Yolanda Díaz, antes de su entrada a un mitin en Valencia, junto a la diputada de Compromís-Sumar Águeda MicóC.L.

Comunidad Valenciana  La financiación autonómica retrata a Compromís : del vocerío de los mítines al silencio en el Congreso

La formación nacionalista no intervino durante la investidura de Feijóo y sus únicas palabras en la Cámara Baja han sido para reivindicar el valenciano como dialecto del catalán

Compromís está viviendo uno de sus momentos más complicados como partido político. Su actual situación es la de intentar adaptarse y buscar su hueco propio tanto en la Comunidad Valenciana como en el Congreso de los Diputados. En el ámbito regional, todavía sigue sin digerir su salida de la Generalitat, de dos diputaciones y de decenas de ayuntamientos tras las elecciones del 28 de mayo y buena muestra de ello fue la actitud intimidatoria de Joan Baldoví hacia la portavoz de Vox en las Cortes autonómicas la pasada semana.

El panorama ni mucho menos es mejor en Madrid. Hasta el comienzo de la XV Legislatura, la formación nacionalista tenía únicamente un escaño –precisamente el de Baldoví hasta que volvió a la política valenciana–, pero eso le permitía tener voz propia en los debates, puesto que formaba parte del Grupo Plural. Pudiera parecer poco, pero es significativamente diferente a lo que vive a consecuencia de su integración en Sumar, el proyecto político de la vicepresidenta segunda en funciones del Gobierno, Yolanda Díaz.

Y es que durante la campaña electoral del 23 de julio, la titular de Trabajo hizo un multitudinario mitin en un céntrico teatro de la ciudad de Valencia –el mismo en el que presentó el germen de Sumar en 2021– junto a dirigentes y candidatos de Compromís. En el acto, a pesar del habitual tono naíf de Díaz, no faltaron los gritos exagerados y las arengas hiperbólicas asegurando que si se reeditaba el actual Ejecutivo de coalición entre el Partido Socialista y los partidos a su izquierda, la reforma del modelo de financiación autonómica sería uno de los primeros asuntos que la líder de Sumar se comprometería a abordar con tal de apuntalar la alianza. Esas palabras provocaron la efervescencia de los asistentes, los mismos que hoy día estarán viendo cómo se cumple lo de que ‘del dicho al hecho hay un trecho’.

Compromís, callado en la investidura

No es para menos. Desde que echó a andar la legislatura, el protagonismo de Compromís se ha reducido a casi la nada. En cuanto a su peso en el grupo parlamentario de la macrocoalición nacionalcomunista, tan solo ha podido amarrar una de las portavocías adjuntas. De hecho, Díaz no les permitió a los valencianos tomar la palabra durante la sesión de investidura de Alberto Núñez Feijóo. Ningún portavoz de los sus socios subió a la tribuna de oradores para expresar su rechazo al candidato popular ni para debatir con él acerca del cómo y cuándo tratar la financiación, puesto que el gallego se comprometió en su intervención inicial a hacerlo en «el primer semestre» de 2024.

Por contra, sí tomó la palabra la propia portavoz de Sumar, Marta Lois, que cedió parte de su tiempo total de cuarenta minutos a otras de las denominadas confluencias que configuran la formación, como fueron el Partido Comunista –de la mano de Enrique Santiago– o a la vertiente catalana de En Comú Podem, con el discurso de Aina Vidal. Con ese previsto y nada casual gesto, Compromís quedó relegado a la misma altura que las dirigentes de Unidas Podemos Ione Belarra e Irene Montero, que se quedaron sin poder hablar en la sesión por imperativo de Díaz. Mal augurio.

La diputada de Compromís-Sumar en el Congreso de los Diputados Águeda Micó.CONGRESO.

Fuentes nacionalistas aseguran a El Debate que la circunstancia de que la síndica Águeda Micó no hiciera ningún tipo de intervención no tiene mayor importancia porque el grupo parlamentario todavía está «partiendo los turnos de forma diferente» según el pleno que se celebre: «Estamos definiendo el reglamento del Grupo y hay muchas más sesiones. Evidentemente, siempre se quedará alguien por hablar», apuntan a modo de poner la venda antes de que se produzca la herida.

Defensa de los ‘Países Catalanes’

Preguntadas las mismas acerca de por qué, tras más de dos meses después del escrutinio electoral y de ver cómo quedaba la aritmética en San Jerónimo no hay novedad alguna sobre el reparto de fondos públicos entre las regiones de España sobre el que tanto –para muchos impostado– ahínco puso Díaz, se escudan en que la negociación para conformar un nuevo Gobierno «es lo primero». Ahora bien, llama poderosamente la atención el silencio que guardan cuando se les consulta sobre el motivo por el que la vicepresidenta acudió a Waterloo a hablar con el prófugo Carles Puigdemont sobre sus exigencias para una hipotética investidura y ni siquiera ha planteado todavía nada que concierna a la financiación. En concreto, la pregunta fue: «¿No se ha hablado con Sánchez en España sobre avances en financiación, pero sí con Puigdemont en Bruselas sobre amnistía? ¿Son temas incompatibles?».

En cambio, lo que sí reivindica Compromís es que Micó habló en solitario para defender el uso de las lenguas cooficiales en el Congreso de los Diputados y que unos españoles tengan que utilizar pinganillos para saber lo que exponen otros españoles. Lo que sucede al respecto es que su señoría no defendió el idioma valenciano, que es el que establece el Estatuto de Autonomía de la región, sino que lo redujo a un mero dialecto del catalán, señalando que lo hablan «diez millones de personas» en «cinco comunidades autónomas y en tres estados de Europa». A efectos prácticos, toda esa retórica no deja de ser una defensa a ultranza de los tan mitológicos como inconstitucionales ‘Países Catalanes’, una serte de pseudonación integrada por Cataluña, la Comunidad Valenciana, Islas Baleares y otros territorios de la Península Ibérica y el sur de Francia -Andorra incluida.

Por tanto, la radiografía del actual Compromís no da como para darle a la formación nacionalista un pronóstico halagüeño. En Valencia, su únicos síntomas son el del rencor y el del «matonismo» político, tal como denunció una asociación a propósito del incidente de Baldoví. En la Cámara Baja, un papel de serie B que no hace descartar que para contrarrestarlo sus diputados en las Cortes autonómicas tengan que subir el tono y poner una marcha más en la palabrería inflamada y el discurso incendiario que ya de por sí suelen utilizar los nacionalistas.