Historia valenciana
La placa en memoria de una «víctima de la lgtbifobia» del siglo XV que colocó Ribó en Valencia
La ciudad fue testigo del brutal asesinato de este hombre que se vestía de mujer en el Medievo y Compromís lo reivindica como la primera mujer trans asesinada
En 1460, Valencia fue testigo de un brutal asesinato: una persona conocida como Margarida Borràs, pero nacida como Miquel Borràs, fue colgada en la plaza del Mercado. Las razones de su ejecución han quedado registradas en un dietario de la época, que menciona su comportamiento y vestimenta femenina, lo que en la Valencia del siglo XV se consideraba un «crimen de sodomía». Hoy, la figura de Borràs es recordada por sectores de la izquierda como la primera persona transexual ejecutada por su identidad de género en España, un hito que ha servido para cimentar su lugar como icono de la lucha por los derechos LGTBI. Sin embargo, la historia de Borràs plantea interrogantes sobre la interpretación de hechos del pasado bajo los ojos del presente.
En 2017, el Ayuntamiento de Valencia, bajo el impulso del entonces alcalde, Joan Ribó, la asociación vinculada a Compromís Lambda y la Concejalía de Igualdad, colocó una placa conmemorativa en la plaza del Mercado, en el lugar donde se ejecutó a Borràs. Esta acción, promovida como un «acto de reparación histórica», fue presentada como un reconocimiento a una supuesta víctima de transfobia del siglo XV, llegando a crear unos premios con su nombre por parte de la asociación. Sin embargo, aunque es innegable la brutalidad de la ejecución y la humillación sufrida por Borràs, utilizar este caso como símbolo de la transexualidad plantea problemas de contexto histórico y únicamente contribuye a politizar indebidamente los hechos.
Una cuestión de anacronismo
En primer lugar, es esencial entender que conceptos como «transexualidad» o «identidad de género» no existían en el siglo XV. Los términos utilizados hoy para describir a personas que no se identifican con su sexo biológico son construcciones modernas que, pueden resultar útiles y necesarias en la actualidad, pero no pueden aplicarse a la ligera a contextos históricos donde estos términos no eran ni remotamente comprendidos. Margarida Borràs, según lo que se infiere del dietario del capellán Melcior Miralles, era un hombre que se vestía como mujer y frecuentaba los círculos de la alta sociedad valenciana, lo que lo convirtió en blanco de las autoridades. En términos actuales, esto podría describirse como travestismo, pero no se puede proyectar la identidad de género moderna sobre este hecho histórico.
El caso de Borràs es indudablemente trágico y cruel. Sufrió torturas y humillaciones antes de su ejecución, y no se debe minimizar la violencia que sufrió. Pero sería un error interpretar estos hechos bajo el prisma contemporáneo de la transexualidad, ya que en aquella época no existían procedimientos médicos, quirúrgicos o siquiera una noción social de cambio de sexo. Las autoridades de entonces actuaban bajo un marco legal y moral profundamente arraigado en la visión religiosa de la época y normativa de la sexualidad que imperaba en la Edad Media. Sin embargo, lo que hoy se enarbola como una lucha por los derechos de las personas transgénero se convierte en una distorsión histórica cuando se toma como base un caso que no puede ser calificado de «transexual» en los términos actuales.
Politización de la «memoria histórica»
La colocación de la placa en honor a Margarida Borràs forma parte de un movimiento más amplio de recuperación de figuras históricas vinculadas a la comunidad LGTBI. Si bien la visibilidad y el reconocimiento de los derechos de todas las personas sin ser discriminadas por su condición sexual pueden ser causas justas y necesarias, instrumentalizar el pasado con fines políticos actuales corre el riesgo de trivializar tanto la historia como las luchas contemporáneas. Convertir a esta persona en un referente del movimiento trans, cuando ni siquiera existía el concepto de transexualidad en su época, es un claro ejemplo de esta politización.
Cabe recordar que cada periodo histórico debe ser analizado en su propio contexto. En el siglo XV, la justicia medieval aplicaba castigos terribles, a menudo motivados por consideraciones que hoy resultan incomprensibles. Borràs fue víctima de una sociedad que no toleraba desviaciones de la norma sexual establecida, pero proyectar sobre su figura una narrativa de opresión de género como se entiende a día de hoy es inverosímil.
Además, esta reinterpretación del pasado con fines políticos puede hacer más daño que bien a la pretendida causa. Al querer incluir a figuras como Borràs en la lucha por los derechos de las personas con disforia de género, se está imponiendo una lectura moderna sobre hechos que, en realidad, responden a dinámicas sociales muy diferentes. Este anacronismo no solo distorsiona la historia, sino que también dificulta la comprensión de los verdaderos desafíos que enfrenta la comunidad trans en la actualidad. Pero esto no es más que el reflejo del uso partidista que hace la izquierda del pasado imponiendo su «memoria histórica».
Respeto a la historia
El reconocimiento de las injusticias históricas es fundamental para construir una sociedad más justa y no repetir errores del pasado. Sin embargo, este reconocimiento debe hacerse con rigor y respeto por el contexto histórico. En lugar de intentar proyectar categorías modernas sobre el pasado, resulta más útil recordar casos como el de Margarida Borràs en su contexto propio: como un ejemplo de la brutalidad con la que las sociedades medievales a veces castigaban cualquier tipo de comportamiento considerado «desviado» de la norma.
El hecho de que una persona como Borràs fuera ejecutada por vestirse como mujer no la convierte en una figura transexual según la comprensión contemporánea, por lo que puede resultar inmoral manipular los hechos para ajustarlos a una narrativa política actual, en la que se instrumentaliza una tragedia personal. La historia es compleja y está llena de matices. Honrar la memoria de ciertas figuras implica también reconocer esos matices y no simplificarlos en beneficio de las agendas políticas actuales.