Ejército de Tierra  El héroe de Mali, que salvó a 12 personas de los yihadistas: «¡Despierta, sal de tu zona de confort! Nadie lo va a hacer por ti»

  • La ministra de Defensa, Margarita Robles, preside este miércoles la presentación del libro del teniente coronel Miguel Ángel Franco

habla con suavidad, pero con firmeza. Ha relatado los hechos en innumerables ocasiones, pero es imposible escucharle sin sentir un escalofrío. Su mirada franca no oculta el dramatismo del trágico suceso que le tocó vivir, y protagonizar, el 18 de junio de 2017. Ese día el teniente coronel Miguel Ángel Franco salvó la vida de una docena de personas durante el sangriento asalto de un grupo yihadista a un hotel en Mali. La ministra de Defensa, Margarita Robles, preside este miércoles la presentación del libro ‘Nadie lo va a hacer por ti’. Un libro escrito por este heroico militar que esconde entre sus páginas las indelebles huellas de aquel atentado terrorista.

Miguel Ángel estaba destinado en la misión militar de la Unión Europea en el país africano. Doce miembros de la misión de diferentes nacionalidades se encontraban en lo que en el argot llamaban «descompresión». Es decir, unas horas de ocio que disfrutaban en la piscina del hotel Le Campement, a las afueras de Bamako. El militar español se encontraba en traje de baño, sin camiseta y descalzo. Había estado nadando, y se empleó a fondo. Descansaba en una tumbona y escuchaba música con los cascos. De repente, el característico sonido del Kalashnikov al disparar rompió brutalmente el ritmo de la música, y los gritos de terror comenzaron a resonar en el complejo hotelero.

El teniente coronel Miguel Ángel Franco, en la Redacción de El DebateSito Úcar

Rápidamente arrojó los auriculares al suelo, se puso de pie e intentó detectar el origen del fuego. Su primera reacción fue tratar de dirigir a las personas asustadas y desorientadas que se encontraban a su alrededor hacia la vía de escape que creyó más segura. «Go!, go!, go!; attack!, attack!, attack! (¡vamos!, ¡vamos!, ¡vamos!; ¡ataque!, ¡ataque!, ¡ataque!)».

«Un comando formado por entre cinco y siete yihadistas había irrumpido en el lugar —relata el entonces comandante— con el objetivo de cobrarse el mayor número posible de víctimas. La situación era muy desfavorable, puesto que contaban con Kalashnikov». La norma interna de la misión europea era que durante las salidas solo se portaba una pistola por grupo. En la confusión de aquellos terribles momentos, nadie sabía quién era el militar que tenía el arma.

El fuego de los yihadistas realmente era solo en una dirección: hacia nosotros. En esa primera ráfaga de disparos, murieron cuatro personasMiguel Ángel FrancoTeniente coronel del Ejército de Tierra

Miguel Ángel señaló con gestos hacia una colina adyacente para que la gente corriera en esa dirección. «Las dirigí hacia el sitio donde yo pensaba que había mayor probabilidad de éxito, una colina cercana. Doce personas siguieron mi estela, y hacia allá fuimos». Pero la situación era extremadamente peligrosa. «El fuego de los yihadistas realmente era solo en una dirección: hacia nosotros. En esa primera ráfaga de disparos, murieron cuatro personas. El resto conseguimos romper ese cerco que pretendían hacer y alcanzar la colina».

Una mujer que llevaba un bebé en un brazo y una niña de corta edad en el otro, se protegió cerca de Miguel Ángel. La niña lloraba con fuerza y el militar le pidió a su madre, mediante gestos, que tratara de calmarla.

Al mirar a su alrededor, el comandante español se fijó en que un compañero de misión de otra nacionalidad llevaba una mochila. Instintivamente, le preguntó si llevaba un arma. Afortunadamente contestó que sí, y le pidió que se la entregara. Una pistola de 9 mm y 14 cartuchos en el cargador tenía poco que hacer contra los Kalashnikov de los asesinos; pero Miguel Ángel estaba decidido a agotar todas las posibilidades.

«Uno de los terroristas venía hacia nosotros. Teníamos un poco más de altura que él, y eso nos daba cierta ventaja en cuanto a la visibilidad. Lo detecté a unos 70 metros, más o menos. De nada hubiera servido que yo me hubiera abalanzado hacia él, porque hubiera sido un error. Su arma era más potente y con mayor alcance que la mía, y mi decisión fue esperar a que la distancia se redujera lo más posible estando oculto. Respiré...».

