La DANA deja al menos 158 muertos y ya es la peor catástrofe natural en la historia de la Comunidad Valenciana
Una vez pasado lo peor el temporal en Valencia, queda recuperar los cadáveres, rescatar a los posibles supervivientes y comenzar una reconstrucción que supondrá un esfuerzo titánico
La DANA ya deja un balance de 158 muertos, 155 de ellos en Valencia, en la que ya es la peor catástrofe natural de la historia de la Comunidad Valenciana y la segunda de España. Hay que remontarse hasta 1962 para vislumbrar un desastre fruto de la fuerza de la naturaleza mayor que el que está viviendo estos días el país: la Riada del Vallés, en Barcelona.
Su saldo de víctimas fue de entre 600 y 1.000 personas. La actual tragedia está todavía muy lejos de poder equipararse a aquel escenario, pero todavía es una incógnita cuántos cuerpos encontrarán los equipos de rescate estos días bajo el agua, el lodo y los escombros de localidades como Paiporta, que se ha llevado la peor parte de un episodio que también ha dejado, por el momento, tres fallecidos, en las provincias de Cuenca, Albacete y Málaga.
Con decenas de carreteras cortadas, el metro anegado, los trenes de la red nacional sin conexión con Barcelona y Madrid y con algunas de las líneas de cercanías «desaparecidas», en palabras del ministro de Transportes, Óscar Puente, cientos de personas iban a pie este jueves desde las localidades del sur hasta la capital levantina. Una suerte de refugio en mitad del caos, gracias al desvío del Turia realizado tras la Riada de 1957.
Lo peor del temporal ya parece haber pasado en Valencia, que está en alerta amarilla por lluvias, cuyo peligro es «bajo», según el Centro de Coordinación de Emergencias de la Generalitat Valenciana, si bien «los bienes y la población vulnerable o en zonas expuestas a los fenómenos meteorológicos adversos podrían sufrir algún impacto». El último plan de emergencias dictaminaba el fin de la alerta roja en el interior y litoral de Castellón, donde pasaba a naranja y, por el momento, no se reportan víctimas, aunque mantenía la misma situación por inundaciones que en Valencia.
Es en esta provincia donde se concentran los esfuerzos de las administraciones. El Gobierno de Pedro Sánchez anunciaba el refuerzo de otros 500 efectivos de la UME, que se suman a los 1.700 ya desplegados y el propio presidente prometía desde Valencia que pondría «todos los recursos disponibles» a disposición de los valencianos para superar la «terrible» situación. El presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, avanzaba, a su vez, que destinaría ayudas directas por valor de 250 millones de euros para los afectados, con importes mínimos de 6.000 euros por persona y ambos afirmaban que la Comisión Europea también aportaría fondos.
La cara y la cruz del desastre
Una imagen de paz entre instituciones que pronto se verían truncada con acusaciones cruzadas entre Interior y el Consell y con una oposición de izquierdas (Compromís, Podemos, IU) que no esperaba ni 24 horas para bajar al barro y culpar a Mazón del elevado número de víctimas mortales. Entre medias, la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, enmendaba la plana a su compañero de filas, el ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, y algunos expertos indicaban que poco se podía hacer ante un episodio meteorológico adverso de tamaña magnitud. El tiempo dirá si fue realmente así o se pudo haber hecho más.
Tampoco se libraron de ofrecer una imagen «intolerable moral y penalmente» (la Fiscalía dixit) desde la sociedad civil. Es el caso de aquellos que aprovechaban la desgracia para rapiñar en comercios y vehículos. El excesivo acopio de agua por parte de muchos en los supermercados tampoco mostraba la mejor imagen cívica posible mientras el goteo de cadáveres llegaba a la Ciudad de la Justicia. La Feria de Valencia será habilitada como morgue.
En el lado opuesto queda la solidaridad de los vecinos y entidades valencianas que se remangaban, en todos los sentidos, para ayudar al prójimo. Ahora queda recuperar un indeterminado número de cadáveres, rescatar a los posibles supervivientes y comenzar una reconstrucción que supondrá un esfuerzo titánico.