El presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, con la presidenta de la AVL, Verònica CantóJorge Gil / Europa Press

Comunidad Valenciana

Las dos versiones del valenciano agitan la pugna lingüística en la región

La traducción de los Evangelios al idioma regional y la renuncia a una subvención por parte de la Associació d'Escritors en Llengua Valenciana han reabierto el debate sobre los criterios lingüísticos

El actual clima político en la Comunidad Valenciana está fuertemente marcado por el aspecto lingüístico. El Gobierno autonómico presidido por Carlos Mazón se puso como uno de sus objetivos al inicio de su andadura desterrar la intensa relación que el tripartito de Ximo Puig tuvo con el independentismo catalán y su órbita social. Para lograrlo, ha iniciado dos mecanismos: el fin de la imposición del valenciano en las aulas y, paralelamente, la revisión de los criterios lingüísticos del idioma regional.

Sin perjuicio de que el primer ámbito haya causado grandes dosis de polémica como consecuencia de la agitación de la izquierda, el segundo es el que durante los últimos días está copando más titulares. A este respecto, la Associació d'Escritors en Llengua Valenciana (AELLVA) ha renunciado a una subvención de 3.000 euros otorgada por la Academia Valenciana de la Lengua (AVL) porque, a su juicio, significaría catalanizar los documentos a publicar.

Previamente, la controversia alcanzó incluso a la Iglesia Católica, ya que la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV) pidió al Arzobispado de Valencia que rectificase su traducción de los Evangelios al valenciano porque cree que es una versión catalanizada, por lo que su decano, José Luis Manglano, se ha puesto a «disposición» de Monseñor Enrique Benavent a tal efecto.

Revisión más fiel a la realidad social

Por tanto, puede comprobarse cómo en la región existe un contexto bipolar entre qué versión o rama del valenciano es la que se ha de utilizar. Para entender esta disputa, cabe remontarse casi un siglo atrás, hasta 1932, cuando el valenciano todavía no gozaba de una ortografía consensuada y homogénea. Con tal de revertir esa situación, varios intelectuales y personajes de la cultura de lo que hoy es la Comunidad firmaron las llamadas Normas de Castellón, ya que el acuerdo se alcanzó en la capital de La Plana.

Sin embargo, con el paso de los años, no pocas entidades sociales y culturales valencianas consideraron que dicho compendio tenía más bien un carácter provisional y que sus reglas no se ajustaban a la realidad del pueblo, a sus usos ni a sus costumbres. Por ello, la RACV inició un proceso para elaborar una nueva codificación ortográfica del valenciano con vistas a que fuese más fiel a la realidad ciudadana.

Las diferencias radicaban en acentuación, uso de demostrativos y otros aspectos gramaticales, entre otros. La propuesta fue bautizada como las Normas de El Puig (por el Monasterio de Santa María de El Puig, donde fueron ratificadas) y las apoyaron un millar de autoridades y colectivos, entre los que destaca, además de la propia RACV, Lo Rat Penat, símbolos del valencianismo.

La presidenta de las Cortes de Valencia, Llanos Massó, recibe la Memoria de la Agencia Valenciana de la LenguaRober Solsona / Europa Press

En lo referente a la política, a la anteriormente citada AVL se le achaca que, lejos de estar con las Normas de El Puig por ser lo más próximo al día a día de la Comunidad, esté instalada en el oficialismo y con un cierto corte hacia la unión idiomática entre el valenciano y el catalán. Es por ello que el Consell ha impulsado la «revalencianización» de los criterios lingüísticos sobre los que se basa el organismo. En este sentido, la AVL ha aprobado los cambios propuestos por la Generalitat y el documento está en fase de borrador a falta de conocer y evaluar las distintas aportaciones de asociaciones y del tejido cultural.

Televisión pública catalanizada

Estas modificaciones tienen como meta poner freno al ansia catalanista que caracterizó al tripartito del PSPV-PSOE, Compromís y Unidas Podemos, que llevó a cabo una modificación (aprobada por la AVL) de los criterios en 2016 orientada a mimetizarse con la gestión lingüística practicada en la región vecina del norte y con la que tantas veces, ideológica y económicamente, se ha sentido identificado Ximo Puig. Basta como ejemplo que propuso que RadioTelevisión Valenciana, con À Punt a la cabeza, siguiese el mismo camino y estilo que la catalana TV3.

Con esa declaración de intenciones, no es de extrañar que en distintos programas del ente público valenciano durante los años del Botánico se haya hecho mención a términos como País Valencià o se hayan emitido anuncios de asociaciones anexionistas.

Por el contrario, tanto Mazón como la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, desechan ese modelo y apuestan por la defensa de la idiosincrasia de la Comunidad Valenciana, también en lo que al uso de la lengua y a su carácter social, realista e integrador se refiere. Así, si el presidente de la Generalitat le paró los pies a una presentadora de TV3 por decir «País Valencià» y promoverá una Ley de Señas de Identidad , la regidora levantina ha devuelto el doble topónimo a la ciudad que eliminó su predecesor, Joan Ribó, con lo que a la capital autonómica, siguiendo las Normas de El Puig, se le puede llamar Valencia o València.