
José Sáez
José Sáez, Director del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Córdoba
«Me parece totalmente imposible que la Sábana Santa sea una falsificación»
El forense explica el estudio médico legal de la Síndone
Hace una semana José Sáez (Andújar, 1960) ofrecía una charla en el centro parroquial de la Trinidad sobre la Sábana Santa de Turín. Lo hacía desde la perspectiva y el conocimiento profesional como forense, pero también como uno de los muchos apasionados de este sudario funerario que a fecha de hoy sigue siendo un reto para los científicos.
Aunque la sindonología no es un término oficial en el ámbito académico, sí que se podría decir que es una disciplina transversal, que abarca áreas como la historia, la arqueología, la medicina forense, la física, la química, la teología o la iconografía. Por eso, entre los sindonólogos hay científicos, teólogos, médicos, historiadores, fotógrafos y creyentes con formación muy diversa, unidos por el interés en desentrañar el origen y la naturaleza de la imagen impresa en la tela.
Sáez es médico forense y doctor en Medicina por la Universidad de Córdoba, dirige desde hace años el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de la ciudad, además de impartir docencia en la Facultad de Medicina y en el Máster de la Abogacía. Su trayectoria combina el rigor de la ciencia con el compromiso ético, como presidente de la Comisión de Deontología Médica del Colegio de Médicos de Córdoba y miembro activo de otras instancias profesionales. Sin embargo, más allá del laboratorio y el aula, late también en él una profunda vocación cofrade: fue pregonero médico de la Semana Santa cordobesa en 2012 y actualmente ocupa el cargo de vicehermano mayor en la Hermandad de Jesús Caído. No resulta extraño, por tanto, que sea precisamente él quien hable —con mirada forense y alma de creyente— sobre el misterio de la Sábana Santa.

Imagen del Sudario de Turín, también conocido como la Sábana Santa
- La Sábana Santa, desde un punto de vista material, es una pieza de lino tipo sarga que mide aproximadamente 4,40 por 1,12 metros. En ella se distinguen dos tipos de huellas: por un lado, las provocadas por un incendio ocurrido en Chambéry en 1532; por otro, las huellas de un hombre, que además presenta manchas de sangre. Básicamente, de forma resumida, eso es lo que constituye la Síndone.
- ¿Y qué representa la Sábana Santa para un médico forense?
- Para nosotros es un reto, un objeto de estudio. Nuestra formación y nuestro trabajo nos lleva a valorar lesiones prácticamente a diario, y lo que vemos en la Sábana Santa son las huellas de una persona que ha sufrido mucho, que ha sido torturada y que ha muerto. Ese conjunto de señales, al analizarlo, nos aporta mucha información desde el punto de vista forense.
- ¿Qué información aporta la Sábana Santa? ¿Y cuál es la que usted comenta o explica públicamente?
- Bueno, públicamente, lo que yo hago —o, más concretamente, el enfoque de mis conferencias— está dividido en dos partes fundamentales. Por un lado, trato de explicar el contexto: de dónde viene la Sábana Santa, cuál ha sido su evolución histórica y qué estudios científicos se han llevado a cabo sobre ella. Y, en una segunda parte, ya nos centramos propiamente en el estudio médico-legal. Es decir, imaginamos que la Sábana Santa es un cadáver, obtenemos la información que ese cadáver nos puede ofrecer, describimos las lesiones que presenta y luego realizamos una valoración para determinar cuál pudo ser el mecanismo lesivo que provocó esas heridas, y, en última instancia, tratamos de establecer la causa de la muerte. Básicamente, ese es el enfoque.
- ¿Cuáles son las lesiones que presenta el cuerpo reflejado en ese lienzo?
- Las lesiones pueden agruparse en tres grandes mecanismos lesivos. En primer lugar, hay una flagelación muy intensa que ha dejado huellas en prácticamente todo el cuerpo, con excepción de las manos y, en menor medida, la región anterior del tórax. En segundo lugar, se aprecian señales de una coronación de espinas. Y, en tercer lugar, están las marcas de una crucifixión. En este último caso, además, se observa que la persona portó el madero transversal sobre las escápulas y sufrió caídas, lo cual también dejó su huella. Ese sería el conjunto general de los mecanismos lesivos.

