Al tenazónRafael del Campo

Bravo, bravissimo, señora Meloni

Me parece esperanzador que en un país europeo empiece a combatirse, de modo más o menos eficaz, pero con claridad y determinación, la llamada con toda razón “cultura de la muerte"

Actualizada 04:05

Informa la prensa que la primera ministra italiana, Giorgia Melloni, proyecta introducir medidas legislativas que faciliten ayudas económicas a las mujeres italianas que tengan un limitado nivel de renta y, a pesar de su penuria, opten por seguir con su embarazo.

La noticia, en tanto que un «flash», no posibilita emitir una opinión fundada: sería necesario conocer los pormenores de la norma y no ahora, que es un mero proyecto, sino cuando sea definitivamente aprobada.

Ello no obstante, me parece esperanzador que en un país europeo empiece a combatirse, de modo más o menos contundente, de modo más o menos eficaz, pero con claridad y determinación, la llamada con toda razón “cultura de la muerte".

El aborto, en mi opinión, amén de característica de una sociedad frívola y sin principios, es un homicidio y es un drama individual y deben ser las instituciones, en especial el Estado, quien trate de evitar ambos males: el drama y el homicidio.

Algo puede cambiar en Europa cuando un país (de la tradición e importancia de Italia) intenta ir arrinconando la causa económica como “justificación“ del aborto. Ese es el camino. Habrá muchas etapas. Y no pocas dificultades. Pero si somos sensatos, habremos de convenir que sólo con la participación de los actores más importantes de Europa (y los Estados son uno de ellos) podrá revertirse la situación. De ahí la importancia de votar a partidos claramente anti abortistas. También sería necesaria la rebelión de la sociedad civil e instituciones privadas, al menos de aquellas partes que no estén ya contaminadas por esa frivolidad absoluta con que se contempla hoy el derecho a la vida del no nacido. Pero no bastaría con la protesta argumental. Me pregunto, en línea con la propuesta económica de Meloni: ¿estaríamos los anti abortistas dispuestos a rascarnos el bolsillo para crear fondos que ayuden a las madres a tener y mantener a sus hijos…?

También hay que llamar a rebato a la intelectualidad, a los escritores y, muy especialmente, a los poetas, tradicionalmente avanzados a su tiempo, precursores de cambios radicales y hoy, en tantos casos, adocenados en su pedantería y meramente autorreferenciales.

Ya sé que no se puede contar para defender medidas de esa naturaleza con nuestros partidos de izquierdas (ni tal vez con alguno de derechas) y tampoco con quienes nos gobiernan en España y en Europa. La progresía, ya lo escribía el recordado Miguel Delibes en un artículo memorable 'Aborto Libre y Progresismo', publicado en ABC el 14 de diciembre de 1.986, fue históricamente abanderada en la defensa del débil, pero ha llegado a la contradicción de dejar abandonado al sujeto más débil: el feto.

En esa progresía de la que hablaba el maestro de Valladolid yo incluiría hoy a la socialdemocracia y a la derechita feble y dubitativa, tan gustosas ambas, con tal de no definirse, de la amable equidistancia, la palabra vacía y la entusiasta estupidez.

Quiero creer que algo está cambiando. Que algo se mueve. Sé que tardaremos en verlo. Si lo vemos. Pero la vida ha de triunfar. La palabra, la verdad y el bien han de triunfar. Ya lo dijo Walt Whitman en unos versos que son un huracán de esperanza: “No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo".

Bravo, «bravissimo», señora Meloni.

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