La multitud abarrota la cruz de la plaza Conde de Priego

Cuando las cruces de mayo se convierten en una cruz

Un año más regresa el debate sobre las aglomeraciones, los excesos, el malestar de los vecinos atrapados en casa y la suciedad que deja la fiesta cada jornada

Los vecinos de Santa Marina le llaman el ‘efecto cárcel’. Es lo que sufren aquellos que viven, por ejemplo, en la Plaza del Conde de Priego, donde se instala una de las cruces más populares y populosas del mes de mayo. En el número 1 hay doce viviendas y en el 2, sesenta y seis. «Hay momentos en los que temes que ocurra alguna urgencia en el bloque, porque esto es una ratonera», cuenta a La Voz de Córdoba una vecina del número 2 que prefiere no dar su nombre y a la que llamaremos María. A María le gusta esta fiesta y disfruta con las cruces, pero cree que los vecinos pagan un excesivo precio por vivir donde viven en esta época del año.

«El problema es que a determinadas horas no puedes salir ni entrar. Hemos pedido un pasillo con vallas similar al que le ponen a la hermandad junto a la barra, pero el Ayuntamiento no nos ha contestado», informa María.

Desde la asociación vecinal La Fuenseca, Santa Marina y Orive, solicitan que se pongan más medidas contra la insalubridad, la suciedad y las actitudes incívicas que padecen los vecinos sobre todo de la calle Marroquíes y Chaparro, además del problema de seguridad que advierten de manera específica para los que viven de la plaza del Conde de Priego. «La masificación en determinados días y horas hace que comunidades con más de 80 viviendas se vean imposibilitadas de atender una eventual urgencia sanitaria o de bomberos, amén de la casi imposibilidad de acceder o salir de sus viviendas», señala Juan Giner, presidente de la asociación vecinal, que advierte subir de nivel el asunto: «La asociación vecinal tiene el encargo de evaluar la posibilidad de presentar una demanda preventiva en el Juzgado de guardia por los evidentes riesgos para la seguridad de las personas que provocaría la falta de medidas que los eviten».

Tras la reunión de la Junta Local de Seguridad, el Ayuntamiento ha anunciado que vallará aquellas zonas propensas a la celebración del botellón y las aglomeraciones excesivas, que habrá más presencia de la empresa municipal de saneamientos para la limpieza de las calles y que se sancionarán expresamente a aquellos que «nos busquen el hueco», como gráficamente señalaba el pasado lunes el alcalde de Córdoba José María Bellido.

Respecto al vallado, desde la asociación vecinal, han mantenido conversaciones tanto con el concejal de Ferias y Tradiciones, Julián Urbano como con el Coordinador de Seguridad en Eventos del Ayuntamiento, para solicitar un pasillo desde la Plaza Puerta del Rincón, medida esta que no se contempla desde el consistorio ya que” un vallado introduce más peligro, en caso de avalancha o uso malintencionado de las vallas”, señala Giner según la respuesta que les han dado desde Seguridad.

Una llamada al civismo

A pesar de todas las medidas que se puedan o deban implementar lo que está claro es que hablamos de una fiesta donde hay consumo de alcohol, y en muchas ocasiones de manera excesiva. «Agua y aceite» que diría Michael Corleone refiriéndose a la amistad y los negocios. Lo mismo podríamos decir del alcohol y el civismo, a pesar de la insistencia del alcalde en que se mantenga la cabeza sobre los hombros y se piense en los demás.

«El día menos pensado aparece un chaval caído por el patio interior», nos dice María. En su bloque hay «muchos estudiantes» que tienen cuatro días de fiesta por delante justo en la puerta de su piso alquilado. Dos polos de un imán que se atraen. La Hermandad del Resucitado, la organizadora de la cruz de Conde de Priego, llegó a contratar un año vigilancia privada para los vecinos, nos comenta María. «Ahora ponen un señor de la hermandad para que controle un poco», apunta la vecina, que descarga de responsabilidad, al igual que la asociación de vecinos, a los miembros del Resucitado, «con los que la relación no puede ser más cordial», apuntan.

Un casco histórico que merece más cuidado

Lo que parece claro es que hay zonas de la capital donde la celebración de las cruces se convierte en todo lo contrario a lo que deben ser: una fiesta. La portavoz de Vox en el Ayuntamiento, Paula Badanelli, ha señalado esta semana que «a nadie se le escapa que en cruces la ciudad amanece oliendo a orines, los vecinos de falta de seguridad, hay muchas molestias. También vemos como algunas se ubican en entornos BIC, que ya de por sí tienen muchos rincones que adecentar, incluso con pintadas. Siempre que llega esta época del año, lejos de estar mejor, tenemos la ciudad menos adecentada si cabe, porque de todos es sabido que esto es como la economía doméstica, si no haces una labor en la casa se acumulan». Así mismo desde el grupo socialista en el consistorio, Carmen González ha dicho que «son 100 años de tradición como para que por acción u omisión, dejemos que nuestro casco histórico se llene de barras, botellón y despedidas de solteros sin ningún tipo de control».