Caso Asunta: se cumplen once años y su padre sigue sin reconocer el asesinato

Once años han pasado desde que dos hombres encontraron a Asunta Basterra muerta en la cuneta de una pista forestal en Teo (Santiago de Compostela).

El crimen, que conmocionó no sólo al municipio gallego sino al resto del país, se convirtió en una historia aún más terrible al conocerse que fueron sus padres los autores del asesinato de su hija que había sido adoptada por ellos cuando era un bebé.

Su madre, Charo Porto, se quitó la vida el noviembre de 2020 ahorcándose con las sábanas en su celda. Nunca reconoció el crimen. Su padre, Alfonso Basterra, continúa en la cárcel con negativas continuas al tercer grado. Entre otras razones, fue cazado haciendo una suerte de contrabando con otros otros presos. Él tampoco reconoció nunca el asesinato.

«Nadie volverá a saber de mí»

Hace unos meses, se estrenó en la plataforma Netflix «El caso Asunta», una serie en la que se recreó lo ocurrido durante los días posteriores al asesinato de la pequeña. El director recibió una carta de Basterra en la que aseguraba que la «rabia e ira hacia el juez instructor, hacia el fiscal, los abogados de la acusación particular y los medios de comunicación» se habían transformado.

En su lugar, aseguraba que cuando llegase a tener el tercer grado su idea «no era asesinar a los citados, como en tantas ocasiones imaginé», sino que, ahora, prefería sentarse «en una cafetería con ellos y debatir, si lo desean, lo que fue aquel juicio». «Para terminar le haré una confesión: cuando recupere mi libertad, tengo el firme propósito de desaparecer, nadie volverá a saber de mí», añadió.

Teo, un lugar que no olvida

A pesar del paso de los años, los vecinos de Teo no olvidan lo ocurrido. No es un lugar grande, sino más bien uno en el que casi todos se conocen. El Debate habló con varias de las personas del entorno de los padres y la pequeña asesinada que revelaron su angustia, aún once años después.

A apenas unos metros de donde apareció el cadáver, se encuentra una casa rodeada de un bonito jardín. A pesar del idílico paisaje, su propietaria reconoce que le costó atreverse a sacar la basura por la noche. «Tenía miedo. No se a qué, pero lo tenía», apuntaba.

La casa donde todo ocurrió sigue sin venderse. A pesar de que se realizó un comienzo de acuerdo, el chalé sigue sin nuevo propietario y, por lo tanto, en manos de la heredera de Charo Porto. La casa consta de 10.000 metros cuadrados de finca y 400 construidos. El estado del inmueble era lamentable después de que varios okupas hubiesen estado viviendo en la casa lo que ha dificultado, aún más, la venta de la misma. Desde fuera podía observarse el cúmulo de chatarra en la entrada y la piscina completamente abandonada. Además, la enorme finca estaba llena de maleza sin cuidar que apenas permitía ver la edificación.

Pero su estado no es lo que impide su venta, sino la terrible historia que albergaron sus muros. Una historia que, once años más tarde, sigue presente.