Comunidad Valenciana Dilatar la investidura de Mazón, la única política de Puig para calmar el revuelo interno en el PSPV-PSOE
Con tal de hacer el último servicio a Sánchez, el socialista apura los tiempos a pesar de que PP y Vox suman mayoría absoluta y se desmarca de otros compañeros como el extremeño Guillermo Fernández Vara
El presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, dijo tras las elecciones autonómicas del 28 de mayo que había «entendido» el mensaje que los ciudadanos habían dado en las urnas. No era para menos, ya que el tripartito que aún apura liderando se había ido al traste y el bloque de centro-derecha consiguió una holgada mayoría absoluta.
Siguiendo con su perfil institucional, el socialista garantizó a su sucesor, el popular Carlos Mazón, un traspaso de poderes que se iba a caracterizar por la lealtad, la transparencia y la cordialidad. Sin embargo, la convocatoria por parte de Pedro Sánchez de las elecciones generales del 23 de julio ha trastocado tanto los tiempos como las formas.
Desde ese mismo momento, Puig cambió. De asumir unos resultados que tanto a él como a sus socios los desalojaban del poder regional, pasó a comportarse como un líder de la oposición a pesar de seguir siendo el inquilino del Palacio de la Generalitat. Él mismo tuvo una reunión tan bilateral como afable para favorecer la transición, pero también ha sido él quien se ha puesto la chaqueta del PSOE -nada de pana- para dinamitar cualquier puente de diálogo.
Beneficiar a Pedro Sánchez
El extremeño Guillermo Fernández Vara confirmó este pasado viernes que no se presentará a la investidura que tenía programada. La razón era sencilla: el bloque de centro-derecha había alcanzado un pacto de Gobierno y en cuestión de días estará al frente de la Junta. Esa razón tan sencilla, que lejos de criterios ideológicos se basa en la mera aritmética, no parece que Puig la esté entendiendo.
En la Comunidad Valenciana, PP y Vox firmaron un pacto hace ya dos semanas. Ente ambos suman 53 de los 99 escaños que se reparten en las Cortes autonómicas, es decir, mayoría absoluta. Aún con todo, hasta ahora la actitud de Puig y del PSPV-PSOE es la de dilatar al máximo la segura investidura de Mazón por meros motivos electoralistas. Según los socialistas, estirar la proclamación del popular les beneficiaría porque, siempre bajo su opinión, podrían explotar no a nivel regional pero sí nacional las supuestas fricciones del PP con los de Abascal y, de ese modo, beneficiar a Pedro Sánchez.
Para no reconocer esa vertiente partidista, Puig se escuda en el Reglamento del hemiciclo valenciano. Según este, desde que se constituyen las Cortes tras unas elecciones, se establecen hasta doce días hábiles para que se constituyan los respectivos grupos parlamentarios. Teniendo ese calendario como referencia, si el Parlamento se configuró hace una semana, es decir, el 26 de junio, ese plazo terminaría el 12 de julio.
Una vez concluido ese hecho, la presidenta de las Cortes, Llanos Massó –de Vox– comenzaría una ronda de contactos con los líderes de las formaciones con representación para constatar con qué apoyos cuenta cada una y, en su caso, designar a un candidato para que se someta a un pleno de investidura. En otras palabras, el pleno sería la semana electoral.
Son esos los tiempos con los que juega el PSPV-PSOE. Los socialistas se podrían haber configurado ya como grupo parlamentario, pero no han querido. Sí lo han hecho el Partido Popular, Vox e incluso Compromís. El trámite para ello es muy sencillo. Basta con que los representantes elegidos por los valencianos acudan al parlamento y recojan su acta. Ya han hecho los cuarenta del PP, los trece de Vox y los quince de Compromís. Los tres son formalmente grupos salvo el PSOE, que sigue en sus trece
El motivo para esta nunca vista dilación de los tiempos es doble. El primero, como se ha mencionado, es la orden de Ferraz de querer hacer coincidir la investidura de Mazón con los comicios del 23-J. En cambio, el segundo, es de clave interna. Ximo Puig hace unos meses era un activo socialista y a día de hoy Sánchez ya lo ha mandado a reciclar políticamente hablando.
Desde hace casi un año, ni el uno confía en el otro ni viceversa. Todo lo contrario: se llevan a matar. Las únicas muestras de cordialidad entre ambos se reducen a los mítines, aunque también en esos actos es palpable la distancia mutua. Tras el revolcón del 28-M -anunciado pero nunca creído en Moncloa, en Ferraz ni en la federación valenciana—, el presidente del Gobierno tuvo claro que Puig no era no siquiera el presente de su partido. Aún así, el adelanto electoral le obligó a seguir al pie del cañón.
De hecho, contra su voluntad, ha prometido el cargo como diputado en las Cortes Valencianas, si bien ya dijo que no ejercerá de portavoz. Por contra, oficiosamente, el alcalde de la localidad valenciana de Mislata, Carlos Fernández Bielsa, ya se está postulando como posible nuevo líder del PSPV-PSOE.
Al igual que Pedro Sánchez, Puig morirá matando. Lo hará con Mazón dilatando su investidura al igual que a nivel orgánico. Beneficiar al presidente del Gobierno no es su principal propósito. Lo que verdaderamente le importa es dejar ‘atada y bien atada’ su sucesión al frente de los socialistas valencianos. Con tal de lograrlo, su condición de diputado le sigue valiendo. Es raso, no portavoz, pero un escaño es un escaño.
Órganicamente, Puig está perdido, pero al menos va a utilizar su asiento como parlamentario para intentar seguir teniendo unido a un grupo de fieles, al menos en el corto plazo. De todos modos, el presidente valenciano en funciones sabe cuál es su destino: más pronto que tarde dejará el liderazgo de su partido y la presidencia de la Generalitat. Internamente, tiene más presiones que lo que le supuso la mayoría absoluta de PP y Vox. Con todo, Puig está cerca de ser historia.