Al tenazónRafael del Campo

Viajar

Actualizada 04:30

Tengo un amigo, queridísimo y muy esclarecido, que sostiene que viajar está, hoy en día, sobrevalorado; que ese gusto de la gente por trasponer a cualquier sitio en vacaciones, para visitar, según se tercie, ciudades, monumentos, paisajes o ruinas, es algo poco razonable y aun más, poco provechoso, porque en tan pocas jornadas no se puede asimilar nada de lo visto.

Otro amigo, también queridísimo e igualmente esclarecido, mantiene una opinión concordante, aunque algo más radical. Dice que desde que se inventó Internet es absurdo ir a los sitios: que basta con buscar en Youtube la ciudad, monumento, paisaje o ruina en cuestión y cosa resuelta. Y todo ello sentado en casa y sin gastarse los dinerillos. Y con una cerveza fría en la mano. Y con un cuenco de garbanzos tostados al alcance.

Luego está ese amigo, al que quiero como a mí mismo, que sostiene con vehemencia ( la vehemencia es propia de la genialidad pero también de la estulticia ) que es gustoso de viajar, pero sólo dentro de una zona bien acotada que para él, huelga decirlo, es un espacio muy limitado que linda al norte con Venta de Cárdenas : en particular con el Restaurante Casa Pepe, por mal nombre El Facha ; al sur con Torremolinos ; al oeste con la raya de Portugal; y al este con el primer río que se encuentre cruzando en vertical.

Todos estos criterios, gustos y opiniones son tan simples como irrefutables porque, como es sabido, sólo los argumentos complejos dejan portillos abiertos a la opinión diversa, a la duda y a la discusión. Pero en esa simpleza reside su error. Y es que el objetivo de viajar no es tan pobre como aducen mis amigos que lo ciñen a conocer, entender y retener aspectos visuales de ciudades, monumentos, paisajes o ruinas…Antes al contrario, el objetivo de viajar es vivir, enmarañarse en otras culturas para asimilar sus sentidos, patear los lugares para descubrir esos detalles donde están sus esencias y hablar con la gente… y es que, vive más el que tiene un cierto sentido de aventura y viaja y, por ello, se desenvuelve en contextos distintos y desconocidos, en ambientes, riquezas y miserias hasta entonces impensables...y descubre que los olores de cada ciudad son distintos, igual que lo son sus luces y la pesadez de sus sombras cuando cae la noche… Algunos de esos viajes, aunque sean en zonas cercanas, han dejado huella literaria imborrable: el Viaje a la Alcarria de Camilo José Cela es uno de los libros más sabios, luminosos y bellamente escritos que yo he podido leer en mi vida.

Desde antiguo el ser humano ha sido aventurero y, por ende, viajero. Sin esta nota no podrían entenderse las migraciones que colonizaron diversos espacios y sustituyeron y derribaron imperios, o llevaron progreso, o lenguas o culturas más avanzadas a lugares ignotos. Hoy las cosas son distintas: las migraciones no dejan en los lugares de destino avances culturales sino más bien lo contrario ( aunque es posible que, con el andar de los tiempos, derrumben imperios ) y los viajeros, o muchos de ellos, no suelen aportar a donde llegan otra cosa que no sea el dinero que se gastan y la huella de la inconsistencia en su forma de vivir.

Este verano anduve yo por Budapest zascandileando por sus calles, observando sus gentes, descubriendo su rincones…Se nota el paso del comunismo ( a pesar del tiempo transcurrido ) en la cantidad de edificios ( en muchos de ellos se intuía la belleza que tuvieron ) depauperados por el descuido de otras épocas : ahora, el gobierno del señor Orban los restaura con mimo y echándole dineros a manta. Y es que embellecer las ciudades en un modo también de culturizar a las gentes, de humanizarlas, de refinarlas...

Me ha llamado también la atención la honda religiosidad de las personas, su orden, su sentido vital y comedidamente amable, su legítimo orgullo por ser húngaros. La belleza de lo que ya han restaurado o lo que se salvó de los desmanes comunista justifican el viaje: el Parlamento, la Catedral, la Iglesia de San Matías...Las vistas en perspectiva del Danubio, sobre todo las que se contemplan desde el Castillo de Visegrad, me han producido una emoción inenarrable y me han conmovido hasta sentir acelerado mi corazón, casi tan acelerado como cuando oigo el arrollón de monte que hace un venado tronchando jaras o cuando contemplo una tanda de buenos naturales o cuando leo en voz alta el poema de algún poeta amigo …

Y un detalle, que puede pasar desapercibido, pero que para mí es muy significativo: en el aeropuerto, en diversos paneles, y en muchos idiomas ( incluido el español) se proclama: “ Hungría, país protector de la familia “. Y es que la familia, en mi opinión y en la de muchos, es la piedra angular que sostiene a la sociedad. Toda una llamada de atención manifestada abiertamente, sin miedo ni a nada ni a nadie. Nos convendría, pues, reflexionar un poco y, antes de dejarnos llevar por quienes, influidos por un europeísmo tibio e inconsistente critican acerbamente a los húngaros y a su presidente, conocer de primera mano su país, sus pensamientos y sus actos y mirar al Este con respeto y hasta con admiración. Y es que sol, queramos o no, sale por el Este.

Si Dios lo permite, seguiré viajando en años sucesivos, para conocer por experiencia directa la realidad de otros países. No me gusta que me cuenten las cosas los medios de comunicación influidos por “ agendas “ manipuladoras y falsarias. También seguiré viajando porque viajar me proporciona una de las mayores alegrías que un hombre puede experimentar : la sana y arrolladora alegría de volver a casa.

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