La Feria de Córdoba 2024 -novillada

La Feria de Córdoba 2024 -novilladaMalenie Huertas

Román malogra con la espada un triunfo seguro

Marco Pérez corta la única oreja de un festejo marcado por el comportamiento del ganado

La novillada que ha iniciado el ciclo de Ntra. Sra. de la Salud, pese a las sombras que relata la escasez de trofeos obtenidos, ha dejado algunas notas positivas que también tienen su importancia. La principal de ellas radica en la actitud ofrecida por la joven promesa cordobesa, Manuel Román, respecto a la propuesta salmantina que encarna Marco Pérez. En esta ocasión se ha visto a un novillero más mentalizado y en actitud de presentar cara a su rival, con unos argumentos consistentes afianzados en la estética y la serenidad, con los que emocionó a la ciudad de los Califas desde su etapa de becerrista. Por el contrario, matar no mata, y este es un hándicap que debe corregir a la mayor brevedad posible porque si se alcanzan las cotas de su faena a su segundo, hay que asegurar el triunfo por todos los medios para que las puertas grandes se abran y los contratos se sucedan. La emoción creada en el transcurso de una faena se va por el sumidero cuando la espada no entra. Debe Román corregir convicciones y errores técnicos en el gesto de la estocada a la mayor brevedad posible.

Con todo, la novillada no sirvió. Sosa, sin acometividad, con algunos problemas muy concretos pero con posibilidades de solución, la propuesta no emocionó al tendido por la escasa transmisión. Se vieron cosas de calidad, porque los dos novilleros tienen el oficio aprendido desde la cuna y un concepto de faena muy definido que tiene que ver con el toreo caro, además de asumir la competencia con naturalidad y rivalidad, que debe ser otro ingrediente fundamental en la corrida de toros.

Así las cosas, Román saludó suave a su primero con el capote. Brindó al presidente del Círculo Taurino de Córdoba, Alfonso Téllez, iniciando su trasteo de muleta con buen aire aunque con poco ajuste. Por el pitón derecho el novillo protestaba, salía distraído y soltaba la cara, mejorando el trasteo por el izquierdo donde brotaron naturales largos. Lo mejor de este capítulo fue la constatación de que el joven cordobés estuvo por encima de su oponente y supo corregir buena parte de los defectos que planteaba.

Lo mejor de la tarde ocurrió en el segundo de su lote, tercero de lidia ordinaria. Tras un elegante saludo capotero, Román inició la faena genuflexo, calando su propuesta rápidamente en el tendido. Dos series con la derecha de muy buen trazo, con un cambio de mano por la espalda extraordinario, precedieron a otras dos por el pitón izquierdo de aún mayor nota. Naturales largos y suaves que se vieron interrumpidos momentáneamente por un revolcón en el que quedó inerte en el albero al recibir un pisotón en la cara. Con tranquilidad y sin aspavientos, recuperado el resuello, enjaretó una magnífica serie con la izquierda, ahora sí, con la plaza metida en el bolsillo. El triunfo estaba en la yema de los dedos, en los mismos que sujetan la muleta y la hacen dibujar naturales de pintura. En los mismos que han de empuñar una espada que, amigo mío, no viaja a las entrañas del animal con la soltura de gira alrededor de la cintura del torero. Una lástima.

Al tercero de su lote lo recibió el cordobés por delantales. Se vio un torero con más fibra, más en novillero, pero su oponente estaba vacío, se defendía y protestaba. Con todo, dos series de derechazos entonados y otra por la izquierda con algún natural suelto de muy buena factura hicieron albergar la esperanza de que se podría conseguir algún triunfo. Pero, bien por el cambio de los terrenos a los que llevó al novillo o porque éste se apagó de repente, la faena se disolvió sin llegar a elevar el tono hasta lo deseado. Y otra vez la espada se empecinó en eliminar las dudas que hubiera en cuanto a la posibilidad de obtener trofeos.

Por su parte, Marco Pérez parece tener dentro de su cabeza todos los conocimientos del toreo. Así, la pureza y el truco se alternan de una manera imperceptible negándose la una a la otra pero conviviendo en una faena con la naturalidad que marca la conveniencia y la consecución de objetivos. Algo fascinante. Así, a su primero, al que Román quitó por chicuelinas rematadas por una soberbia larga cordobesa, le recetó dos series de muletazos efectistas de evidente despegue corporal, con los que presentaba sus argumentos sin dejar lugar a la duda. Aprovechando hasta una descolocación del novillo para sacar un pase por la espalda, el objetivo queda evidenciado sin rubor. Hay que conectar con el tendido a cualquier precio. Todo se negocia y todo se vende. Hasta la muerte del toro, acción que antaño se premiaba en su brevedad y que hoy ha perdido ese valor. Así, asistimos al protocolo de la muerte en el que el toro, sentenciado, condenado y moribundo, recorre media plaza a modo de corredor de la muerte de «La milla verde», con cuatro carceleros que van a ser testigos de su inminente final en tanto que el matador se niega a serlo por no coger el verduguillo y terminar con semejante despropósito. Tres minutos de reloj.

A su segundo, que brindó a El Cordobés, le faltó emoción y transmisión más que a sus hermanos. Complicado por el derecho, pasaba con la cara a media altura, sin emplearse y soltando la cara al final de cada lance. Arrimón final y porfía afanosa sin lucimiento. A pesar de ello, a esta faena también se le tocó la música. Siempre tocó la música. Sin criterio y mezclando pasodobles con piezas de Semana Santa como La Saeta. La música siempre ha sido un premio transitorio que se le regalaba al torero si la faena iba por buen camino. Hoy suena siempre, por norma, en todos los toros. Otra pérdida más. Otra cesión más. Luego no nos rasguemos la ropa y nos preguntemos cómo hemos llegado a tal o cual situación.

Al último de la tarde lo recibió Pérez por estatuarios. Uno de ellos con una colada fuerte que a punto estuvo de llevárselo por delante. A partir de ese momento de emoción ni un solo óle se escuchó durante la faena. La música sonó, eso sí, pero el resto del trabajo del novillero transitó en los caminos de la porfía sin obtención de respuesta en el tendido. Y entonces, después de un pinchazo y una estocada que prometía el final de la tarde, el público, insisto, que no había dicho ni un solo óle, sacó su pañuelo y pidió la oreja. Y el presidente la concedió. Nada más que añadir, señoría, porque no entiendo nada.

Ficha de la corrida:


- Coso de Los Califas. Más de tres cuartos de entrada en tarde de agradable temperatura. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Eliseo Morán, Rafael Gago y Gabriel de la Haba «Zurito».
- Novillos de Jandilla. Terciaditos, cómodos de cabeza, con las fuerzas justas y en líneas generales de comportamiento soso, que fueron silenciados en el arrastre excepto el tercero que fue aplaudido.
- Manuel Román (De malva y plata). Dos pinchazos, estocada perpendicular y atravesada (Saludos desde el tercio). Dos pinchazos, media y descabello. Aviso (Ovación). Cuatro pinchazos y tres descabellos. Aviso. (Palmas).
- Marco Pérez (De verde manzana y oro). Media estocada caída y trasera, un descabello. Aviso (Vuelta al ruedo). Dos pinchazos y estocada tendida y trasera. Cinco descabellos. Aviso (Silencio). Pinchazo y estocada. Aviso (Oreja).
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