El arquitecto César Portela habla del Pazo Baión tras el paso del narcotraficante Oubiña: «Lo había destrozado»
El Pazo es un espacio frondoso y cuidado. En los 90 fue el lugar donde madres de hijos que habían caído en las drogas protestaron contra Laureno Oubiña
Premio Nacional de Arquitectura por el Museo la Estación de Córdoba, autor del Museo del Mar de Vigo o la casa Domus de La Coruña, el arquitecto gallego César Portela, ha concedido una entrevista a Idealista en la que confiesa la situación del afamado Pazo Baión antes de su rehabilitación.
Este pazo es conocido por una de las imágenes más emblemáticas de la lucha gallega contra el narcotráfico. Hablamos de la protesta de las madres de jóvenes que habían caído en las drogas golpeando la puerta donde vivía en los años 90 el narcotraficante Laureano Oubiña.
En la entrevista, Portela confiesa que la remodelación de este pazo le hizo especial ilusión. «El anterior propietario lo había destrozado porque había asfaltado todos los caminos. Donde está ahora el jardín de los Camelios había hecho galpones para guardar cosas de estraperlo y entonces me dio mucha pena», asegura. «Tenía un trabajo técnico de arquitecto pero también me parecía que era una obra social porque pasó de un tío que se dedicaba a eso a una cooperativa de gente muy agradable. Las cooperativas son un ente social muy importante porque comparten el trabajo, son amigos, reparten los beneficios o las pérdidas… Y me ilusionó eso», añade.
El arquitecto rememora el cariño especial que le tiene a los bancos de piedra fruto de su trabajo. «Esto es una piedra que parece una seta que nació aquí entre estos cuatro pinos y en ningún caso contradice la lógica ni la belleza del territorio. Estos asientos también son trozos de piedra muy naturales que sirven para sentarse: aquí te puedes tomar una empanada, unas jarras de vino y estar charlando todo el día arreglando el mundo, que no tiene arreglo», bromea.
La imagen que nadie olvida
Portela hace mención también a la modificación realizada en la entrada del Pazo, justo el lugar donde las madres protagonizaron el icónico momento.
«Quería cambiar la imagen que había, de que venían las madres de los drogadictos a protestar, una tragedia aquello. Y después lo otro era como muy marcial, muy militar. Entonces lo sustituí, mantuve el muro, cambié la verja y puse un Adán y una Eva que se dan en vez de una manzana, un racimo de uvas», apunta.