Vigo en los años 60Europa Press

La razón por la que se conoce a Vigo como «ciudad olívica»

Este icono de la ciudad de Vigo forma parte del emblema heráldico de la ciudad

Un árbol, y en concreto el olivo. Este es el árbol, todo un símbolo para la ciudad de Vigo, que ha marcado el nombre por que el que se conoce a la urbe, «ciudad olívica».

En un principio, Vigo empezó a ser conocida con el sobrenombre de «ciudad de la oliva», pero con el paso del tiempo terminó por denominarse «ciudad olívica». El origen de este sobrenombre se lo debe al olivo que luce álgido en el Paseo de Alfonso XII, o para ser más exactos, a su antecesor, un olivo plantado por los caballeros monjes templarios en el atrio de la Colegiata de Santa María, cuando éstos regían la feligresía.

Una relación que dura toda una vida

La historia detrás de este sobrenombre se remonta a la época en la que los monjes de la Orden del templo de Jerusalén, los templarios, regían el templo de Santa María, que es la actual colegiata. En aquellos tiempos era común la costumbre de plantar en los atrios de las iglesias un árbol de hoja perenne como símbolo de vida eterna, y los templarios plantaron un olivo que se convirtió en el emblema de la ciudad. De hecho, fue entonces cuando se empezó a conocer a Vigo como la «ciudad de la oliva».

El Olivo es un símbolo de la ciudad de VigoOlaia

Este gran olivo estaría muchos años en el atrio del templo de Santa María. Sin embargo, la explosión del polvorín de O Castro, la mayor detonación de que se tenga noticia en la ciudad de Vigo, lo hizo desaparecer de nuevo.

La explosión del polvorín del castillo de San Sebastián se produjo el 28 de marzo de 1813, durante la celebración de una misa de acción de gracias por la Reconquista que se había logrado cuatro años antes. La explosión provocó una onda expansiva que a punto estuvo de tirar abajo la antigua colegiata de Santa María. No hay noticias de muertos y heridos en el suceso.

La colegiata, en la que crecía el olivo, quedó tan dañada que hubo que demolerla. El viejo árbol, símbolo de la paz, y tantas veces desgajado para conmemorar el día de Ramos, desapareció durante la construcción del nuevo templo. Pero el hijo del alcalde Don Cayetano Parada y Pérez de Límia, Manuel Ángel Pereyra, por aquel entonces administrador de la Aduana, recogió una de sus ramas y la plantó en el huerto de su casa, ubicada delante de la Puerta del Sol. Fue allí en donde arraigó y creció hasta que el desarrollo de la ciudad lo hizo desaparecer, no sin antes ser plantado de nuevo en el Paseo de Alfonso XII, en donde se encuentra en la actualidad.

En su nuevo emplazamiento, el olivo fue protegido con una verja de hierro; donde fue colocada una placa de bronce acreditando la promesa que ante él hicieron los vigueses de «amor, lealtad y abnegación por la ciudad», en agosto de 1932. Es tal la simbología de este árbol con la ciudad de Vigo que forma parte también de su emblema heráldico.