El duelo

60 metros, 30 metros… el terrorista se acercaba. El comandante español les indicó a todos los que allí se escondían que, cuando comenzara a disparar, abandonaran la posición y tomaran la dirección del camino hacia el suroeste, colina arriba.

«Les dije a los míos la dirección que tenían que seguir cuando se produjera el duelo. Porque iba a ser un duelo. Y me preparé para intervenir. Esperé a que se acercara. Cuando se encontraba a una distancia de unos 15 metros fue cuando nos vio. Apuntó su arma, yo me levanté y nos disparamos mutuamente. Con la suerte de que salí victorioso del duelo. Ahí fue cuando otro terrorista, al que no vi, empezó a dispararme». El militar se replegó entonces colina arriba. Podía sentir los disparos a su alrededor y todavía no entiende cómo ninguno de ellos le alcanzó. Descalzo, dolorido, saltando de un lugar a otro, entre los arbustos, logró salir de allí, alentando a su grupo: «Go!, go!, go!, up to the hill!, dont stop! (¡Vamos!, ¡vamos!, ¡vamos!, ¡hacia arriba! ¡no paréis!»). Para entonces, los terroristas habían prendido fuego al recinto

El teniente coronel Miguel Ángel Franco relata su heroica historia en El DebateSito Úcar

«Mi objetivo fue buscar un lugar que nos diera protección y que permitiera ocultarnos. Encontré un sitio bastante bueno. Y ahí ya intentar contactar con las fuerzas de rescate para buscar un punto de extracción». Al rato comenzaron a oír disparos de armas de 12,70 mm en la zona baja de la colina; eso significaba que las fuerzas de rescate se estaban enfrentando a los terroristas.

«Ese fue otro momento crítico. La posibilidad de que las fuerzas malienses nos confundieran y dispararan sobre nosotros era alta; como también lo era la posibilidad de que durante el enfrentamiento nos enviaran a los terroristas hacia nuestro emplazamiento. Envié nuestra ubicación, intentando decir dónde estábamos concretamente. Aun así, recibimos fuego cruzado», afirma.

Finalmente, un equipo de extracción español contactó con él. Identificaron un collado donde se podía efectuar el rescate. Cuando decidió levantarse notó cómo sangraba por las rodillas y los pies. Avanzó un par de metros y cayó al suelo. Así que decidió que el grupo subiera sin él, mientras les cubría con los cuatro cartuchos que le quedaban. Cuando ya apenas podía moverse recorrió los últimos 30 metros arrastrándose, boca arriba, con un solo brazo, hasta lograr llegar al punto de rescate. Lo habían logrado. Habían logrado sobrevivir a la barbarie terrorista.

El teniente coronel Miguel Ángel Franco, durante un momento de la entrevista en El DebateSito Úcar

Un recuerdo íntimo

Cuando preguntamos a Miguel Ángel que sentimiento le queda de aquellas terribles horas, tiene un recuerdo íntimo que nos confiesa: «El cielo de los países africanos es espectacular, porque no hay contaminación lumínica ni atmosférica. Y yo, por la vorágine del trabajo diario y estando en el cuartel general, vivía de una forma que no te permite mirar mucho las estrellas. Nunca me había parado, en los meses que llevaba allí, a mirar ese cielo. Entonces yo estaba tumbado boca arriba, ya con el equipo de rescate dándonos protección, y pensé: ¡qué bonito, qué bonito es este cielo, qué suerte tengo, qué suerte tengo de estar aquí viendo esto ahora mismo!»

Ese espíritu heroico es el que se traasluce en las páginas de su libro, «Nadie lo va a hacer por ti». ¿Qué pretende con esta obra? Lo resume así: «Venga, despierta. Échate a andar. Sal de tu zona de confort. Porque nadie lo va a hacer por ti y vas a tener que ser tú el que resuelva los quehaceres de la vida».

Miguel Ángel afirma sin dudar que cada uno tiene que luchar por sus aspiraciones. «No, no tiene por qué ser una aspiración material. De hecho, las situaciones que mayor recompensa ofrecen no son las materiales. El salvar una vida es inmaterial y la satisfacción es la mayor que se puede dar. Pero nadie lo va a hacer por ti. Este libro es una llamada: `¡Espabila, espabila!` Pero también un grito de esperanza».