación para seguir formándonos, hacer seguimiento de casos y valoramos cómo podemos mejorar.
«Durante la pandemia las videollamadas dieron un resultado altamente positivo y fueron la salvación para nuestro programa»
–¿Cuánto personal tiene la asociación?
–Somos veintisiete repartidos entre las tres provincias. Hay ocho hospitales que visitamos todas las semanas y dos que vamos de forma puntual, de tres a seis veces al año.
–¿Para realizar su labor cuentan con la colaboración del sector privado?
–Vivimos principalmente de subvenciones públicas de tres consejerías, de los tres principales ayuntamientos y las diputaciones. Luego, hay empresas con las que tenemos convenio. Nos aportan dinero para que podamos mantener los programas durante todo el año. También tenemos las cuotas de los socios, el merchandising, los eventos que organizamos nosotros o hacen terceros para Payasospital y las donaciones.