La crisis mundial del agua es inminente
Parece irrefutable que el agua, en el medio y largo plazo, puede suponer un problema fundamental
El pasado año 2022, como cada año, tuvo lugar el Foro Económico Mundial (Davos) donde se expusieron temas que hasta prácticamente el día de hoy pasaron desapercibidos o no pero que ,también hay que decirlo, puede ser que no fuera momento de sacarlos a la palestra. El agua fue uno de esos asuntos.
La responsable de declaraciones referentes a dicho tema fue la economista Mariana Mazzucato la cual, en una de sus exposiciones destacó: «Tampoco parece que el «coco» del cambio climático esté asustando todo lo que debería.» ,o también «¿Realmente hemos logrado vacunar a todo el mundo? No. Entonces, resaltar el agua como un bien común global y lo que significa trabajar juntos y verlo desde una perspectiva de bienes comunes globales, pero también desde la perspectiva del interés propio, porque tiene ese paralelo, no sólo es importante, sino esencial […]. Y el agua es algo que la gente entiende»
A lo largo del año se han sucedido numerosas noticias referentes a la gran escasez de agua, como consecuencia de largos periodos de sequía en todo el continente y de forma mucho más acuciante en nuestro país. Y allá por 2021 ya se explicaba en esta sección el fenómeno de los precios y la escasez.
La escasez genera subidas de precio y como tal propicia grandes rentabilidades a los mayores tenedores del bien en cuestión. De hecho, ya hay diversos fondos y fondos de inversión cotizados (ETF) que son capaces de generar rentabilidades del 16% invirtiendo en agua. Ya lo decía el famoso Michael Burry, personaje que inspiró a Michael Lewis en su aclamado libro y posterior película «La gran Apuesta». Burry fue el que detectó los desequilibrios en el mercado inmobiliario americano con las llamadas hipotecas «subprime». Tras el estallido de la crisis financiera de 2008 realizó innumerables entrevistas en las que ya por aquel entonces hablaba de la importancia de un recurso en el futuro. Y ese recurso no era otro que el agua.
Todos estos análisis y declaraciones por parte de expertos y analistas económicos no han caído en saco roto ya que organismos como UNESCO, en marzo de este mismo año, emitía un comunicado donde destacaba las palabras de su directora general, Audrey Azoulay, que decía; «Es urgente establecer mecanismos internacionales sólidos para evitar que la crisis mundial del agua se descontrole. El agua es nuestro futuro común y es esencial actuar juntos para compartirla equitativamente y gestionarla de forma sostenible». El título de dicho comunicado rezaba así: «Riesgo inminente de una crisis mundial de agua». No dejaba indiferente a nadie.
Y, por último, la AQUAE Fundación pone el foco en el año 2050, año en el que la demanda mundial de agua se habrá incrementado en torno a un 55%. Casi nada. Además, la población con estrés hídrico aumentará un 40% para su fecha estimada. En definitiva, analizan los problemas referentes al agua y su consumo que tendremos en el año 2050 si no se toman medidas.
Parece por tanto irrefutable que el agua, en el medio/largo plazo, puede suponer un problema fundamental y existencial para nuestras sociedades. Ahora bien, ¿hasta que punto puede ser arrogante pensar que en nuestras manos está el timón para cambiar el destino del agua en el planeta?