Fotografía de una de las calles de Paiporta encharcadas por las lluvias

Fotografía de una de las calles de Paiporta encharcadas por la DANAEFE

La cara insolidaria de la DANA: «Llevamos días limpiando barro y algunos solo se asoman a mirar por el balcón»

Además de la oleada solidaria, los vecinos de Paiporta también denuncian hechos egoístas, como unos repartos en los que se prioriza a familiares y amigos

En Paiporta, la localidad valenciana más afectadas por la DANA, la solidaridad de cientos de vecinos y voluntarios ha sido vital para que los damnificados puedan hacer frente a las graves secuelas de las inundaciones. Sin embargo, en medio del apoyo generalizado, ha surgido una cara menos amable de la situación.

Algunos residentes cuentan a El Debate desde la zona cero de la catástrofe su malestar ante lo que consideran prácticas injustas en la distribución de ayudas y la aparente indiferencia de una minoría de vecinos que, al no haber sufrido daños significativos, han decidido no colaborar con los esfuerzos de limpieza y recuperación.

Los relatos de los afectados revelan un desequilibrio en la ayuda que reciben. Una vecina, que ha preferido no dar su nombre, perdió casi todas sus pertenencias en la inundación: «Llevamos días limpiando barro y algunos solo se asoman a mirar por el balcón y luego son los primeros en la fila para recoger la ayuda». Además, señala que, aunque la gran mayoría de los residentes ha mostrado una actitud solidaria, la pasividad de un pequeño grupo es fuente de tensión en la comunidad.

Productos de limpieza y comida que ha conseguido una familia de Paiporta en la que son 4 en la familia

Productos de limpieza y comida que ha conseguido una familia de Paiporta en la que son cuatro en la familiaMarian Moncho

A esto se suma la complejidad en la gestión de los recursos. En la calle Maestro Serrano, donde la falla local ha organizado un punto de recogida, muchos damnificados han notado que la distribución de productos de primera necesidad no siempre es equitativa. «Nos dicen que podemos llevarnos una cosa u otra. Si escogemos una botella de lejía, no podemos llevarnos amoniaco, y si pedimos bayetas, no hay trapos», cuenta otra afectada. Este sistema de racionamiento, si bien necesario para asegurar que todos reciban algo, ha llevado a situaciones de incomodidad, especialmente cuando algunos familiares y amigos de los voluntarios reciben más productos de los necesarios.

Además, la escasez de productos y las restricciones han generado situaciones frustrantes. Una vecina que vive cerca de la falla acudió al punto de recogida buscando zapatos para su familia. «Mi marido necesitaba unas zapatillas de la talla 45 porque las suyas se las llevó el agua, y para mi hija, que calza la 38, también pude conseguir unas. Pero cuando pedí unas para mí y para mi otro hijo, me dijeron que ya había cogido suficiente, que no podía llevarme más pares».

Su marido se hizo una herida en la mano mientras sacaba los escombros de su casa, y según nos cuenta, no quisieron darle ni tiritas ni nada para poder curarle. «Fuimos al centro de salud improvisado para pedir tiritas y vendas, o algo para poder curarle, pero nos dijeron que ya no quedaban y que no iban a darnos nada más», explica.

En medio de estas limitaciones, los vecinos destacan la solidaridad de numerosos voluntarios que se desplazaron hasta Paiporta desde otras ciudades de España. «Esta mañana han venido tres chicas desde Galicia con guantes, comida, botas, zapatos, mascarillas e incluso tiritas. Sin su ayuda, todo habría sido mucho más difícil. No tendré años de vida para agradecer todo lo que estáis haciendo por nosotros», comenta otro vecino, que ha estado trabajando junto a su familia en las labores de limpieza. La presencia de estos voluntarios ha sido fundamental para paliar las carencias y ha mostrado la disposición de la sociedad civil a ayudar más allá de las fronteras locales.

Voluntarios al despedirse después de una larga jornada ayudando

Voluntarios al despedirse después de una larga jornada ayudandoEL DEBATE

No obstante, la tensión sigue latente. El sistema de racionamiento establecido en el punto de ayuda genera incomodidades para quienes, a pesar de sus necesidades, deben adaptarse a lo poco que queda. «Nos reparten comida en tápers, y como somos cuatro en casa, apenas alcanzamos a alimentarnos bien, mientras que otros reciben el doble simplemente porque conocen a alguien», explica otro vecino afectado.

Mientras tanto, muchos vecinos de Paiporta también han optado por organizarse entre ellos para cubrir las necesidades básicas. Reparten agua y comida, cuidan de los mayores y colaboran en todo lo que pueden, un esfuerzo que contrasta con la falta de implicación de aquellos pocos que, al no estar directamente afectados, prefieren mantenerse al margen.

«Me levanto a las cinco y media de la mañana para vigilar que mis propios vecinos no nos roben las bombas de achique que estamos utilizando para sacar el agua de los garajes», explica una residente de Paiporta, quien añade que, debido a la desesperación y la falta de medios, han empezado a desaparecer equipos que los propios afectados han comprado de su bolsillo para retirar el agua de sus garajes.

Aunque esta actitud es minoritaria, en una situación de crisis resulta especialmente dolorosa. «En momentos así, uno espera que todos arrimemos el hombro. Ver que algunos no solo no ayudan, sino que además se aprovechan de la ayuda es duro de aceptar», señala otro vecino.

A medida que Paiporta lucha por sobreponerse a la devastación causada por la DANA, la solidaridad vecinal y el esfuerzo de los voluntarios se presenta como la principal esperanza de los damnificados. Sin embargo, el reclamo de una distribución más justa y la necesidad de empatía entre los residentes reflejan las dificultades inherentes a la gestión de una crisis de esta magnitud.

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