Las lluvias torrenciales por el paso de la Dana del pasado 29 de octubre, que ha acabado con la vida de más de 200 personas, la mayoría en la Comunidad Valenciana, desbordaron en pocos minutos los cauces de los ríos, inundaron campos, calles y casas, se llevaron por delante cientos de vehículos y derribaron puentes. Pero lo peligroso no es exclusivamente el agua y su profundidad. Los daños causados por la propia velocidad del flujo y por los materiales que arrastra la corriente pueden llegar a ser también muy importantes.