Paiporta
Los vecinos temen encontrar más fallecidos en los garajes todavía inundados y suplican medios para vaciarlos
Las impactantes imágenes del interior de los garajes de la zona cero de la riada
Los garajes continúan siendo uno de los sitios más temidos por los vecinos de Paiporta. Y por los de todas las localidades afectadas por la fatal riada que arrasó con todo a su paso, hace hoy una semana. Siete días después de la DANA comienza a llegar la ayuda al municipio pero han sido ellos, los lugareños, particulares, anónimos, simples civiles, los que están realizando la mayor parte de labores de limpieza: sacar el agua, limpiar el lodo de las paredes y del suelo y buscar en el interior de los aparcamientos los coches todavía sumergidos bajo el agua.
Solo en algunos pocos garajes a la entrada del pueblo se puede ver a efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) realizando las tareas más duras. Algunos sacan puertas de los trasteros y otros bajan con trajes de neopreno hasta el interior de los garajes aunque los efectivos sobre el terreno todavía no son suficientes para lo que una situación de tal magnitud requiere. La zona está absolutamente devastada y, aunque cuesta avanzar por las calles sobre el barro y el agua estancada, los vecinos no se rinden.
A medida que avanzan los metros el nivel del terreno se agranda porque en los subterráneos y a los parkings donde todavía nadie ha tenido acceso no saben qué se van a encontrar. Llevan así una semana y el temor siempre es el mismo: que aparezcan más cuerpos sin vida. Cuando eso sucede «los cadáveres los sacan de noche», cuentan.
Las vecinas de uno de los garajes no pueden evitar emocionarse al bajar y ver el estado en el que se encuentra su parking. El agua ha cubierto por completo esos garajes hasta los dos metros y ahora, a medida que se bombea el agua y se van vaciando, lo que queda son humedades, un ambiente muy cargado, barro estancada y vecinos con EPI tratando de hacer lo que pueden para devolverlos a la normalidad.
Fernando rescató a su vecino Francisco de 70 años
Francisco cuenta cómo el día de la DANA bajó al garaje para retirar el coche, a pesar de las advertencias de su mujer para que no lo hiciese.
Una vez en la calle le sorprendió la tromba de agua que se lo llevó por delante. Pudo agarrarse a una verja de su edificio y cuenta que «comenzó a flotar y a subir» y de repente se vio atrapado.
Fernando y otros vecinos le vieron desde el primer piso donde lanzaron una manguera de agua de la terraza para que se pudiese agarrar y, así, salvarle la vida. «He nacido dos veces», reconoce con alivio y con gratitud hacia sus vecinos que se han convertido ya en su familia.
Es en el interior de su garaje, donde los vecinos arriman el hombro para tratar de limpiar y sacar el agua, que está embalsada desde hace una semana, pueden verse algunos de los coches siniestrados, aunque a la planta -2 todavía no se han atrevido a bajar.
Mientras la UME trabaja en las labores de limpieza y rescate, en el subterráneo de al lado, como la ayuda todavía es muy escasa, se apañan como pueden. Desde Alcobendas, por ejemplo, han llegado algunos efectivos del Grupo Internacional de Rescate (GIRECAN) para sumarse a las tareas de reconocimiento y de revisión del lugar. Son bomberos especialistas en tragedias como terremotos y otras catástrofes y cuentan con buzos que, ahora, revisan uno a una las entrañas de los edificios, calle a calle, ayudando a los vecinos a descender y asegurar todas las plantas.
El caldo de cultivo perfecto para las enfermedades
A partir de ahora serán los seguros los que empiecen a hacerse cargo para reparar todos los daños de los garajes y trasteros. Hasta entonces, los vecinos se afanan por limpiarlos porque el lodo y el agua estancada continúan impregnando el suelo, las paredes y las barandillas y haciendo de las suyas.
Usar EPI se ha convertido en un imprescindible para quienes bajan a trabajar a los aparcamientos. Además, el miedo por encontrar a más fallecidos en el interior, sumado al cansancio y a la desesperación en la desgracia de haberlo perdido todo, se suma la preocupación por contraer enfermedades.
El agua estancada, el lodo, los restos que se ocultan bajo la capa de fango, durante ya una semana, son el caldo de cultivo perfecto para que empiecen a proliferar las bacterias y las enfermedades que rondan a las personas que están en contacto permanente con estos lugares.
Tanto por el aire, como por estar en contacto con el agua durante horas sobre el terreno, la cosa se agrava. Por eso es tan importante llevar el cuerpo bien cubierto y protegido. Con botas de agua altas, ropa de manga larga, guantes y mascarillas. Lo que más preocupa a los sanitarios, ahora, es evitar el contagio de enfermedades infecciosas.