José Sáez
En cuanto al mecanismo de la muerte, aunque en la crucifixión lo habitual es una muerte por asfixia, en este caso intervinieron varios factores. No fue una muerte exclusivamente por asfixia. Influyeron una hipovolemia, es decir, una pérdida muy importante de líquidos, y una insuficiencia renal, que es frecuente tras una flagelación intensa. La combinación de estas tres insuficiencias —la respiratoria por asfixia, la renal y el shock hipovolémico— dio lugar a un cuadro de shock generalizado, que es lo que finalmente causó la muerte. Además, todo apunta a que fue una muerte relativamente rápida, no algo que se prolongara demasiado en el tiempo.
- ¿Cómo se han obtenido esos datos, teniendo en cuenta que tanto la exposición como el análisis directo de la Síndone se han realizado en muy contadas ocasiones?
- Cierto, el estudio directo de la Síndone ha sido limitado, como bien señala. Sin embargo, se han realizado muchas fotografías de gran calidad que han permitido un análisis posterior muy detallado. Aunque no siempre se ha podido estudiar directamente, sí se ha obtenido una gran cantidad de material visual que ha sido procesado e intensificado con el tiempo.
Contamos con imágenes en color, fotografías a tamaño natural, tomas con luz infrarroja e incluso una imagen tridimensional que se generó mediante un instrumento utilizado por la NASA en la exploración de cadáveres. Todo ese material ha hecho posible llevar a cabo un examen externo bastante completo.
Hay que tener en cuenta que en una autopsia tradicional se realizan tres fases: el examen externo, el interno y la toma de muestras. En el caso de la Sábana Santa, lógicamente, solo podemos acceder al examen externo. Pero ese examen externo, gracias a la calidad del material disponible, nos permite identificar con claridad las lesiones que mencionábamos anteriormente, sin ningún género de dudas.
- Para ser una falsificación, como algunos sostienen, alguien se habría tomado muchas molestias, ¿no?
- Yo, directamente, niego la mayor. Me parece totalmente imposible que eso sea una falsificación. Y, además, hay que tener en cuenta la época en la que, según algunos, se habría hecho. Vamos a dar por buena —aunque es una concesión bastante generosa— la datación por carbono 14. En aquel tiempo no existía ningún tipo de control de calidad sobre las reliquias. Alguien decía «esto es tal cosa» y todos lo aceptaban sin más; y quien no lo hacía, se atenía a las consecuencias.
Pensar que en los siglos XII, XIII o XIV alguien realizó una falsificación destinada a ser descubierta solo gracias a los medios científicos del siglo XX se me antoja muy difícil y complicado. Además, es que la imagen de la Sábana Santa, hoy por hoy, no se puede reproducir. La ciencia no sabe cómo se ha generado. Se han planteado hipótesis y teorías, sí, pero ninguna ha logrado replicar una imagen similar. Lo que se obtiene en los experimentos no se parece en nada a lo que hay en la Síndone.
Entonces, ¿qué pasó? ¿Que hubo alguien, un iluminado, que dio con la técnica precisa y, misteriosamente, no dejó ningún rastro de cómo lo hizo? ¿Que esa forma de crear imágenes se utilizó una sola vez en la historia y se perdió por completo? A mí eso me parece, como mínimo, poco verosímil.

Salvador Guzmán, profesor e imaginero
«Creo que la síndone de Turín tiene un 99% de posibilidades de haber cubierto el cuerpo de Jesús de Nazaret»
- De hecho, usted habla fundamentalmente de las heridas que quedan plasmadas en la imagen, pero otra cuestión es la propia impresión de esa imagen, que también sigue siendo un reto para la ciencia, ¿no?
- Sí, exacto. Totalmente. No se sabe cómo se ha hecho. Se han averiguado muchas cosas, como que no es un pigmento, que no impregna el tejido, que no lo traspasa y que no hay trazos de direccionalidad en la imagen. Pero lo que es el proceso por el cual se ha producido esa imagen, eso sigue siendo un misterio.
Lo único que se sabe con certeza es que la imagen aparece donde más han envejecido las células del lino. Es decir, las células del lino, con el tiempo, se van volviendo más amarillas, y la imagen es simplemente una zona más amarillenta que el resto, lo que indica un mayor envejecimiento celular en esas áreas.
¿Por qué ha envejecido más? Ahí entran las dos grandes teorías: una plantea que puede deberse a un fenómeno radioactivo, y la otra, que ha sido por contacto. Se han hecho pruebas en ambas direcciones, pero ninguna ha dado resultados concluyentes. A día de hoy, no podemos afirmar que la imagen se haya producido por un mecanismo u otro. Es, sencillamente, imposible saberlo con certeza.
- ¿Cuándo fue la primera vez que se acercó usted a la Síndone, ese momento en que realmente le llamó la atención?
- Es una historia muy curiosa. Cuando aprobé las oposiciones, en el año 1986, yo —que siempre he sido muy cofrade— tenía muchas ganas de ir a ver la Semana Santa de Sevilla. Así que, el Domingo de Resurrección, de regreso a casa, compré un ejemplar de El Correo de Andalucía, y en ese número venía un reportaje sobre la Sábana Santa, a raíz de un libro que había escrito María Grazia Siliato, una de las grandes expertas italianas en la materia. Lo leí, me gustó, y lo guardé. Lo dejé ahí, pero me llamó la atención.
Unos años después, ya estando en Córdoba, un amigo íntimo —que pertenecía, y aún pertenece, a la Hermandad del Rocío de Córdoba— me propuso participar en una mesa redonda sobre la Síndone que se celebraba en la parroquia del Sagrario. Entonces rescaté aquel material, y a partir de ahí empecé a investigar. En aquella mesa participé con un enfoque médico-legal, que era mi especialidad, y después seguí leyendo, indagando… me fui enganchando poco a poco.
Cada vez que llegaba la Cuaresma, profundizaba un poco más. En aquella época era muy difícil encontrar información: tenías que acudir a librerías especializadas, pedir los libros por encargo, buscar imágenes específicas… Hacíamos incluso diapositivas con carretes, como se hacía entonces. Todo eso ha mejorado mucho con los medios actuales: internet, las imágenes digitales, la posibilidad de capturar y montar presentaciones más completas. Pero, en definitiva, todo comenzó con un simple recorte de periódico y una invitación de un amigo a una mesa redonda.

