El Eurofighter se pone en marcha lentamente, sale del refugio y se dispone a salir a la pista

El Eurofighter se pone en marcha lentamente, sale del refugio y se dispone a salir a la pistaAlonso Palacios

Defensa

Ejército y modernidad

Nadie puede ya seguir viviendo bajo los ensueños bucólicos de un mundo ajeno a los conflictos bélicos. La guerra está en Europa ahora

Nadie –o casi– esperaba, en 1975, que fueran a ser las Fuerzas Armadas motor principal de la modernización española. Ni en lo político, ni –aún menos– en lo económico. Muy pronto hubimos de constatar que, de entre los mecanismos del Estado, fue el ejército el que con más rapidez consumó la transición a un presente que todos presuponíamos tan difícil. Y que, en esa transición, estaba emergiendo un modelo de lo que, en la España moderna, estaba aún por realizar plenamente: la europeización completa de lógicas y protocolos. Hoy, muy pocos ignoran que el ejército español ha normalizado su integración en los sistemas de defensa de Europa y de la OTAN. Que sus maestrías y recursos técnicos son idénticos a los de cualquiera de sus equivalentes occidentales. Y que la valoración de sus oficiales y tropa es muy alta en las misiones internacionales.

Puede que ésta sea una de las mejores noticias de la España abierta al siglo XXI. La confianza y el prestigio del oficio de las armas se ha restablecido sobre bases materiales: la necesidad de que todo país deba garantizar su propia seguridad y articularla coherentemente con la de sus aliados. Dejando a un lado grandilocuencias retóricas, que tanto daño han hecho siempre a las relaciones de una nación con su ejército, las Fuerzas Armadas aparecen hoy –igual que aparecen en cualquier país de la Unión Europea– como la garantía de que el sistema constitucional no pueda ser quebrantado al primer golpe de barbarie; como un factor clave de la fuerza sobre la cual erige su continuidad la nación.

También –y no siempre se sopesa suficientemente esto– como un puntal decisivo para su desarrollo económico. Porque, si algo caracteriza a las sociedades más avanzadas del último siglo, eso ha sido su capacidad de convertir la investigación militar en mesa de laboratorio cuyos hallazgos fueran proyectables a todos los ámbitos de la vida civil. El ejemplo estadounidense, como el ejemplo israelí, nos muestran hasta qué punto de ese laboratorio militar pueden extraerse conocimientos indispensables en ámbitos hoy tan críticos como los de la alta tecnología o la medicina.

Invertir en Defensa es rentable. En todos los sentidos. Para la seguridad ciudadana, por supuesto. Pero también para el desarrollo económico. Tal es la hipótesis sobre la cual ha trabajado El Debate, al convocar una Jornada de Defensa, en el curso de la cual altos mandos militares, junto a directivos de las grandes empresas industriales que abastecen al ejército, han reflexionado sobre la dimensión de esos envites en juego.

El momento histórico hace tal reflexión imprescindible. Puede que, durante más de medio siglo, Europa haya vivido presa en el espejismo de una sociedad sin guerra. Espejismo, desde luego, porque, en realidad, la guerra sólo había sido desplazada a otros territorios, durante los engañosos años de la guerra fría. Europa no la sufría, pero la guerra seguía ahí. Y la exención de invertir en Defensa, sobre la cual erigieron su opulencia los europeos de la segunda mitrad del siglo XX, da de bruces ahora sobre los riesgos graves de un abandono militar que la hace altamente vulnerable en el inicio de la operación expansionista que Rusia desencadenó el año pasado sobre Ucrania.

Es algo que la ministra Robles puso de relieve en su introducción a esta jornada de estudio. Nadie puede ya seguir viviendo bajo los ensueños bucólicos de un mundo ajeno a los conflictos bélicos. La guerra está en Europa ahora. Desplegada por una potencia militar inmensa y al mando de un desquiciado con ambiciones imperialistas más allá de límite. Las retóricas pacifistas eran sólo risibles hace un par de décadas. Ahora, son trágicas. Invertir en Defensa no es ya una opción. Es una exigencia. Ineludible. Ineludible, afrontar el áspero axioma con el que un griego de hace 2.500 años fija la paradoja humana: «La guerra de todo es padre, de todo es rey. Y a unos los hace comparecer como dioses, y a otros como hombres. Y a unos hace existir como esclavos, y a otros como hombres libres».

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