La ContraCrónica
La miel en los labios
Corrida mixta con toros de Los Espartales en rejones, Román Sorando a pie y el Parralejo en novillos.
Siempre desde el cariño y sin acritud: no me gustan los platos combinados. Corrida mixta con toros de Los Espartales en rejones, Román Sorando a pie y el Parralejo en novillos. Tarde a punto de despegar pero sin alcanzar altura.
En el abreplaza, Diego Ventura cortó una oreja tras una magnífica doma que levantó al público de los asientos en varias ocasiones. Conexión público-torero que le permite cortar la primera oreja de la tarde, con fuerte petición de la segunda, siendo esta no atendida. En el cuarto de la tarde, el desenfreno y la locura llegaron a lomos de bronce. Un toro de Los Espartales con motor y transmisión que sacó a la luz la excelencia del caballo. Plaza en pie, de nuevo, tras quitarle la cabezada al caballo y colocándole las banderillas en todo lo alto. El fallo con los aceros privó un gran triunfo —cerrándole a cal y canto la Puerta de los Califas—.
La gran incógnita de la tarde era qué Morante íbamos a encontrar. Las ganas y su actitud quedaron latentes desde que sus oponentes pisaron el albero. La falta de fuerza y raza del segundo de la tarde impidieron ver la versión deseable del Genio de la Puebla. En el quinto de la tarde, Morante saludó ceñidas verónicas ante un bellísimo colorado ojo de perdiz. El inicio poderoso por bajo y mano agarrada a las tablas evocaban tiempos pasados llenos de poder, torería añeja y empaque. Poder que hizo que el animal se afligiera a partir de la segunda tabla. Se acabó. Qué pena.
Manuel Román llegaba a su segundo compromiso califal con la necesidad de justificar sus dos tardes. En su primero, fue palpable la facilidad con la capa. La carencia de fuerza y transmisión hicieron que Román abandonase su estilo para ponerse en —el por otra parte propio— estilo novilleril. La mezcla de abandono y raza le hizo cortar una oreja tras buenos pasajes con la muleta. En el sexto y último novillo de su doblete «serial» demostró la facilidad con la capa antes mentada, rematando con una gran revolera. La gran lidia, por parte de Manuel Larios, ilusionaba al tendido viendo la profundidad y codicia con la que el novillo repetía. El animal pedía sitio y mando, éste se arrimó ahogando al novillo. Hay que arrear, Román. Y mucho carretón, también.
Plaza de toros de Los Califas.
Diego Ventura: Oreja con fuerte petición de la segunda. Saludos.
Morante de la Puebla: Purísima y oro. Saludos en el tercio. Saludos en el tercio.
Manuel Román: Caña y azabache. Oreja tras aviso. Silencio.