Defensa española
Cádiz despide al Juan Sebastián de Elcano por tierra, mar y aire
A las nueve de la mañana del sábado, los guardiamarinas acompañados de varios oficiales y el comandante, el capitán de navío Manuel Garcia Ruiz, llegaron a la Iglesia Conventual de Santo Domingo, a pocos minutos del puerto, donde se celebró una misa a la que también han acudido los familiares de los futuros oficiales y algunos gaditanos. La Eucaristía terminó con todos los presentes entonando la salve marinera, una canción tradicional de la Armada dedicada a la Virgen del Carmen, protectora de la gente de mar. Después los guardiamarinas formaron frente a la iglesia y un pequeño grupo portó sobre sus hombros la imagen de la Galeona, como también se conoce a la Virgen del Carmen. Al paso que marca la banda de música, la procesión atravesó la calle Plocia hasta la plaza de San Juan de Dios y siguieron por la Avenida del Puerto. Una vez allí continuaron hasta llegar a Elcano y subieron la imagen a bordo para que los acompañe y los proteja. La comitiva la encabezaban los sacerdotes que celebraron la misa, acompañados del páter del buque-escuela y la cerraba el comandante, el jefe de la Fuerza de Acción Marítima, vicealmirante Alfonso Moreno Delgado y el Almirante de la Flota, Eugenio Díaz del Río.
Cuando el AJEMA subió al buque, los artilleros dispararon 17 salvas desde los dos cañones de la proa, además la agrupación de músicos de Infantería de Marina de Elcano interpretó el Himno de España
La ceremonia de despedida se había trasladado al muelle. Los 74 guardiamarinas formaron y empezaron a subir al buque, las autoridades civiles y las militares se colocaron en sus lugares designados y, detrás de ellos los familiares, separados por una pequeña valla. A bordo todos se prepararon para recibir con honores al Almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada (AJEMA), el almirante Antonio Martorell Lacave, lo que se conoce como saludo a la voz (honores que se realizan a las autoridades que suba al buque). Los oficiales y guardiamarinas formaron en toldilla (cubierta de popa), por su lado los marineros se situaron al pie de la tabla de jarcia (la «escalera» de cabos de acero que sujetan los palos por los laterales). A la orden de los contramaestres, los marineros subieron para hacer el saludo desde arriba: desde las jarcias de cada uno de los palos. Cuando el AJEMA subió al buque, los artilleros dispararon 17 salvas desde los dos cañones de la proa, además la agrupación de músicos de Infantería de Marina de Elcano interpretó el himno de España y toda la dotación al unísono grita cuatro «¡viva España!» con los que terminó el saludo a la voz. El AJEMA, como cada año, realizó un breve discurso para la dotación animándoles a cumplir con la misión.
Antes de que el Juan Sebastián de Elcano largara amarras, por los altavoces de abordo se dio el avisó de que los miembros de la dotación y guardiamarinas podían bajar a tierra para despedirse de sus familiares. Algunos casi corrieron por el portalón y el muelle hasta llegar a donde estaban sus padres, hermanos, novios, maridos e hijos con los que se fundieron en fuertes abrazos, besos y caricias, entre la que saltó alguna que otra lágrima inevitable por la emoción de una despedida antes de afrontar una navegación de seis meses. Con todos a bordo, soltaron amarras y el buque empezó a separarse del muelle mientras la banda de Elcano tocaba en la toldilla (cubierta de popa) y en tierra, el grupo coral de la Universidad de Cádiz cantaba la salve marinera. En Elcano, el equipo de maniobra preparaba las velas para desplegar los cangrejos, las velas rectangulares bajas de los palos.
A la salida del puerto, más de cuarenta veleros con banderas de España bordearon al buque-escuela para navegar junto al buque unas pocas millas, como suele hacerse todos los años. Junto a ellos también estuvieron el patrullero Vigía, donde embarcó el AJEMA y el buque hidrográfico Tofiño. Al cortejo también se sumaron desde el aíre dos helicópteros y una pareja de cazas de combate Harrier de la 9ª Escuadrilla, que hicieron una pasada a gran velocidad por estribor del bergantín-goleta. A las pocas millas, los buques de la Armada se retiraron, pero los veleros siguieron navegando al unísono con el bergantín-goleta hasta que la silueta de sus velas desapareció en el horizonte.