José Sáez
- Internet, en todo caso, sí nos está acercando —o incluso demostrando— que España es un país de grandes sindonólogos, ¿no?
- Sí, sí, sin duda. El Centro Español de Sindonología, cuando se centra en el estudio de la Sábana Santa, cuenta con figuras muy relevantes. Ha habido incluso médicos forenses que han sido directores del centro. Y luego, en Sevilla, tenemos a Juan Manuel Miñarro, que está realizando una labor ingente, no solo en divulgación —siguiendo la línea iniciada por el meteorólogo Julio Marvizón, uno de los primeros en escribir un libro sobre el tema—, sino también desde el punto de vista artístico.
También hubo un libro muy conocido de Juan José Benítez, El enviado, que abordaba el tema desde otra perspectiva. Pero lo que ha hecho Miñarro es algo distinto: ha plasmado la Síndone en el arte, en las imágenes procesionales. Un ejemplo magnífico es el Cristo de la Universidad, que es la representación más fiel del sufrimiento físico. Esa imagen rompe con la estética barroca, que suele ser más dulce, más idealizada, quizás porque busca mostrar a un Dios triunfante. Pero no refleja el realismo del sufrimiento que esa persona vivió. La Síndone, en cambio, sí lo hace.

Cristo de la Universidad (Córdoba)
- Habla usted de los datos que aporta la Síndone al hombre de ciencia, pero ¿qué le dice al hombre de fe?
- Yo creo que la fe y la ciencia deben mantenerse en planos distintos, y por una razón muy sencilla: si la ciencia demuestra algo, entonces ya no hay fe. La fe consiste, precisamente, en creer en aquello que no se puede demostrar. Por eso la ciencia nunca va a poder suplir ni complementar la fe.
Si la ciencia me dijera con certeza «esto es así», entonces, ¿dónde queda mi fe? La fe es algo que cada uno vive y expresa de forma personal. La ciencia llega hasta donde puede llegar. En el caso de la Sábana Santa, la ciencia puede afirmar que se trata de un hombre que sufrió muchísimo, que es muy difícil que se trate de una falsificación… pero poco más. Después, cada cual, desde su fe, sus creencias y sus convicciones, debe decidir: «Yo creo que este fue el lienzo que cubrió a Jesús»… o no. Pero eso ya no es terreno de la ciencia.
Una pregunta que me hacen con frecuencia es: «¿Algún día se podrá comprobar que ese cuerpo fue el de Jesús?». La respuesta es no, jamás. ¿Por qué? Porque falta el elemento fundamental: la comparación. Para identificar un cadáver con ADN, por ejemplo, necesitamos una muestra con la que compararlo. En este caso no tenemos ADN —ni se ha obtenido, y, en mi opinión, gracias a Dios— y, aunque lo tuviésemos, ¿con qué lo comparamos? ¿Con quién? Es imposible.
Por eso, la ciencia puede decir lo que puede decir, y a partir de ahí, cada uno decide desde sus creencias. Habrá quien lo acepte, quien lo crea firmemente, y quien sea escéptico y busque argumentos en contra. Y está bien. A los que somos hombres de ciencia nos gusta el debate. Si tú crees que es falso y yo creo que es verdadero, debatamos. Pero desde la ciencia. La fe, en cambio, es una convicción íntima, personal, que pertenece a cada uno.

José Sáez
- Y después de tantos años como médico forense, ¿qué ha aprendido usted del ser humano?
- Que es muy complejo. Muy complejo. Eso me lo ha enseñado la vida en general, no solo el ejercicio de la medicina forense. Pero es verdad que, como forenses, no solo vemos a personas fallecidas. Atendemos también a personas vivas: víctimas de agresiones, pero también a quienes las han cometido. Y hay de todo.
La gente puede ser mala"
Hay personas que delinquen porque padecen una enfermedad, una alteración, algo que está directamente relacionado con su conducta. Y hay otras que delinquen por pura maldad. Aunque nos cueste creerlo, aunque muchas veces tratemos de justificar ciertos actos con la idea de que «tiene que estar loco», lo cierto es que no siempre es así. La gente puede ser mala.
Las personas con trastornos, por supuesto, también pueden cometer delitos, pero lo hacen dentro del marco de su patología. No son tan frecuentes como parece, aunque sus casos suelen ser muy llamativos. Pero ni son tan comunes ni, si están bien tratados y cuidados, deben ser peligrosos. A mí, sinceramente, me dan más miedo los malos.